San Fulgencio de Ruspe
Sermón 3, 13. 5-6
Ayer celebramos el nacimiento
temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su
soldado.
Ayer nuestro Rey, revestido con el
manto de nuestra carne y saliendo del recinto del seno virginal, se dignó
visitar el mundo; hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su cuerpo,
triunfador, ha emigrado al cielo.
Nuestro Rey, siendo la excelsitud
misma, se humilló por nosotros; su venida no ha sido en vano, pues ha aportado
grandes dones a sus soldados, a los que no sólo ha enriquecido abundantemente,
sino que también los ha fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el
don de la caridad, por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza
divina
Ha repartido el don que nos ha
traído, pero no por esto él se ha empobrecido, sino que, de una forma
admirable, ha enriquecido la pobreza de sus fieles, mientras él conserva sin
mengua la plenitud de sus propios tesoros.
Así, pues, la misma caridad que
Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al
cielo. La caridad, que precedió en el Rey, ha brillado a continuación en el
soldado.
Esteban, para merecer la corona que
significa su nombre, tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas
partes. Por la caridad de Dios, no cedió ante los judíos que lo atacaban; por
la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo lapidaban. Por la caridad,
argüía contra los que estaban equivocados, para que se corrigieran; por la
caridad, oraba por los que lo lapidaban, para que no fueran castigados.
Confiado en la fuerza de la caridad,
venció la acerba crueldad de Saulo, y mereció tener en el cielo como compañero
a quien conoció en la tierra como perseguidor. La santa e inquebrantable
caridad de Esteban deseaba conquistar orando a aquellos que no pudo convertir
amonestando.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban,
y con Esteban goza de la caridad de Cristo, triunfa con Esteban, reina con
Esteban; pues allí donde precedió Esteban, martirizado por las piedras de
Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de Esteban.
¡Oh vida verdadera, hermanos míos,
en la que Pablo no queda confundido de la muerte de Esteban, en la que Esteban
se alegra de la compañía de Pablo, porque ambos participan de la misma caridad!
La caridad en Esteban triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió
la multitud de sus pecados, pues en ambos fue la caridad respectiva la que los
hizo dignos de poseer el reino de los cielos.
La caridad es la fuente y el origen
de todos los bienes, egregia protección, camino que conduce al cielo. Quien
camina en la caridad no puede temer ni errar; ella dirige, protege, encamina.
Por todo ello, hermanos, ya que
Cristo construyó una escala de caridad, por la que todo cristiano puede
ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitadla mutuamente unos
con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección.
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