Benedicto XVI
La Iglesia fija su mirada en la
celestial Madre de Dios, que estrecha entre sus brazos al Niño Jesús, fuente de
toda bendición. "Salve, Madre santa —canta la liturgia—: tú has dado a luz
al Rey que gobierna el cielo y la tierra por los siglos de los siglos". En
el corazón maternal de María resonó, colmándolo de asombro, el anuncio de los
ángeles en Belén: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres
que él ama" (Lc 2, 14). Y el evangelio añade que María "conservaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón" (Lc 2, 19). Como ella,
también la Iglesia conserva y medita la palabra de Dios, confrontándola con las
diversas y cambiantes situaciones que encuentra a lo largo de su camino. contemplando
a Cristo, que vino a la tierra para darnos su paz, celebramos en el primer día
del año la Jornada mundial de la paz, que se inició por voluntad del Papa Pablo
VI. En mi Mensaje para esta ocasión, he querido proponer un tema recurrente en
el magisterio de mis venerados predecesores, desde la memorable encíclica Pacem
in terris del beato Papa Juan XXIII, el tema de la verdad como fundamento de
una auténtica paz: "En la verdad, la paz". Este es el lema que
propongo a la reflexión de todas las personas de buena voluntad. Cuando el
hombre se deja iluminar por el resplandor de la verdad, se transforma
interiormente en un valiente artífice de la paz. El tiempo litúrgico que estamos
viviendo nos da una gran lección: para acoger el don de la paz, debemos
abrirnos a la verdad que se reveló en la persona de Jesús, el cual nos enseñó
el "contenido" y a la vez el "método" de la paz, es decir,
el amor. En efecto, Dios, que es el Amor perfecto y subsistente, se reveló en
Jesús asumiendo nuestra condición humana. De este modo también nos indicó el camino
de la paz: el diálogo, el perdón y la solidaridad. He aquí el único camino que
lleva a la verdadera paz. Volvamos nuestra mirada a María santísima, que hoy
bendice al mundo entero mostrando a su Hijo divino, el "Príncipe de la
paz" (Is 9, 5). Con confianza invoquemos su poderosa intercesión, para que
la familia humana, abriéndose al mensaje evangélico, viva en la fraternidad y
en la paz el año que hoy comienza. Con estos sentimientos, dirijo a todos los
presentes en la plaza de San Pedro y a los que están en conexión mediante la radio
y la televisión, mis más cordiales
deseos de paz y de bien.
Domingo 1 de enero de 2006. Solemnidad de Santa María Madre de Dios. XXXIX Jornada Mundial de la Paz.
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