El 2 de febrero de 2020 el Papa Francisco hizo pública la Exhortación Apostólica Sinodal Querida Amazonia. En ella expresó los cuatro grandes sueños que aquella región le inspira:
Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.
Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.
Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.
Sueño con comunidades cristianas capaces de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos. (Querida Amazonia, 7)
Pero estos sueños se ven amenazados por la deforestación y por la contaminación causadas por una explotación atenta tan solo al logro de rápidos beneficios económicos e indiferente ante las consecuencias sociales y ambientales que su consecución acarrea.
Hoy les proponemos la lectura de dos artículos. En el primero de ellos, el meteorólogo brasileño Carlos Nobre nos advierte de que la deforestación de la Amazonia está cerca del punto de no retorno, aquel en que la sustitución de la selva por la sabana se habrá convertido en un fenómeno irreversible, lo que tendrá gravísimas repercusiones sobre todo el planeta. En el otro los padres agustinos Manolo Berjón y Miguel Ángel Cadenas nos muestran los efectos de los muy frecuentes derrames de petróleo sobre las comunidades kukama, con especial atención a la manera en que afectan a las mujeres.
Carlos Nobre: Estamos muy cerca del punto de inflexión en la Amazonia
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