P. Manolo Berjón
P. Miguel Ángel Cadenas
Con la rotura del Oleoducto Norperuano a la altura
de la quebrada Cuninico en mayo 2014 afectando al pueblo kukama de la cuenca
del Marañón nos encontramos con funcionarios de Petroperú que han tomado
literalmente la comunidad de Cuninico.
El personal de Petroperú ha alquilado algunas
viviendas para instalarse durante el tiempo de la emergencia, como ya ha
quedado indicado. Han instalado en ellas sus carpas para evitar el zancudo[1] y poseer un mínimo
espacio de intimidad. Una vivienda es un sistema de inmunidad, una forma de
protegerse del mundo exterior: bien sea de las personas no deseadas (toxic
people),
bien de las malas noticias. Es la posibilidad de no-prestar-atención al mundo
exterior. Pero menos, porque en Cuninico las paredes o no existen o no protegen
del sonido. De ahí la importancia de controlar los ruidos nocturnos de los
borrachos. Es decir, el sistema de inmunidad no es suficientemente eficaz. Un
sistema inmunitario debilitado está propenso a todo tipo de ataques: virus.
Recurriendo a los refranes podríamos afirmar que “a perro flaco, todos son
pulgas”. Postulamos que les falta un sistema inmunitario celestial o un
cobertor paradisíaco. Del mayor de los sin-techo se conserva un dicho
extraordinario: “los zorros tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el hijo
del hombre no tiene donde reclinar su cabeza” (Lc 9,58).
Incluso podemos ir más allá, y señalar que dentro
de estas carpas existe un mundo desterritorializado. Un lugar emplazado para
controlar que permita saber lo que está sucediendo, estar al tanto de todo,
poseer información de primera mano y tomar decisiones in situ. Pero, al mismo tiempo,
suficientemente cerrado para poder huir, un lugar propio, ajeno a la mirada de
los demás, un lugar de desconexión donde poder quedar a solas con los propios
pensamientos y deseos. Un lugar donde permanecer ajenos a los voyeurs. Diferente a los
indígenas, bien diferente.
El sistema de letrinas también es muy interesante.
Las han levantado alejadas de las viviendas para evitar los malos olores, con
unos puentes de acceso bien construidos. Algunos trabajadores tienen como tarea
llenar los baldes al lado de las letrinas, para poder limpiar. Porque ya se
sabe “el patriota es el ser humano que perdona a lo nuestro ciertos olores”.
Pero el patriotismo no da para tanto. Este tema está ligado al asentamiento de
la población. Quien se mueve por todo el territorio no tiene la necesidad de
levantar letrinas de modo perentorio. Conectando con lo anterior, señalamos que
el rumor es el olor hablado.
©
Parroquia Santa Rita de Castilla, julio 2014
P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón
Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón
[1] En
estos momentos se está extendiendo la malaria vivax y falciparum en todo el
Marañón. La malaria se transmite por la picadura de un zancudo. En el Centro de
Salud de Santa Rita de Castilla no tienen remedios para esta grave enfermedad,
ni en Maypuco. A un paciente en Santa Rita le han entregado,
irresponsablemente, dos pastillas para sanar su malaria falciparum, un
tratamiento incompleto. Esto sólo aumenta la resistencia del vector. ¿Cuánto es
la pérdida económica en días de trabajo-persona? ¿Y los niveles de sufrimiento?
¿Se atrevería la Ministra
de Salud a recibir dos pastillas para la malaria falciparum si estuviera
enferma? ¿Acaso la gente del Marañón no tenemos la misma dignidad que la señora
ministra? Lo ideal es combatir la malaria, durante años se ha hecho regalando
mosquiteros impregnados de algún veneno a las comunidades afectadas. ¿Por qué
ahora no? Pero dado que no se hace, ¿ni siquiera las pastillas, los remedios,
para cuando nos enfermamos? Esto es otra veta que nos indica que al Estado-nación
no le importa su población indígena.
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