San Agustín
Cuantos intérpretes católicos de los libros divinos del
Antiguo y Nuevo Testamento he podido leer, anteriores a mí en la especulación
sobre la Trinidad, que es Dios, enseñan, al tenor de las Escrituras, que el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de una misma e idéntica substancia,
insinúan, en inseparable igualdad, la unicidad divina, y, en consecuencia, no
son tres dioses, sino un solo Dios. Y aunque el Padre engendró un Hijo, el Hijo
no es el Padre; y aunque el Hijo es engendrado por el Padre, el Padre no es el
Hijo; y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, sino el Espíritu del
Padre y del Hijo, al Padre y al Hijo coigual y perteneciente a la unidad trina.
Sin embargo, la Trinidad no nació de María Virgen, ni fue
crucificada y sepultada bajo Poncio Pilato, ni resucitó al tercer día, ni subió
a los cielos, sino el Hijo solo: ni descendió la Trinidad en figura de paloma
sobre Jesús el día de su bautismo14; ni en la solemnidad de Pentecostés,
después de la ascensión del Señor, entre viento huracanado y fragores del
cielo, vino a posarse, en forma de lenguas de fuego, sobre los apóstoles, sino
sólo el Espíritu Santo15. Finalmente, no dijo la Trinidad desde el cielo: Tú
eres mi Hijo, cuando Jesús fue bautizado por Juan, o en el monte cuando estaba
en compañía de sus tres discípulos, ni al resonar aquella voz: Le he glorificado
y lo volveré a glorificar, sino que era únicamente la voz del Padre, que
hablaba a su Hijo, si bien el Padre, el Hijo y ni Espíritu Santo sean
inseparables en su esencia y en sus operaciones. Y ésta es mi fe, pues es la fe
católica.
De Trinitate Libro I, Cap IV, 7
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