El Día Internacional de los Pueblos Indígenas ha coincidido este año con la publicación del Gran Informe sobre el Clima elaborado por el IPCC (Panel Internacional sobre el Cambio Climático), en el que los expertos vinculados a la ONU alertan de que el calentamiento del planeta tiene ya efectos graves e incluso en algunos casos irreversibles, y de que está provocado por la acción humana. Afrontamos, pues, una situación de emergencia ante la que es indispensable la adopción de medidas enérgicas, orientadas a que el aumento de la temperatura se mantenga dentro de unos límites tolerables.
Es necesario que repensemos nuestra relación con la naturaleza, que ya no puede ser vista como una fuente inagotable de recursos. Estos no solo se agotan, sino que en su obtención y posterior elaboración causamos gravísimos daños al medio ambiente: deforestación, emisión de gases de efecto invernadero y contaminación de los suelos y de las aguas. En consecuencia, no solo se multiplican los desastres naturales tales como fenómenos climáticos extremos o incendios forestales de enorme magnitud, sino que también aparecen nuevas amenazas para la salud. En contraste, los pueblos indígenas, cuya existencia se hace cada día más precaria ante el avance depredador de lo que el Papa Francisco ha denominado economía del descarte, nos ofrecen modelos alternativos de relación con el medio. No podemos, obviamente, adoptar sus formas de vida, pero sí dejar de mirarlos con displicencia y tratarlos como atrasados o bárbaros; olvidar nuestra satisfecha conciencia de superioridad y buscar en ellos y con ellos estrategias de desarrollo, que respeten la naturaleza y la dignidad humana.
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