Francisco Javier Bernad Morales
Bajo este lema se han desarrollado durante
los pasados días 10 y 11 de marzo, en el colegio San Agustín de Madrid, las XV
Jornadas Agustinianas. En ellas hemos tenido la oportunidad de reflexionar
sobre La ciudad de Dios, de la mano
de eminentes profesores de Teología de la Universidad de Salamanca, el Centro
Teológico San Agustín, el Estudio Teológico Agustiniano, el Instituto de
Agustinología de la OAR y el Vicariato San Antonio de Orozco.
No este el lugar para entrar en una
exposición de las diferentes perspectivas con que los conferenciantes abordaron
la obra de San Agustín, dado que para hacerlo precisaríamos de un espacio muy
superior al que es razonable otorgar a una simple entrada en un blog. Prometo, eso sí, abordar una a una
las conferencias, no en el orden en que se pronunciaron, sino al albur de mis
preocupaciones y de las ideas que en mí suscitaron.
Aquí solo quiero recordar al lector que San
Agustín escribió La ciudad de Dios,
como respuesta al escándalo que supuso el saqueo de Roma, cuna del Imperio y
sede del Papado, por los visigodos de Alarico en el 410. Es cierto que para
entonces, la Ciudad Eterna, desplazada por Constantinopla y por Milán, carecía
de la importancia política de tiempos anteriores, pero en el imaginario de las gentes, fueran estas
cristianas o paganas, ocupaba un lugar simbólico inigualable. Fundada por
Rómulo, cuna de Augusto y tumba de San Pedro y de San Pablo, su caída ante los
bárbaros, era el signo visible de que el mundo civilizado se tambaleaba. Quizá
nosotros, que hemos visto en directo la destrucción de las Torre Gemelas,
podamos hacernos una idea siquiera vaga de lo que aquello supuso.
San Agustín quiso salir al paso de los que
culpaban del desastre a los cristianos, quienes habían sustituido a los
antiguos dioses tutelares por un Dios, al que decían Todopoderoso, pero que no
había sido capaz de proteger su ciudad. Su obra, sin embargo, va mucho más allá
de una defensa circunstancial del cristianismo, pues en ella edifica una
auténtica Teología de la Historia.
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