25 diciembre 2014

Feliz Navidad y Mejor Año Nuevo 2015

P. Cesáreo Fernández de las Cuevas (OSA)

   Poseer la humildad de Jesús. Me falta la suficiente humildad para poseer al humilde Jesús. No entiendo cómo su debilidad nos adoctrina. Cura nuestro orgullo y nutre nuestro amor. (San Agustín, Confesiones 7,18,24)

Queridos amigos:
   ¡Bueno ya está aquí la nueva Navidad! ¡También estamos a la puerta de un Nuevo Año: ahora será el 2015! ¡Cómo corre el tiempo! ¡Cómo pasa todo tan callando! Y, a la vez, con tanto ruido en medio de este público mundano. Para recibir a Jesús, nuevamente, es necesario el silencio. Esa paz y esa tranquilidad interior es lo que cambia todo. Estas Fiestas entrañables nos arrastran, con frecuencia, a distraernos por este motivo y por el otro. Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que se vive mejor un tanto aislado, recogido, reflexionando...el sentido de esta nuestra vida. Y nuestra esperanza de futuro.
    ¿Conoces el sentimiento de esperar a un amigo, de esperar que venga, y que se retrase? ¿Sabes lo que es vivir pendiente de una persona que está contigo, de forma que tus ojos van detrás de los suyos, lees en su alma, percibes todos los cambios en su semblante, anticipas sus deseos, sonríes cuando sonríe, y estás triste cuando está triste, y estás abatido cuando está enfadado, y te alegras con sus éxitos? Estar vigilante ante la venida de Cristo es un sentimiento parecido a todos estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son aptos para reflejar los del otro. Esta reflexión nos la hace el Beato John Henry Newman, un converso del anglicanismo.
   NAVIDAD y AÑO NUEVO son tiempos de reflexión, de balance y de renovación en sí mismo. Es tiempo de afirmaciones o correcciones. Pensaría más en lo segundo, porque lo otro ya lo solemos hacer con alguna frecuencia. En un cristiano nunca tiene cabida el desanimo. ¿Por qué? Porque, como asevera san Pablo: Sé de quién me he fiado. Dejemos al Divino Niño que actúe más en nuestras vidas, Es el amigo que nunca falla. Por ello un cristiano tiene que ser ejemplo de optimismo, de decisión y riesgo, pero siempre con humildad y auténtica alegría. Porque esta brota del corazón generoso y agradecido a Jesús que no da las fuerzas, la garantía de la autenticidad.
   Mis amigos, unos cercanos y otros lejos -allende los mares- siempre estaremos juntos en nuestra oración: Tú por mí y yo por ti. La oración -dondequiera que nos encontremos- la recoge Dios - el más perfecto de los satélites imaginables- y la envía al lugar deseado por cada uno de nosotros.

    Somos amigos: ¡Gracias a Dios!


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