P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón
Mayo 2014 pasará a la historia del bajo Marañón
como una fecha fatídica: lo rotura del Oleoducto Nor-peruano a la altura de la
quebrada Cuninico. La población afectada corresponde al pueblo kukama de los
distritos de Urarinas, Parinari y Nauta, en la provincia y departamento de
Loreto, en el área de amortiguamiento de la Reserva Nacional Pacaya
Samiria. Lo acontecido en Cuninico nos invita a la reflexión.
Ya hemos anotado en crónicas anteriores que las
personas que se sumergieron en el crudo, para levantar el “pórtico”, lo hacían
sin ninguna protección especial. Hubo quien, para preservar la ropa, se
zambulló en el crudo en calzoncillos. Al terminar la tarea pudo usar su ropa y
regresar tranquilamente a casa. [Más despacio: con dolores de cabeza, espalda,
cuerpo, diarreas, incluso orinando sangre; expuestos, además, a algún tipo de
cáncer]. Y aquellos que no quisieron sacar su ropa tuvieron que regresar a casa
en calzoncillos, para vergüenza propia.
Los calzoncillos son una forma extrema de la
relación entre público y privado. Es frecuente ver hombres con el torso
desnudo. Suelen hacerlo para refrescarse o en determinados trabajos. No solo
está permitido, sino incluso bien visto para no malograr la ropa y como una
forma de exposición corporal. Pero nunca se verá a hombres en calzoncillos en
espacios públicos, excepto a la hora del baño, sobre todo varones mayores, dado
que los jóvenes utilizan truzas. El baño es un acto privado donde nadie se debe
entrometer ni molestar. Por tanto, ocupar el espacio público en calzoncillos es
una falta de respeto y una vergüenza. Forzar a una persona a llegar a su casa
en calzoncillos es una forma extrema de utilización del espacio público como si
fuera un espacio privado. El mundo al revés.
©
Parroquia Santa Rita de Castilla, julio 2014
P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón
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