De la homilía de Benedicto XVI pronunciada el 20 de febrero de 2008
“En la tradición bibliográfica, un fresco de Letrán que se remonta al siglo VI, representa a San Agustín con un libro en la mano, no sólo para expresar su producción literaria, que tanta influencia ejerció en la mentalidad y en el pensamiento cristianos, sino también para expresar su amor por los libros, por la lectura y el conocimiento e la gran cultura precedente. A su muerte, cuenta Posidio, no dejó nada, pero “recomendaba siempre que se conservara diligentemente para las futuras generaciones la biblioteca de la iglesia con todos sus códices”, sobre todo los de sus obras. En estas, subraya Posidio, San Agustín está ‘siempre vivo’ y es muy útil para quien lee sus escritos, aunque —concluye— ‘creo que pudieron sacar más provecho de su contacto los que lo pudieron ver y escuchar cuando hablaba personalmente en la iglesia, y sobre todo los que fueron testigos de su vida cotidiana entre la gente’ (Vita Augustini,31).
Sí también a nosotros nos hubiera gustado poderlo escuchar vivo. Pero sigue realmente vivo en sus escritos, está presente en nosotros y de este modo vemos también la permanente vitalidad de la fe por la que dio toda su vida."
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