San Agustín
En vista de ello decidí aplicar mi ánimo a las
Santas Escrituras y ver qué tal eran. Mas he aquí que veo una cosa no hecha para
los soberbios ni clara para los pequeños, sino a la entrada baja y sublime en
su interior y velada de los misterios, y yo no era tal que pudiera entrar por
ella o agachar la cabeza a su ingreso. Sin embargo, al fijar la atención en
ellas, no pensé entonces lo que ahora digo, sino simplemente me parecieron
indignas de parangonarse con la majestad de los escritos de Tulio. Mi hinchazón
rechazaba su estilo y mi mente no penetraba su interior. Con todo, ellas eran
tales que habían de crecer con los pequeños; mas yo me negaba a ser pequeño e,
hinchado de soberbia, me creía grande.
Confesiones III, V, 9
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