29 enero 2012

Día de la paz

El día 30 de enero se celebra el día de la paz. Tal vez la mejor forma de construirla sea empezar por nuestro entorno más inmediato y por las relaciones con las personas más próximas a nosotros. Nuestra pequeña contribución a ese gran día es la selección de algunos textos de autores que han reflexionado sobre ella.

“Llegado ya Cristo a la edad adulta, ¿qué otra cosa enseñó, que otra doctrina profesó, sino la disciplina de la paz? Con agüeros de paz saluda a los suyos: “Paz para vosotros” y prescribe a los suyos esta fórmula de salutación como la única digna de cristianos. Y memoriosos los apóstoles de ese precepto, con la palabra paz inician sus epístolas; y desean la paz a quienes aman con amor excepcional. Excelente bien desea quien salud desea, pero suplica la suma de la felicidad quien la paz suplica. Luego de haberla Cristo recomendado en todo el discurso de su vida, `para mientes con cuánta solicitud la recomienda en el trance supremo de la Pasión: “Amaos-dice- los unos a los otros, como Yo os he amado. Mi paz os doy: mi paz os dejo” ¿Oísteis lo que deja a los suyos? ¿Les deja caballería? ¿Les deja escolta? ¿Les deja gobierno? ¿Les deja riquezas? Nada de todo eso. En conclusión, ¿qué les deja? Les da la paz, les deja paz, paces con los amigos, paces con los enemigos.”
ROTTERDAM, Erasmo de. Querella de la paz. Barcelona. Ed. Orbis, p.121


" Si yo pudiera dejarles algún regalo, dejaría acceso al sentimiento de amar
la vida de los seres humanos.
La consciencia de aprender todo lo que fue enseñado por los tiempos idos.
Para recordar los errores que fueron cometidos y que no se repetirán jamás.
La capacidad de escoger nuevos rumbos.
Les dejaría, si pudiera, el respeto por aquello que es indispensable:
Además del pan, el trabajo.
Además del trabajo, la acción.
Y, si todo faltara, un secreto: “El de buscar en el interior de si mismo la
respuesta y la fuerza para encontrar la salida.”



Mahatma Gandhi



"Así, la ciudad terrena, que no vive de la fe, apetece la paz terrena y fija la concordia entre los ciudadanos que mandan y los que obedecen en que sus quereres estén acordes de algún modo en lo concerniente a la vida mortal. Empero, la ciudad celestial, o mejor, la parte de ella que peregrina en este valle y vive de la fe, usa de esta paz por necesidad, hasta que pase la mortalidad, que precisa de tal paz. Y por eso, mientras que ella está como viajero cautivo en la ciudad terrena, habiendo recibido ya la promesa de su redención y el don espiritual como prenda de ella, no duda en obedecer las leyes de la ciudad terrenal que reglamentan las cosas necesarias y el mandamiento de la vida mortal. Y como ésta es común, entre las dos ciudades hay concordia con relación a esas cosas."
San Agustín, La ciudad de Dios, libro XIX, cap. XVII



Oración sencilla


Señor, hazme instrumento de tu paz;
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya desesperación,
ponga yo esperanza,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Haz que busque:
consolar, no ser consolado,
compadecer, no ser compadecido,
amar, no ser amado.
Porque es olvidándose,
como uno encuentra;
es perdonando, como uno es perdonado;
es dando, como uno recibe;
es muriendo, como uno resucita a la vida


Oración atribuida a San Francisco




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