14 junio 2012

El balcón de Sócrates

Francisco Javier Bernad Morales

Hace ya tiempo, publiqué esta recensión en Estudio Agustiniano

BARRIO, José María, El balcón de Sócrates, Rialp, Madrid, 2009, 19 x 12, 136 pp.

Nos encontramos ante una breve, pero intensa reflexión sobre la educación, en torno a un argumento expresado con toda claridad desde la introducción: “es imposible educar desde la actitud del relativismo escéptico” (p. 11). Desarrolla el autor la idea, basada en el modelo socrático, que ve la educación como fruto de un diálogo significativo, que permite un acercamiento a la verdad. En contraposición, las actitudes relativistas, conciben el diálogo como una transacción entre diferentes posturas en que cediendo cada uno en sus posiciones, se puede llegar a determinados compromisos. Es fácil objetar que si no existe una verdad objetiva, si no hay ningún criterio externo con el que determinar que unos conceptos son más correctos que otros, se destruye no solo la posibilidad de una educación en el sentido socrático, sino que incluso el pretendido compromiso resulta imposible, pues este no será otra cosa que la imposición de los prejuicios del más fuerte, del que con mayor firmeza y determinación se aferre a sus ideas. El balcón de Sócrates a que se refiere el título, queda así sustituido por el balcón de Pilato, aquel al que se asomó el procurador de Judea para lavarse las manos tras haberle preguntado a Cristo: “¿Qué es la verdad?”. Si no hay una verdad que descubrir, solo existen opiniones, y no es posible aseverar que la del maestro valga más que la del alumno, ya que ni siquiera cabe imaginar que la vida del justo sea más preciosa que la del criminal: la multitud, con su griterío, queda como único juez.

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