20 septiembre 2014

¿Estado de excepción? Cuninico en el corazón

P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón
                                                                                                                 
En mayo 2014 la rotura del Oleoducto Nor-peruano a la altura de la quebrada Cuninico afectó a la población kukama de los distritos de Urarinas, Parinari y Nauta, en la provincia y departamento de Loreto, en el área de amortiguamiento de la Reserva Nacional Pacaya Samiria. Este acontecimiento nos estimula a la siguiente reflexión.

Hemos pensado que en el fondo hay un problema de discriminación brutal: no somos ciudadanos. Por tanto, no podemos tomar decisiones por nosotros mismos, ni contribuir a los debates donde se toman tales decisiones, no somos tomados en cuenta. Sin embargo, vamos a dar una vuelta de tuerca más, apurando el argumento hasta su raíz.

No ha faltado quien hablando del refugiado percibe una ruptura entre el hombre y el ciudadano que trasluce la crisis del Estado-nación. De esta manera ha surgido una “masa residente estable de no-ciudadanos” que los Estados ni gestionan ni administran, mientras el capital se sirve de ellos como mano de obra barata. Esto nos da pie a nosotros para pensar que la “narrativa de la negación” utilizada por los criollos en la independencia del Perú fue una coartada perfecta para excluir a los indígenas. Esta ausencia de los indígenas nos permite comprender que el fallo no es sobre el ser ciudadano, sino sobre el mismo concepto de persona. No se trata únicamente de incorporar a los indígenas a la ciudadanía, sino de cuestionar la misma noción de persona.

Para los occidentales la persona es un animal con la posición erguida, la mano prensil y un mayor tamaño y complejidad del cerebro, entre otros. Sin embargo, para los indígenas la persona puede ser gente como nosotros, espíritu o animal, todo a la vez o simultáneamente. Las relaciones sociales configuran el tipo de persona que soy: si me relaciono preferentemente con espíritus, terminaré convirtiéndome en un espíritu, previa transformación pasando por la muerte. Si me relaciono con los animales acabaré por convertirme en un animal. Ahí están los relatos de personas que han sido robados por la huangana. Otro ejemplo de lo mismo son las narraciones de cazadores que, al momento de disparar a la presa, escuchan: “no dispares, soy gente”. De igual manera un afecto jaguar puede hacer de mi que me convierta en un jaguar…

Por su parte los indígenas consideran que ser persona depende de categorías como la cercanía, las relaciones sexuales y el compartir la comida, entre otras. Estas tres experiencias básicas definen qué clase de persona soy: gente, animal o espíritu. La cercanía no es únicamente compartir el mismo espacio, por reducido que sea. La cercanía implica contacto, pero también, y sobre todo, afecto. De ahí que sea tan importante extraer los piojos: es una forma de afectividad que vehicula, por si fuera poco, el pensamiento. Las relaciones sexuales se producen en la intimidad y estrechan los lazos de la pareja. Son marcas de una persona sobre otra. La pareja no está hecha, sobre todo los primeros años, hay que construirla y las relaciones sexuales ayudan en esta construcción. De igual manera la comida. Comer con alguien o compartir la comida con alguien implica familiaridad, cariño. Alimentar a alguien es un antídoto poderoso contra el olvido.

Los ingenieros de Petroperú mantienen la proximidad física, no les queda más remedio, no tanto el afecto. La rotación continua de ingenieros evita este contacto reiterado y estimación. Incluso algunas compañías aconsejan cierto desapego para evitar problemas. Desconocemos en este sentido los códigos que maneja Petroperú. Esperemos que eviten las relaciones sexuales. Y de darse, no dejamos de señalar que se producen relaciones de poder en ellas: étnicas, de género, status… Comprobaremos posteriormente si nacen niños cuyos padres no los quieren reconocer. Y la comida, los ingenieros de Petroperú comerán latas de atún…, pero a los indígenas se les indigestan y les hacen daño en forma de alergias. Mientras que su comida preferida, el pescado, tendrá que ser evitado mucho más allá de la permanencia de Petroperú en la comunidad. Esta forma de comer diferente no genera simpatía, cercanía, familiaridad, cariño, ni afecto, sino olvido. Y tal vez se trate de eso, de olvidar. Los ingenieros de Petroperú podrán fácilmente olvidarse cuando salgan de la zona. A los indígenas les costará más tiempo y esfuerzo olvidarse de un daño que les han causado e impactado fuertemente en su economía, parentesco y vida. Aunque fácilmente podrán olvidarse de los ingenieros que rehuyeron lazos más estrechos para evitar mayores compromisos.

Regresando a la idea del Estado-nación[1] procedente de una “narrativa de la negación”, que, con procedimientos jurídicos, en la práctica, excluye a los indígenas, más aún a las mujeres indígenas. De ahí, que no haya habido una supervisión del trabajo realizado por Petroperú en Cuninico hasta que el programa Panorama no destapó graves irregularidades. Cuando no se pudo ocultar el escándalo y “los ciudadanos” estaban indignados de lo sucedido con los indígenas es que el Estado-nación comienza a actuar. Esperemos que sea con contundencia. Pero hay más ejemplos. Un fiscal, en los primeros días de conocido el derrame, tuvo el atrevimiento de dirigirse a la población de Cuninico, que esperaba su orientación, con las siguientes palabras: “yo he venido a supervisar, no he venido a escucharles a ustedes”. ¿No les parece que con este comportamiento está haciendo méritos para su ascenso? Miembros de la OEFA (Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental), en su primer viaje, pasean por la comunidad de Cuninico sin identificarse, como quien pasea por su casa. Este comportamiento es especialmente grave en pueblos indígenas donde lo primero que debe hacer una persona es identificarse y explicar los motivos de su visita. Estos y otros destellos de soberbia, altanería y vanidad propios del Estado no están fuera de lugar sino que retratan perfectamente la crisis en la que estamos inmersos: la exclusión de los pueblos indígenas en este Estado-nación.

Apurando un poco más, y esperemos que no se les indigeste. ¿No queda en entredicho el Estado de derecho cuando se envía a los trabajadores a sumergirse dentro del crudo sin ninguna protección especial, por ocho horas diarias durante varios días, desconociendo las leyes laborales? Insistimos, ¿no queda en entredicho el Estado de derecho cuando algunos de esos trabajadores, siendo menores de edad, con conocimiento de Petroperú, son enviados a ese trabajo peligroso? ¿No generan estos comportamientos anomia? ¿Y no es la pulsión anómica una de las características del Estado de excepción? Dejamos constancia, aunque sea como interrogante.

Apostilla: la serie de normativas, hace poco aprobadas, para fortalecer la inversión no es sino una forma de “desnacionalización”: poner el orden jurídico nacional al servicio de los capitales transnacionales. Otra manera de atacar la idea de Estado-nación, esta vez desde el propio Estado, por implosión.



© Parroquia Santa Rita de Castilla, julio 2014

P. Miguel Ángel Cadenas     
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla                              
Río Marañón              



[1] En realidad cada pueblo indígena amazónico es una nación, por lo tanto habría que matizar y hablar de un Estado y varias naciones. En la práctica el Estado peruano se presenta como un Estado-nación, desconociendo las singularidades propias y negando las naciones en su interior. Sin embargo, para nuestro argumento no es necesario en este momento mayor desarrollo de este tema.

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