Yo quiero despertar vocaciones para que la gente se haga voluntaria.
Ser voluntario es entrar en la calle, en la casa, en el hospital, en la cárcel, en el pueblo y en la aldea donde hay un ser que sufre.
Ser voluntario es entrar con el corazón, en el corazón del que lo pasa mal.
Cuando un voluntario visita a alguien que está solo, le cura la soledad; cuando le habla, le ayuda, le escucha y le siente, El solitario mejora de la soledad, que es (junto a otras) la enfermedad de los ancianos.
Se sabe que el voluntario va a trabajar gratis, no a ganar nada. Yo quiero negar esto. El voluntario va a ganar muchísimo; va a ganar el placer de ser útil, la risa de un anciano, la sonrisa de un enfermo, el abrazo de un niño sin padres, la amistad de un paralítico o el cariño de un preso.
El joven voluntario deja voluntariamente de ir a la discoteca, a la barra, para ir desde la silla a la cama con un minusválido en brazos. ¡Qué bella escena! Hacerse voluntario también es salvarse del aburrimiento que acecha, salvarse de lo vulgar, de lo material, y os hace sentir que sois útiles, que sois solidarios, que sois amorosos, que sois importantes, que sois una aspirina inmensa, que quien os "cate" se cura.
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