10 mayo 2014

El radicalismo de la vida consagrada

Segundo Galilea

El compromiso cristiano que suscita la Iglesia tiene también otra forma de revelar su radical dinamismo: en la manera de entender y realizar la vida consagrada. La vida consagrada, como modalidad profética de vivir el cristianismo a partir de ciertos valores radicalmente asumidos, es presentada por la misma Iglesia como testimonio privilegiado de vida evangélica. Por eso sus características y significación profética las podemos considerar como auténticamente representativas del seguimiento de Cristo. No se trata aquí de agotar el profetismo o el contenido de testimonio eclesial de la vida consagrada. Para el caso que nos ocupa queremos llamar la atención sobre un aspecto característico: su impacto crítico como testimonio del radicalismo cristiano. Creemos que es propio de la vida consagrada el ser un cuestionamiento y eventualmente una santa protesta sobre la Iglesia y la sociedad. Sobre la Iglesia, en la medida que ésta es decadente, o ambigua, o ha perdido su dinamismo radical. Sobre la sociedad, en la medida que se deshumaniza o descristianiza y por lo mismo se hace fuente de opresión e injusticia. En su origen, en los primeros siglos, encontramos ya esta forma de protesta cristiana. Las formas radicales de apartamiento de la sociedad y de las estructuras eclesiásticas imperantes (ya influidas por la decadencia posconstantiniana), propias de los primeros anacoretas y del monaquismo primitivo, son una muda protesta. Son un deseo de afirmar dialécticamente (y a menudo en forma chocante, en forma de ruptura con «lo establecido»), valores e intuiciones evangélicas que entraban en un proceso de «mundanización» y mediocridad. El radicalismo de su modo de vivir, cuestionaba. Esta característica sigue siendo propia de las grandes funciones y reformas carismáticas en torno a la vida consagrada. Implican una crítica santa a la forma de sociedad y de Iglesia en que ellos viven. Si, por ejemplo, tomamos a san Francisco y su movimiento religioso como caso típico, no se puede negar que el estilo radical de vida franciscana implicaba un profundo cuestionamiento a la Iglesia temporalizada y clerical de su época y al estilo de vida de los señores feudales y de los nacientes burgueses cristianos.Esta característica radical de todo movimiento religioso en su origen tiende luego a perderse. La vida consagrada se va haciendo «establecida», se asimila a las formas eclesiásticas «convencionales» y sobre todo a los estilos imperantes de la vida social sin cuestionarlos. En ese caso estamos en plena decadencia. Ese movimiento religioso no será auténtico mientras no vuelva a la raíz de su profetismo. Su radicalismo es signo de vitalidad y de su derecho a continuar existiendo. Su ausencia es un vacío que cuestiona su razón de ser en la Iglesia y en la sociedad. Una de las causas de la actual crisis de la vida consagrada descansa en que muchos de los que se han entregado a ella han descubierto este vacío.
La vida consagrada auténtica implica una santa crítica a una Iglesia «instalada». En la medida en que los cristianos ya no son sal ni luz. En la medida en que hay un clero «establecido». Establecido en formas obvias o sutiles de «carrera eclesiástica». En formas de actuar guiadas por criterios «políticos» o «diplomáticos» y no evangélicos. En acomodación al «mundo» en cuestiones de poder y de recursos. Un clero que tiende a sustituir el radicalismo cristiano por el «equilibrio» del «justo medio» de los «bienpensantes».Tal vez esto último es lo más radical del ideal religioso como forma típica del seguimiento. El equilibrio cristiano no es el justo medio de la ética secular prevalente. El equilibrio cristiano no está  «en el centro», sino en la verdad, como lo entiende el Evangelio. La verdad de Jesús no siempre está «en el medio>>, a menudo está en los extremos, es radical para un criterio «establecido». Ya abundamos anteriormente sobre esto. En el fondo, en su intuición profunda, la vida consagrada quiere testimoniar precisamente eso: el radicalismo del seguimiento frente a la mediocridad de ciertos «justos medios». La vida consagrada es también una crítica radical a la sociedad. Un estilo de vida que rompe con los criterios imperantes no evangélicos. En nuestro caso concreto latinoamericano, esta crítica es a las injusticias de la sociedad capitalista dependiente. En otras áreas, la vida consagrada cuestionará otros vicios de otros tipos de sociedad.La vida consagrada critica la sociedad no «haciendo política» o análisis críticos socioeconómicos. La critica proféticamente, asumiendo un estilo de vida y de organización que en sí es un reproche a los vicios y criterios prácticos no cristianos de la actual sociedad. Los consagrados no son radicales en categorías sociológicas, sino evangélicas. Su crítica brota de la pobreza y no del activismo social. Pobreza como renuncia a la mentalidad de «consumo». Como desinterés por el lucro. Como estilo fraternal de compartir los bienes materiales y espirituales. Como destierro de toda forma de acepción de personas y categorías sutilmente «clasistas», evitando las formas disfrazadas de utilización de los otros. Como compromiso por la liberación de los «pequeños» En fin, la vida consagrada testimonia la contemplación como compendio de la protesta contra las metas puramente materiales de los tipos concretos de sociedad tanto capitalistas como socialistas. La oración y experiencia contemplativa son el cuestionamiento más serio que la vida consagrada dirige al mundo de hoy. Al valorar y exhibir públicamente esta dimensión contemplativa, propia del radicalismo evangélico, la vida consagrada anuncia proféticamente lo que es ya propio de todo compromiso cristiano: el absoluto de Dios, la gratuidad y el amor a Dios por sobre todas las cosas. De hecho, hoy día «la protesta social» a través del estilo radical de vida no es privativo de la vida consagrada o de otras formas de compromiso cristiano. Los diversos grupos, sobre todo jóvenes, que asumen una actitud de «anticultura» (hippies y otros) son en el fondo una caricatura secularizada del radicalismo cristiano. En forma pacífica, y a veces también violenta, las anticulturas actuales cuestionan la sociedad. Sus ambigüedades, que son también grandes (tendencias sectarias, viciosas y evasivas de los compromisos sociopolíticos...), se deben a que este profetismo-secularizado no se nutre explícitamente del evangelio. Sin embargo, quedan como un desafío al conformismo actual de muchas formas de la vida evangélica. Esta está llamada a asumir la protesta social de los «anticultura» en un contexto y una motivación radicalmente cristiana. Ello le permite superar las ambigüedades de los «anticultura» y dar a su estilo de vida una significación verdaderamente profética.

SEGUNDO GALILEA. Religiosidad Popular y Pastoral.Ed. Cristiandad. Madrid, 1980, 306-15

No hay comentarios:

Publicar un comentario