21 septiembre 2011

El testamento del padre Christian de Chergé


Almudena Cañamero



Justamente acabo de ver la fantástica película francesa De dioses y hombres sobre el martirio de los siete monjes trapenses en Argelia en 1996 (sí francesa, de un país totalmente laico, y me resulta difícil imaginármela aquí, en esta España tan sectaria e intolerante en todos los sentidos). La película está hecha con sabiduría, reflejando perfectamente la vida monástica, las dudas de algunos monjes, la valentía de otros, su unión, su fe, su entrega y amistad con el pueblo argelino y, por supuesto, con un exquisito respeto hacia la religión tanto católica como musulmana (hay una conmovedora escena en la que el hermano Luc -médico atendía a la población- es invitado a una ceremonia de circuncisión.

El prior de este monasterio, Dom Christian de Chergé (en proceso de beatificación) escribió un testamento del que os quiero dejar un trozo. Precisamente viene al pelo de lo que hemos hablado estos días a propósito de la "demonización" de las religiones y del islam en partícular. Lo que dice es ejemplar, y deberían leerlo los que no encuentran otro argumento para criticar a los intolerantes que enfrentarlos con la religión musulmana. Es una preciosidad:

Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam. Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.

Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas. Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.

Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:"¡qué diga ahora lo que piensa de esto!" Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.

Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

2 comentarios:

  1. La película es increíble y toda ella es una catequesis. Es difícil imaginar que en España se hiciera una película así, pues la mayoría de los directores proyectan su realidad personal y no van más allá. De la película, me sobrecogió la escena en que un fraile le dice a una lugareña que ellos llevan ya mucho tiempo con el pueblo argelino y que son sus ramas, a lo que la mujer responde que no, que no son sus ramas sino ya también el tronco y las raíces. Es un bello ejemplo de arraigo en la cultura del pueblo.
    Carmen

    ResponderEliminar
  2. Me han animado a verla. He oído hablar de ella pero la reseña me ha animado. Es lamentable tener que leer verdades como la de la intolerancia y cainitismo de nuestra cultura. Pero, reconfortante comprobar que los testigos siguen siendo abundantes en todo el mundo. Creo en una religión que anima a la fraternidad incluso en ambientes hastiles. José
    Sept.22, 2011

    ResponderEliminar