Jordán de Sajonia
"Había un hermano joven, en la ciudad de Rieti, con el nombre de Juan, sencillo, humilde y siempre de semblante alegre; era muy afable, y social, y nada distinto de los demás...en las cosas que pertenecen al trato común; pero en lo escondido era muy singular.
Manifestó mucha caridad para con todos. Jamás salió palabra de su boca, ni se vio en él obra alguna que desdijese de la caridad fraterna. Obsequioso con todos, más con los enfermos, y los huéspedes, a los cuales lavaba los pies, limpiaba los vestidos, y les cedía sus mismas cosas, mostrándoles con alegría la caridad de su inmenso corazón. Además, para él no había distinción entre sacerdote y sacerdote, sino que, cuando le era posible, a todos, con suma diligencia, ayudaba de bonísimo grado a la Misa.
Acostumbraba ir solo pasear por la huerta del convento, y al salir, se le vio derramar lágrimas. Preguntándole por qué lloraba, respondió: Porque veo que los árboles, las hierbas, las aves, y la tierra con sus frutos, obedecen a Dios; y los hombres, a los que, por la obediencia, está prometida la vida eterna, quebrantan los preceptos de su Creador. Por esto gimo y lloro.
Días antes de su muerte, venía un ruiseñor todos los días a la ventana de su celda para cantarle dulcemente. Admirados y preguntando al siervo de Dios qué sería eso, respondió....que le invitaba al paraíso. Ayudando un día a la Misa, vio sobre el altar una luz celestial y empezó ese mismo día a enfermar. Recibidos con gran devoción los Sacramentos, entregó su espíritu. Hizo Dios, por medio de este su siervo, muchos milagros, muy gloriosos, como oí a algunos Hermanos de ese convento, cuando estuve en Rieti, ante el sepulcro del mismo santo Hermano."
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