29 junio 2013

Vivir la propia vocación

 Pablo VI, Encíclica Ecclesiam suam I, La conciencia, 20

La Iglesia tiene necesidad de reflexionar sobre sí misma, tiene necesidad de sentirse vivir. Debe aprender a conocerse mejor a sí misma si quiere vivir la propia vocación y ofrecer al mundo su mensaje de fraternidad y de salvación. Tiene necesidad de experimentar a Cristo en sí misma, según las palabras del apóstol Pablo: Habite Cristo por la fe en vuestros corazones ( Eph 3, 17). Es de todos  conocido que la Iglesia está inmersa en la humanidad, forma parte de ella, de ella saca sus miembros, de ella deriva preciosos tesoros de cultura, sufre sus vicisitudes históricas, favorece sus éxitos. Ahora bien, es igualmente conocido que la humanidad en este tiempo está en vía de grandes transformaciones, trastornos y desarrollos, que cambian profundamente no sólo sus maneras exteriores de vivir, sino también sus modos de pensar. Su pensamiento, su cultura, su espíritu, se ven íntimamente modificados, ya por el progreso científico, técnico y social, ya por las corrientes del pensamiento filosófico y político que invaden y atraviesan. Todo ello, como las olas de un mar, envuelve y sacude a la propia Iglesia. El espíritu de los hombres que a ella se confían está fuertemente influenciado por el clima del mundo temporal; de tal manera, que un peligro como de vértigo, de aturdimiento, de extravío, puede sacudir su misma solidez e inducir a muchos a aceptar los más extraños pensamientos, como si la Iglesia debiera renegar de sí misma y adoptar novísimas e impensadas formas de vida.



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