11 mayo 2014

Ideas políticas de Guillermo de Occam (I)

Francisco Javier Bernad Morales

Casi por azar he leído estos últimos días un librito inconcluso de Guillermo de Occam, titulado con bastante acierto por el traductor al castellano Sobre el gobierno tiránico del papa, pues de alguna manera había que abreviar el original latino[1], ya que esta época prosaica no tolera esos derroches de palabras a que tan dados eran nuestros antepasados. Escrita hacia 1340, se trata de una obra polémica en que el autor toma vehementemente partido en el conflicto que durante siglos ha enfrentado en las naciones cristianas[2] a las autoridades temporales con las espirituales. Ambas, desde la conversión de Constantino, han vivido en una tensión continua, que a mediados del siglo XIV se plasmó en el enfrentamiento entre el emperador Luis IV y el papa Juan XXII. Ya tiempo atrás, Gregorio VII en su intento, en gran parte coronado por el éxito, de emancipar al papado de las luchas entre facciones nobiliarias romanas, había proclamado la soberanía universal del pontífice, no solo en lo espiritual, sino también en los asuntos temporales. Algo que, naturalmente, no fue aceptado por reyes y emperadores. Desde entonces, el Sacro Imperio, y especialmente sus territorios italianos, quedó dividido en los bandos de güelfos, partidarios de la supremacía papal, y gibelinos, defensores de la superioridad del emperador. Juan XXII, papa desde 1316 hasta 1334, estimó que la disputa por la corona imperial a la muerte de Enrique VII (1313), entre Luis IV de Baviera y Federico de Habsburgo, le brindaba la oportunidad de afirmar la teocracia pontificia y, en consecuencia, reclamó el derecho a designar al candidato y a gobernar el reino de Italia (la parte de Italia que integrada en el Imperio). Incluso cuando Luis derrotó a su rival y este lo aceptó como soberano, el papa se negó a coronarlo.

En el momento que nos ocupa, a este problema se superpone el desgarramiento de la orden franciscana, a la que Occam pertenecía. En esta había surgido una tendencia extremista, los espirituales, que, aferrados a una interpretación radical de la regla, insistían en que Cristo y los Apóstoles no habían poseído nada ni particular ni comúnmente. Era una proclamación de la pobreza absoluta como ideal cristiano, que fue condenada de plano por Juan XXII en la bula Cum inter nonnullus. La dureza del papa suscitó el rechazo incluso de franciscanos que no pertenecían al grupo de los espirituales, entre ellos el ministro general de la Orden, Miguel de Cesena, el teólogo Bonagracia de Bérgamo y Guillermo de Occam. El 26 de mayo de 1328, los tres huyeron de Aviñón, donde se encontraban arrestados, y se pusieron bajo la protección de Luis IV. Occam habría hecho una propuesta al emperador: Defende me gladio, ego te defendam calamo (Defiéndeme con la espada, que yo te defenderé con la pluma)[3]. A partir de entonces, escribió una amplia serie de obras, entre ellas el Breviloquium, en que niega que el poder papal sea absoluto, tanto en lo temporal o en lo espiritual, pues, argumenta, fue instituido para provecho de los súbditos, no para quitarles la libertad.

En las entregas siguientes, me ocuparé con más detalle de las ideas expuestas en el Breviloquium. Baste por ahora señalar el tono durísimo empleado contra Juan XXII, quien es acusado no solo de herejía, sino de ser el mayor de los criminales.





[1] Breviloquium de principatu tyrannico super divina et humana, specialiter autem super iperium et subjectos imperio a quibusdam vocatis summis pontificibus usurpato.

Occam, Guillermo de, Sobre el gobierno tiránico del papa. Edición de Pedro Rodríguez Santidrián, Madrid, Tecnos, 1992
[2]Como la experiencia me dice que para ciertos lectores no hay nada obvio, aclaro que no utilizo el sintagma “naciones cristianas” con ninguna connotación esencialista. Me refiero únicamente a aquellas, la mayoría de cuyos habitantes han sido cristianos durante siglos.
[3] Op. cit. p. XXI.

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