15 septiembre 2011

Los samaritanos (II)

Francisco Javier Bernad Morales

Pienso que lo más adecuado para entender la hostilidad entre judíos y samaritanos es situarnos en el momento en que el rey persa Ciro, tras conquistar Babilonia, permite a los primeros regresar a Jerusalén, bajo el mando de Sesbasar, príncipe de Judá (538 a.C.). Aunque ahora solo nos interesan los retornados, no podemos olvidar que fueron muchos los que decidieron permanecer en Mesopontamia, y que allí se desarrolló durante siglos, incluso milenios, una rica cultura judía, cuyo más resplandeciente fruto fue el Talmud de Babilonia.

A los recién llegados debió ofrecérseles un panorama desolador: un país apenas poblado, una ciudad destruida y el magnífico templo edificado por Salomón arrasado. Pero animados por el fervor religioso y por la alegría de encontrarse de nuevo en la Tierra Prometida emprendieron de inmediato la reconstrucción, bajo la dirección de Zorobabel1. En este momento, se presentaron, según el libro de Esdras, unos enemigos de Judá y Benjamín, a quienes más adelante se identifica como samaritanos, y se ofrecieron a colaborar en el trabajo:

“Permitid cooperemos con vosotros en la construcción, ya que al igual que vosotros, seguimos a vuestro Dios y a él ofrecemos sacrificios desde los tiempos de Esar-Hadón2, rey de Asiria, que nos trajo aquí” (Esd 4,2).

Zorobabel rechazó su ayuda, ya que, como respondió, tal obra le estaba reservada de manera exclusiva a su pueblo. Flavio Josefo, que compartía con el resto de los judíos la animosidad hacia los samaritanos, a quienes por razones que más adelante explicaré, suele llamar cuteos, indica que Zorobabel únicamente se negó a que participaran en la edificación, pero sí admitió que, una vez concluida esta, adoraran allí a Yahveh, Dios único (Antigüedades judías, libro XI, cap. IV, 3-9).

A partir de este momento, comienzan las intrigas samaritanas ante las autoridades persas a fin de obstaculizar las obras (Esd 4, 6-33 y Neh 3, 33-38). Josefo, que a este respecto sigue estrechamente a Esdras y Nehemías, aunque al abarcar un período más largo, narra también ulteriores conflictos, asegura, refiriéndose ya a la época de Alejandro Magno, que los samaritanos pretendían ser judíos cuando la suerte favorecía a estos, pero negaban todo parentesco, cuando les era adversa (Antigüedades judías, libro XI, cap.VII, 6).

Para nuestro objetivo, debemos tener presente que los judíos consideraron extranjeros a los samaritanos y que estos, pese a adorar al Dios único, reconocieron, al menos en su primera comparecencia ante Zorobabel, no pertenecer al pueblo de Israel.

En el siguiente artículo intentaré arrojar alguna luz sobre el origen de los samaritanos y la naturaleza de su relación con el pueblo judío.

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1Una discusión sobre los papeles respectivos de Zorobabel y Sesbasar en el retorno, así como sobre las dificultades para identificarlos en un solo personaje, como han pretendido diversos autores desde Flavio Josefo, en ABADIE, Philippe. “El libro de Esdras y de Nehemías”. Cuadernos Bíblicos, nº 95. Verbo Divino. Estella. 2001,

2Como suele ocurrir con los nombres semíticos, lo podemos encontrar transcrito de diferentes maneras, siendo Asaradón y Assarhaddon las más frecuentes.

1 comentario:

  1. "la época de Alejandro Magno, que los samaritanos pretendían ser judíos cuando la suerte favorecía a estos, pero negaban todo parentesco, cuando les era adversa."

    No tenían un pelo de tonto. Pero tampoco es trágico. Si Pedro negó a Jesús tres veces...ellos podían hacer algo similar también. Y Pedro no era cualquiera.
    "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia."

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