Pienso que a pesar del tiempo transcurrido desde que escribí esta recensión para Estudio Agustiniano, su contenido no ha perdido actualidad.
MARDONES, José
M., REYES MATE (Ed.), La ética ante las
víctimas. Anthropos, Barcelona, 2003, 20 x 13 cm, 271 pp.
Recoge este
libro un conjunto de artículos cuyo denominador común es el intento de ofrecer,
en una línea inspirada básicamente en Levinas y en Adorno, una fundamentación
heterónoma de la ética. Frente a la tradición kantiana, propugnan los autores
una ética desarrollada a partir de la experiencia del mal. Un mal cuya
expresión arquetípica es el Holocausto, simbolizado en Auschwitz —de donde el
imperativo categórico formulado por Adorno: “Que Auschwitz no se repita”—, pero
cuya realidad informa toda la historia humana, edificada sin excepción sobre el
sufrimiento de las víctimas y sobre su olvido. Los relatos de los
supervivientes de los campos coinciden en la dificultad para comunicar su
experiencia a los que han permanecido fuera y en la incapacidad de estos para
escucharlos. No se trata simplemente de que el horror resulte inasimilable,
sino de que, tras la catástrofe, es preciso restaurar el mundo,
reintroducir en él la racionalidad. Para
eso basta el castigo de los culpables, pero este no es capaz de reparar el
sufrimiento infligido a las víctimas, que continúan, con su mera existencia,
poniendo en cuestión la justicia de los vencedores. Sobre aquellas pesa una
nueva condena: la de ser borradas de la memoria, la de ser de nuevo sacrificadas,
para impedir que su mirada turbe nuestro recobrado sosiego. No es necesario
retroceder en el tiempo para comprobar la incomodidad generada por unas
víctimas a las que a menudo se intenta responsabilizar de su desgracia o
reducir al nivel de efectos secundarios o, en expresión de moda, daños
colaterales del proceso histórico.
Si bien el libro mantiene una gran
unidad, al tratarse de una colección de artículos de diferentes autores, son
inevitables desniveles en calidad e interés entre las distintas aportaciones.
Destacan sobre el conjunto los firmados por Mardones, Reyes Mate, Bárcena y
Mèlich, todos ellos dotados de una gran claridad expositiva y una rigurosa fundamentación.
Otros, como el de Sirio López Velasco, parecen más cuestionables, por cuanto en
ellos se percibe un aliento utópico que no deja de ser inquietante en un mundo
en el que sabemos, pues lo hemos experimentado, que nada causa tantas víctimas
y tanto sufrimiento como la convicción de que es posible edificar Utopía —no un
mundo mejor, anhelo en el que todos coincidimos, sino una sociedad perfecta— y
la voluntad de construirla.
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