Papa Francisco
Además del hambre física, el hombre lleva en sí otra hambre:
un hambre que no puede saciarse con el alimento ordinario. Es hambre de vida,
hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná –al igual que toda la
experiencia del Éxodo– también contenía en sí misma esta dimensión: era figura
de un alimento que satisface esa hambre profunda que existe en el hombre. Jesús
nos da ese alimento, es más: es él mismo el pan vivo que da vida al mundo (cf.
Jn 6, 51). Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su
Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple
alimento con el que saciar nuestros cuerpos, como el maná; el Cuerpo de Cristo
es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, ya que la
sustancia de este amor es el Amor.
Extracto de la Homilía del Papa Francisco para la solemnidad del Corpus Christi. Traducción de Ecclesia
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