11 enero 2012

Felices los que cantan a la vida porque sus días serán azules

Nos parece oportuno publicar este texto, pues los tiempos que corren, ciertamente, son difíciles… Está tomado del siguiente libro:

ALONSO ALONSO, Antonio Bienaventuranzas y lamentos para tiempos difíciles. Col. Nueva Alianza, nº 96 Ediciones Sígueme, Salamanca 1986.

“Y cantarán con hechos. Y cantarán con risas. Y cantarán a veces con dolor sostenido y mártir. Lo harán con una vida que puede parecerles rutina pasajera. Pero darán un testimonio de que la vida es buena, de que la tierra es don, de que el hombre vence el caos, de que lo bueno triunfará.
Sí.
Felices los que cantan a la vida; los que dicen: Aún es posible;
los que gritan: Existe el mañana; los que rezan con fe: Sálvanos;
los que recuerdan: Dios es más grande que nuestro corazón;
los que amanecen murmurando: ¡Señor, bendito seas!
Sí.
Felices. Felices los poetas esperanzados; los creadores del arte, porque ven lo bello. Los empresarios que se lanzan a la aventura de crear economía y puestos de trabajo. Los políticos que sueñan con una nueva sociedad. Los obreros que se sienten sembradores de un mundo nuevo en el surco de su quehacer diario. Las madres que acunan a sus hijos cantando nanas. Las Hermanas que sonríen en el Hospital a quien se queja sin agra­decer... Todos los que cantan a la vida que Dios hizo. Sí, felices: los ojos sin intenciones, la boca sin prejuicios, el corazón sin peso, la mente sin caminos retorcidos, los pies sin cadenas para encontrarse. A veces no se enteran ellos mismos.
Juzgan tan natural llevar en los labios la sonrisa y dar la cara al sol de mayo como al sol de otoño. Pero se enteran siempre sus vecinos; lo saben sus compañeros de trabajo. Y adivinan que detrás de su alegría está la fe. Porque, sépase o no se sepa, nadie puede sonreír si la fe falta. Pero, felices, lo sepan o lo ignoren. Porque ellos,
tienen el optimismo como actitud, tienen la esperanza como base,
tienen la apertura como norma, tienen la canción como expresión,
tienen la mirada limpia como condición, tienen la fraternidad como meta,
tienen el más allá como promesa... Y… por eso, por todo eso, sus días serán azules.
Y habrá un florido mayo ensortijado en su interior; y nidos nuevos aunque sea invierno. Y sorpresa admirada en cada luna nueva.
Claro que sí. Sus días serán azules:
incluso cuando haya nubes, su cielo tendrá soles y estre­llas. Y sabe que la aurora volverá y el mal perece;
incluso cuando llueva, sus ríos seguirán siendo de agua clara; y saben que esa lluvia hará crecer el trigo que da pan;
incluso cuando el rayo queme, su luz iluminará por un momento de belleza el mundo. Y saben que su llama purifica la sombra antes llorada;
incluso cuando el sol calcine todo habrá cerca un manan­tial sonreídor. Y saben que a su lado buscarán todos una ayuda animosa y refrescante. Ay, ¡qué falta nos estáis haciendo, los que cantáis con fe a la vida!
Pero…
¡AY DE VOSOTROS, LOS QUE MIRÁIS CON ASCO LA TIERRA, PORQUE EL CIELO QUE IMAGINÁIS NO EXISTIÓ JAMÁS!
Sí.
Ay de los que ven con asco la tierra y dramatizan sobre el barro que enloda a los humanos; los que desconfían de la her­mosa materia; los que no quieren molestarse en salvar la crea­ción y la condenan de una vez y a la primera; los que esconden prejuicios, complejos de posesión frustrada y ansias fracasadas de dominio.
Ay de vosotros, acaso con asco en el corazón, porque con asco les han mirado alguna vez; acaso porque con asco se miran a sí mismos; acaso porque tienen miedo a lo que se corrompe, sin comprender que tan sólo con la muerte nace vida.
Ay de vosotros, que dividís el universo en dos mitades, atribuyéndoos el atre­vimiento de juzgar cuál es la buena. Habéis olvidado que en esta tierra que pisó Jesús se da la salvación; que al otro lado la acera está llena de hermanos; que estáis condenando lo que no habéis conocido ni habéis amado nunca.
Ay de vosotros, porque habéis entregado el presente de Jesús a cambio de un futuro imaginario y resentido donde la vida no sería humana, ni el gozo fraternal, ni el amor cósmico. Donde la gracia de la salvación terminaría convirtiéndose en concierto de violines para espíritus desencarnados y atontados.
Ay de vosotros, porque no sabéis crear el mundo que Dios quiere; porque parecéis detestarlo, pero tratáis de apoderaros en exclusiva de sus bienes, y su materia calculada en dinero es lo que más os interesa; porque decís acaso subordinarlo todo a Dios, pero lo ponéis en la primera fila de intenciones... y en eso queda solamente; porque el cielo que imagináis no existió jamás; porque en vuestro cielo no caben los pobres que oprimis­teis si estáis los opresores; porque no es de recibo la compra-venta de tranquilidad eterna a cuenta de avemarías e indulgencias.
Ay de vosotros; en el cielo que imagináis no pueden entrar los rayos de sol, ni los besos de quienes aman, ni la belleza del humano cuerpo, ni un cantar de ronda. Imagináis un cielo aburridísimo donde imperaría quizás vuestro querer, como asesores de Dios... para que hubiera «orden».
Ay de vosotros, los que miráis con asco cuanto Dios ha hecho con orgullo; el mundo por el cual murió, la causa de la tierra donde el hom­bre ama y cree y espera.
Aprended a amarlo de una vez, a cantar la mañana y el sol. Pedidle un consejito a san Francisco. Y acaso terminaréis aprendiendo a cantar. Porque si no ¡Qué chasco, Dios! ¡Qué chasco el que os espera!"

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