Hace ya tiempo, publiqué esta recensión en Estudio Agustiniano
BARRIO, José
María, El balcón de Sócrates, Rialp, Madrid,
2009, 19 x 12, 136 pp.
Nos
encontramos ante una breve, pero intensa reflexión sobre la educación, en torno
a un argumento expresado con toda claridad desde la introducción: “es imposible
educar desde la actitud del relativismo escéptico” (p. 11). Desarrolla el autor
la idea, basada en el modelo socrático, que ve la educación como fruto de un
diálogo significativo, que permite un acercamiento a la verdad. En
contraposición, las actitudes relativistas, conciben el diálogo como una
transacción entre diferentes posturas en que cediendo cada uno en sus
posiciones, se puede llegar a determinados compromisos. Es fácil objetar que si
no existe una verdad objetiva, si no hay ningún criterio externo con el que
determinar que unos conceptos son más correctos que otros, se destruye no solo
la posibilidad de una educación en el sentido socrático, sino que incluso el
pretendido compromiso resulta imposible, pues este no será otra cosa que la
imposición de los prejuicios del más fuerte, del que con mayor firmeza y
determinación se aferre a sus ideas. El balcón de Sócrates a que se refiere el
título, queda así sustituido por el balcón de Pilato, aquel al que se asomó el
procurador de Judea para lavarse las manos tras haberle preguntado a Cristo:
“¿Qué es la verdad?”. Si no hay una verdad que descubrir, solo existen
opiniones, y no es posible aseverar que la del maestro valga más que la del alumno,
ya que ni siquiera cabe imaginar que la vida del justo sea más preciosa que la
del criminal: la multitud, con su griterío, queda como único juez.
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