Retomo una recensión que publiqué hace tiempo en Estudio Agustiniano.
MUÑOZ GARCÍA, Juan José, Cine y misterio humano. Rialp, Madrid, 2003, 13,5 x 20, 285 pp.
Parte el autor
de la consideración de que en la actualidad nuestro conocimiento del ser humano
se forja en gran medida a través del cine. La contemplación de películas
tendría, pues, un papel socializador análogo al que en otras épocas
desempeñaron el teatro, la novela o el cuento; en suma, los relatos —de los que
el cine no es sino una modalidad— por medio de los cuales, los seres humanos
hemos aprendido siempre a situarnos en el mundo y a interrogarnos sobre el
sentido de nuestra vida. Juan José Muñoz nos conduce a una interesante
reflexión sobre la felicidad, el dolor, el sacrificio y la trascendencia, en
que, apoyado en ejemplos tomados de gran número de películas, por lo general
recientes — escasean las referencias, con destacadas excepciones como Ciudadano
Kane, a las que podríamos llamar clásicas—, muestra de una manera sólida y
convincente el rechazo a interpretaciones reduccionistas del ser humano, como
aquellas que, revestidas de un barniz falsamente científico, pretenden
reducirlo a mero producto de una combinación de genes o de influencias
sociales, desprovisto, por tanto, de libertad y de responsabilidad.
El buen cine, al igual que la buena
literatura, nos sitúa ante personas reales, capaces de dudar, de sufrir y de
amar. Por eso enriquece nuestro conocimiento del ser humano. Las peripecias de
Guido en La vida es bella, pueden ser inverosímiles, o cuando menos, muy
poco probables, y sin embargo, él es capaz de despertar nuestra admiración y de
conmovernos en su heroica lucha por proteger a su hijo de una realidad terrible
que, sin su imaginación y voluntad sería totalmente desesperanzadora. Por el
contrario, el mal cine nos presenta personajes carentes de profundidad, cuyas
reacciones son totalmente previsibles. Rambo o Torrente solo como
contraejemplos podrían ilustrar una reflexión sobre la naturaleza humana.
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