P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón
En el año 1776 se escribe lo siguiente:
“Un comerciante no es… necesariamente
ciudadano de un país determinado. Le da exactamente igual el lugar desde el que
lleve su negocio. Incluso motivos pequeños pueden inducirlo a trasladar a otro
país su capital y la explotación financiada por él”
Adam Smith
Mayo de 2014 pasará, para el bajo Marañón, como el tiempo de las
“emergencias”: sanitaria (día 5) y ambiental (día 15). Ironías de la historia:
están más enterados en Lima que en el bajo Marañón. La forma de comunicar las
emergencias deja en ayunas al bajo Marañón. Pese a la red de información que
posee el gobierno, vía los gobernadores, no se canaliza a través de ellos para
dar a conocer la noticia a la población. Consecuencia: se deja a merced de los
rumores, chimes y habladurías que pueblan el río. Y ya se sabe: “a río
revuelto, ganancia…” (de los grandes).
© Parroquia
Santa Rita de Castilla, 2014
ALGUNAS PRECISIONES
Es necesario decretar las emergencias en El Peruano, pero no es
suficiente. No hace falta ser muy espabilado para comprender que en el bajo
Marañón no tenemos la costumbre, queremos decir oportunidad, de leer El
Peruano. Las conexiones a Internet nos quedan lejos. Y el lenguaje que utiliza
deja ayunos a los pobladores del bajo Marañón. ¿Para quién informa el gobierno,
para quién trabaja? Se supone que el gobierno tiene razonables y sesudos
asesores que entienden el proceso y lo manejan conforme a sus intereses, se
supone. Dejemos que pase el tiempo, parecen decir…, hasta que aparezca la rabia
en el Marañón. ¿Qué harían esos razonables y sesudos asesores? [Los resultados
de contaminación se presentaron en Lima en enero, las declaratorias de
emergencia en mayo. No parece que haya mucha celeridad, léase interés].
©
Parroquia Santa Rita de Castilla, 2014
El lenguaje neutro de las normas y leyes no permite que asome, ni
por un resquicio, el sufrimiento. Este lenguaje indoloro esconde la realidad,
la oculta, la opaca, la encubre. Palabras escogidas, que agrupadas en frases,
desdibujan la realidad. De esta manera nos encontramos con la sorpresa:
“enfermedades de origen hídrico”. Y nuestra mente queda en blanco con esta
terminología. Nos negamos a avanzar porque nos imaginamos lo que sigue.
Preferimos detener el aliento y escrutar lo que se avecina. El texto cita
únicamente las enfermedades diarreicas. Y aquí se desata la cólera. ¿No
habíamos quedado que las aguas del Marañón tienen hierro, aluminio, manganeso,
arsénico, cromo…, por citar únicamente los elementos encontrados por DIGESA (Dirección
General de Salud)? ¿Pretenden decirnos que el mayor problema de estos metales
pesados son las diarreas? Nuestra abuelita nos contaba mejores cuentos.
Con estos presupuestos ya podemos comprender el deslizamiento
hacia la instalación de “módulos de tratamiento de agua para consumo humano”.
¿Nos podrían decir cómo piensan limpiar el hierro, aluminio, manganeso,
arsénico, cromo… en el agua de consumo humano?
Si no fuera suficiente, aún afirman que esta declaratoria de
emergencia sanitaria tiene un plazo de 180 días. Y de nuevo nos quedamos
estupefactos (turulatos era la palabra que se quedó pegada en nuestra lengua). De
nuevo, con estos presupuestos, lo único en mente es la instalación de los
módulos esos. Si la contaminación existente persistirá por décadas, ¿se tendrán
en cuenta medidas a largo plazo? Parecen estar ausentes. Desmemoriados y
asépticos no parecen imaginar qué pasará después. Caperucita roja guarda mejor
la tensión narrativa. ¿Y hacia atrás? ¿Qué ha pasado durante estas cuatro
décadas? ¿Nos podrían decir qué va a suceder con las personas que, habiendo
bebido el agua contaminada del Marañón, han muerto durante este tiempo? Hay
quien pretende responder muy rápido a la contaminación: ¿y qué sucede con los muertos? Es esta pregunta
religiosa la que nos baila en la cabeza y nos da que pensar. Es esta insidiosa
y abominable pregunta la que no podemos evitar. Es esta terca, tozuda y
aturdida pregunta la que nos hace mirar los sufrimientos infligidos por
décadas. Es esta esperanzada, consoladora, alentadora y vigorizante pregunta la
que nos hace mirar a Dios para resistir la tentación y acompañar a este pueblo
asediado por la codicia de los grandes.
© Parroquia
Santa Rita de Castilla, 2014
¿Y los peces? ¿Qué pasa con los peces? Los ricos y sabrosos platos
de los kukama están llenos de contaminación. Todavía no lo ha reconocido el
Estado, porque no los han analizado. Pero si el agua está contaminada, los
peces…, por aquello de la bio-acumulación. No es necesario un derroche de
imaginación, ni de sagacidad, para percatarse de ello.
