San Policarpo
Policarpo y los
presbíteros que están con él a la Iglesia Dios que vive como forastera en
Filipos: Que la misericordia y la paz, de parte de Dios todopoderoso y de
Jesucristo, nuestro salvador, os sean dadas con toda plenitud.
Sobremanera me
he alegrado con vosotros, en nuestro Señor Jesucristo, al enterarme de que
recibisteis a quienes son imágenes vivientes de la verdadera caridad y de que
asististeis, como era conveniente, a quienes estaban cargados de cadenas dignas
de los santos, verdaderas diademas de quienes han sido escogidos por nuestro
Dios y Señor. Me he alegrado también al ver cómo la raíz vigorosa de vuestra
fe, celebrada desde tiempos antiguos, persevera hasta el día de hoy y produce
abundantes frutos en nuestro Señor Jesucristo, quien, por nuestros pecados,
quiso salir al encuentro de la muerte, y Dios lo resucitó, rompiendo
las ataduras de la muerte. No lo veis, y creéis en él con un gozo inefable y
transfigurado, gozo que muchos desean alcanzar, sabiendo como saben
que estáis salvados por su gracia, y no se debe a las obras, sino a
la voluntad de Dios en Cristo Jesús.
Por eso, estad
interiormente preparados y servid al Señor con temor y con verdad, abandonando la vana palabrería y los errores del vulgo y creyendo
en aquel que resucitó a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y le dio
gloria, colocándolo a su derecha; a él le fueron sometidas todas las
cosas, las del cielo y las de la tierra, y a él obedecen todos cuantos tienen
vida, pues él ha de venir como juez de vivos y muertos, y Dios pedirá cuenta de
su sangre a quienes no quieren creer en él.
Aquel que lo
resucitó de entre los muertos nos resucitará también a nosotros, si cumplimos
su voluntad y caminamos según sus mandatos, amando lo que él amó y
absteniéndonos de toda injusticia, de todo fraude, del amor al dinero, de la
maldición y de los falsos testimonios, no devolviendo mal por mal, o
insulto por insulto, ni golpe por golpe, ni maldición por maldición,
sino recordando más bien aquellas palabras del Señor, que nos enseña: No
juzguéis, y no os juzgarán; perdonad, y seréis perdonados; compadeced, y seréis
compadecidos. La medida que uséis la usarán con vosotros. Y: Dichosos
los pobres y los perseguidos, porque de ellos es el reino de Dios.
Carta de San Policarpo a los Filipenses
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