San Agustín
Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada
por ti. Ruinosa está: repárala. Hay en ella cosas que ofenden tus ojos: lo
confieso y lo sé; pero ¿quién la limpiará o a quién otro clamaré fuera de ti:
De los pecados ocultos líbrame, Señor, y de los ajenos perdona a tu siervo? Creo, por eso hablo. Tú lo sabes,
Señor. ¿Acaso no he confesado ante ti mis delitos contra mí, ¡oh Dios mío!, y tú
has remitido la impiedad de mi corazón? No quiero contender en juicio contigo,
que eres la Verdad, y no quiero engañarme a mí mismo, para que no se engañe a
sí misma mi iniquidad. No quiero contender en juicio contigo, porque si miras a
las iniquidades, Señor, ¿quién, Señor, subsistirá?
Confesiones, I, Cap. V, 6
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