Que el Estado no tiene intención de resolver el gravísimo problema
se demuestra en que los análisis de agua se realizaron en tan solo diecisiete
comunidades del bajo Marañón. ¿Y las demás? Podemos comprender que hay que ir
despacio, poco a poco. No nos gana la impaciencia, simplemente vemos que no se
alistan para analizar el agua del resto de las más de cien comunidades del bajo
Marañón, ni los análisis de peces, o de personas en su vertiente de cabello,
orina y sangre. Da la impresión que ya está todo resuelto, cuando simplemente
es el inicio. Pretenden cerrar la puerta antes de haberla abierto. O mejor:
intentaron abrirla un poco, se asustaron y pretenden cerrarla a cal y canto,
para que no entre el aire fresco de la verdad.
Una curiosidad. Un documento de la Oficina Nacional de Diálogo y
Sostenibilidad de la
Presidencia del Consejo de Ministros inicia con una oración a
San Judas Tadeo. Nos parece curioso. En ella se le pide a Dios: “aleja a mis
enemigos en el nombre de Jesús”. No es este el momento de hermenéuticas, pero
nos parecen más adecuados los textos evangélicos: “amen a sus enemigos” (Mt 5,
44). Y nos adherimos a la intuición expresada por el papa Francisco: “el tiempo
es superior al espacio”. Desarrollar procesos es más importante que ocupar un
espacio. Y este proceso del Marañón es del todo inédito, merece ser acompañado.
NOTA: Estamos terminando un curso de presidentes comunales y nos
vamos al final de la parroquia para visitar comunidades. No nos da tiempo a
elaborar otro escrito. Así que lo adjuntamos como con calzador.
“EL PELO DE MI SEÑORA SE ESTÁ CAYENDO”
En el taller una de las intervenciones señala: “en mi comunidad a
algunas mujeres se les está cayendo el pelo, el pelo de mi señora se está
cayendo”. Otro interviniente matiza: es normal en mujeres embarazadas. Otro más
puntualiza: pero estamos hablando de mujeres que no están gestando. Continúan
las intervenciones: no sólo cuando se peinan, también cuando duermen quedan pelos
sueltos en su almohada. En ocasiones el pelo cae de raíz y en otras aparece
cortado. En el Centro de Salud les dicen que compren algunos productos
(champú…), pero a algunas mujeres se les sigue cayendo el pelo y formándose
calvas. Y preguntamos: ¿en cuántas comunidades está sucediendo? Nos encontramos
con la sorpresa que aparecen más de 10 comunidades donde se ha observado este
fenómeno. Si tenemos en cuenta que en el taller son 43 varones y 3 mujeres
percibimos que estos datos pueden ser únicamente la punta de lanza de algo más
grave.
El pelo vehicula múltiples significados. Los peinados reflejan un
sentir común. Las mujeres dedican tiempo a los peinados de ellas y de sus
hijos. En los peinados aparecen algunos peces como el shiruy o el paiche,
aparece la boa… y algunos otros animales. La contaminación reinante tiene un
componente cultural que no está siendo atendido suficientemente.
© Parroquia
Santa Rita de Castilla, 2014
Hipótesis:
- los
niveles de stress se están disparando. Las mujeres están siendo afectadas.
Nadie las está escuchando. Merece la pena tenerlas en cuenta, nos pueden
hacer comprender la contaminación en palabras sencillas y la gente se
puede apropiar más que con un discurso blanco. Si las mujeres tienen
niveles de stress muy altos, ¿qué sucede con los niños? ¿Qué están lactando
los infantes? La leche materna puede estar transmitiendo la pena de las
madres. Recordamos que son las mujeres las encargadas de recoger agua del
río y prepararla para tomar.
- el pelo
es uno de los lugares donde se acumula la contaminación por metales
pesados. ¿Puede ser este un motivo de la caída del pelo? Expertos hay que
puedan dilucidar esta pregunta.
¿Desde cuando ocurre esto? “Desde hace tres o cuatro años”, nos
responde uno de los presidentes comunales. Y nos viene a la imaginación, como
un rayo, el tremendo impacto causado por el derrame del 2010 y la pésima
atención del Estado. Este presidente comunal está, inconscientemente,
relacionando la caída del pelo con la toma de conciencia que se produjo en el
2010. Estos aspectos psicológicos no están siendo tenidos en cuenta y no son
efectos colaterales, son un desastre que es preferible enfrentar. La violencia
se puede desbocar hacia fuera (enfrentamientos con el Estado, petroleras). En
tal caso culparán a los indígenas de los desmanes. Pero puede vehicularse hacia
adentro (borracheras, malos tratos, suicidios…) y entonces el Estado permanece
impasible. En ambos casos pierde el pueblo kukama.
Por eso es del todo urgente y necesario un taller con las mujeres
de Huaynakana Kamatahuarakana para abordar estos y otros aspectos.
P. Miguel Angel Cadenas
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón
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