Francisco Javier Bernad Morales
Tabor
se había convertido en un centro de atracción al que acudían siervos,
campesinos, criados y hasta pequeños nobles empobrecidos. Allí, bajo la
dirección de clérigos milenaristas encabezados por Martín Huska, se constituyó
una sociedad en la que estaba proscrita la propiedad privada y en la que el
pueblo elegía a los magistrados encargados de repartir, según las necesidades,
los recursos disponibles. También la Iglesia experimentó una notable
transformación. En primer lugar, el puesto de obispo se hizo electivo, si bien
solo los sacerdotes tenían en este caso derechos electorales; pero pronto las
cosas fueron más allá, pues tendió a borrarse la diferencia entre laicos y
eclesiásticos, ya que se consideró que la ordenación carecía de importancia
frente al hecho de vivir de acuerdo con Cristo[1].
En consecuencia, todos los fieles podían administrar los sacramentos. Ya en la
primavera de 1420 este modelo revolucionario de administración se extendió a
Pisek y Vodnany. Nicolás de Hus[2],
nombrado hetmán (comandante) del ejército taborita, entendía su misión como una
guerra santa contra los pecadores, en la que no cabía tomar botín ni hacer
prisioneros.
Como es
lógico, la nobleza y la burguesía praguense intentaron enseguida marcar
distancias con el radicalismo de Tabor. Con este objetivo, ya en 1420,
plasmaron su programa por escrito en los llamados cuatro puntos de Praga:
libertad de predicación, comunión bajo las dos especies, pobreza de los
clérigos y castigo de los pecados públicos por el poder civil. Sin embargo, la
actitud del rey Segismundo, quien solo veía en unos y otros a súbditos rebeldes,
y del papa Martín V, que llamó a la cruzada contra los herejes, propició una
alianza entre los moderados, conocidos como utraquistas, y los revolucionarios
taboritas. El 14 de julio, en la colina de Vítkov de Praga, los husitas,
mandados por Juan Zizka, alcanzaron la primera victoria sobre los cruzados.
Zizka[3],
que pronto se convirtió en un rival de Nicolás de Hus, al contrario que este,
no parecía influido por el milenarismo y respetaba la vida de los prisioneros,
así como permitía a sus hombres apoderarse del botín en lugar de destruirlo.
Llegó incluso a pactar treguas con el enemigo. Tras consolidar su prestigio con una serie de victorias en el sur de
Bohemia que le llevaron a ocupar diversas ciudades y castillos, se enfrentó con
los sacerdotes taboritas al proponer que se ofreciera el trono al rey de
Polonia. La muerte repentina de Nicolás de Hus evitó un choque entre ambos.
Después de la victoria de Praga, los sospechosos de apoyar el
catolicismo fueron expulsados de la ciudad, en tanto que sus bienes quedaban
confiscados. Sin embargo, estos no pasaron a engrosar una caja común, como era
el deseo de los taboritas, sino que aumentaron la riqueza de los dirigentes
utraquistas. Con ocasión de la discusión sobre los cuatro puntos, con la finalidad de establecer un programa común, la tensión
entre ambos sectores subió de tono, ya que los radicales pretendieron incluir
entre los pecados mortales que debían ser castigados por la autoridad civil,
los vestidos suntuosos, la embriaguez y los abusos en el comercio. Exigieron,
asimismo, que la Ciudad Vieja, donde se hallaba la universidad y dominaban los
utraquistas, fuese gobernada según la autoridad de la Biblia. Tras numerosos
incidentes, el 22 de agosto, los taboritas abandonaron Praga, frustrados por no
haber podido imponer sus concepciones.
[1] MACEK,
Joseph, La revolución husita, Madrid,
Siglo XXI, 1975, p. 111
[2] No tenía ningún parentesco con
Jan Hus.
[3] Miembro de la pequeña nobleza,
había participado como mercenario en los enfrentamientos entre distintos bandos
señoriales, y luego se había unido al ejército polaco de Ladislao Jagellón en
su lucha contra los Caballeros Teutónicos.
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