18 julio 2013

Los primeros gnósticos. Basílides

Francisco Javier Bernad Morales

De Basílides[1] y de su hijo Isidoro se han conservado algunos textos fragmentarios, lo que nos permite conocer su doctrina, al menos en parte, de primera mano. De hecho, esto plantea un interrogante, pues aquella se nos muestra notoriamente distinta de cómo nos la ha transmitido Ireneo de Lyon.  Es posible que este, al escribir hacia 180 su obra Contra las herejías, no conociera los libros de Basílides, anteriores en unos cincuenta años, y le atribuyera concepciones propias de los gnósticos de su propio tiempo.

Lo poco que ha llegado hasta nosotros, muestra que Basílides, al igual que Saturnino, diferencia entre el dios supremo y el dios de este mundo, pero no considera a este realmente malvado, sino tan solo imperfecto. De hecho, él también recibe el Evangelio y, tras una vacilación inicial, decide colaborar en la obra de salvación. En cuanto al alma humana, es de naturaleza espiritual, pero presenta unas adherencias, las pasiones, procedentes de la materia. Cree, además en la transmigración y mantiene que existe una concordancia entre el destino de los individuos y su carácter moral. Incluso los cristianos que sufren por su fe, lo hacen como castigo divino por antiguos pecados.

Muy distinta resulta la exposición de Ireneo. En ella, Basílides habría sostenido que el Padre, dios increado, habría dado lugar a cinco aspectos parciales de sí mismo: entendimiento, palabra, pensamiento, sabiduría y potencia. De la unión entre sabiduría y potencia habrían nacido otras entidades inferiores, dominadores y ángeles, en número de trescientas sesenta y cinco, que habrían creado el mundo y al hombre. Cristo habría sido enviado por el Padre para liberar a quienes creyeran en él de la violencia de los dominadores. Entiéndase que la salvación no se produce por el sacrificio de la Cruz sino por el conocimiento de la verdad, es decir, de la doctrina correcta acerca de la creación. En lugar de Cristo, habría sido crucificado Simón de Cirene, mientras que aquel, en un rasgo de humor de dudoso gusto, habría permanecido a su lado riéndose de quiénes creían darle muerte.

Los textos de Basílides no permiten calificar su doctrina de gnóstica, pues, pese a la separación entre el dios supremo y el dios creador, se mantiene alejada del dualismo. Nos hallaríamos más bien ante una síntesis entre cristianismo y platonismo. Ireneo sí nos coloca, en cambio, ante unas creencias claramente gnósticas, también imbuidas de platonismo. La idea de unas emanaciones o aspectos parciales de Dios, recuerda, por otro lado, la relación establecida en la Cábala entre Ein Sof, la divinidad en su aspecto más elevado, absolutamente trascendente, incognoscible e inexpresable, y las sefirot, a través de las cuales se muestra Dios al mundo.





[1] La exposición de las doctrinas de Basílides sigue a MARKSCHIES, Christoph, La gnosis, Barcelona, Herder, 2002.

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