La Cuaresma no es privación. sino
enriquecimiento: no es negatividad sino todo lo contrario, es creatividad, un
esfuerzo por renovar, construir y conquistar. El estadio de la competición está
más en el interior. Lo que se pretende es crecer un poco, rejuvenecerse,
adquirir mejores cualidades, estar más contentos con nosotros mismos. Es lo que
teológicamente se llama conversión. El compromiso hacia fuera no tardará en
llegar. La conversión puede exigir a veces una terapia liberadora, como el que
se pone a régimen para perder los kilos que le sobran o acepta una operación
para quitarse el quiste o la verruga que le afea. Y sin duda que necesitamos
todos de una buena operación porque son muchas las cosas que nos sobran y
muchas las cosas que nos afean. Pero hay una operación radical a la que todos
tenemos que someternos: es la operación de corazón. No es cuestión de limpiar o
trasplantar una arteria o de poner una válvula más o menos. Es un trasplante
total. Que nos quiten el corazón de piedra y nos pongan un corazón de carne. Y
que por este corazón circule una sangre nueva -¡divina transfusión desde el
Costado!-, oxigenada con el aire del Espíritu.
No hay que asustarse. Lo "gracioso" es que
este trasplante no supone tanto sacrificio. Es más un don que una operación, es
más una gracia que una terapia. Lo único necesario es que te dejes cambiar.
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