Francisco Javier Bernad Morales
Denominamos
gnosticismo a un conjunto de sistemas filosófico-religiosos que se
desarrollaron en los primeros siglos de nuestra era en lo que pudiéramos
denominar los límites del cristianismo, es decir, en la frontera, no tan nítida
como pudiera parecer a primera vista, entre este y el paganismo. Aunque no
constituyen una doctrina única, estos sistemas tienen algunos rasgos en común.
Así, oponen con distinto grado de radicalidad espíritu y materia, cargando a
esta con una fuerte connotación negativa. Debido a esta concepción, el Dios
supremo se diferencia del autor de la Creación, que no es considerada, en abierta
oposición a lo manifestado en el Génesis, como algo bueno. Tienen, por otra
parte, un carácter iniciático, ya que la verdad auténtica constituye un saber
esotérico que no debe ser comunicado más que a un grupo escogido de seguidores.
Es, por último, el conocimiento de esa verdad y no el sacrificio de la Cruz, lo
que produce la salvación.
Nuestras
fuentes para el conocimiento del gnosticismo son variadas. En primer lugar, los
escritos críticos cristianos, como, entre otros, los de Ireneo de Lyon,
Tertuliano y Orígenes, que recogen las posiciones de la Gnosis con la finalidad
de refutarlas. Son escritos polémicos, por lo cabe razonablemente la duda de si
no exageran o malinterpretan aquello que atacan. Afortunadamente, disponemos de
textos gnósticos originales, gracias sobre todo a descubrimientos efectuados
durante el siglo XX. Entre ellos cabe destacar el conjunto de papiros conocido
como biblioteca de Nag Hammadi, encontrado por unos campesinos egipcios en
1945. Están escritos en lengua copta[1]
y comprenden cincuenta y dos tratados, algunos de los cuales llevan el nombre
de evangelios: Evangelio según Tomás,
Evangelio según Felipe, Evangelio de la Verdad, Evangelio de los Egipcios,
etc.
En
ulteriores artículos me ocuparé de los diversos sistemas gnósticos. Ahora
comenzaré por una breve mención de Saturnino, uno de los primeros autores a los
que se refiere con ese calificativo San Ireneo de Lyon.
Al
parecer desarrolló su obra en tiempos del emperador Adriano (117-138) y era
originario de Antioquía (Siria). En su sistema, el mundo habría sido creado por
siete ángeles, que, a su vez, habrían recibido la existencia del dios supremo.
Estos ángeles habrían creado también al hombre, pero de manera tan torpe y con
un resultado tan imperfecto, que el dios supremo, apiadado, le envió una chispa
de vida. Entre esos ángeles, se contarían el Dios de los judíos y Satanás.
Saturnino concibe también la idea de un salvador, llamado Cristo, que habría
venido al mundo para combatir a los poderes angélicos opuestos a Dios y solo en
apariencia habría tomado cuerpo humano. En cuanto a su forma de vida, los
seguidores de Saturnino observarían una castidad rigurosa y se abstendrían del
consumo de carne.
[1] El copto es la última fase en el
desarrollo de la lengua egipcia. En la actualidad solo tiene uso litúrgico.
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