Manolo Berjón
Miguel Ángel Cadenas
Parroquia
Santa Rita de Castilla
Río
Marañón
Para Rusbel Casternoque y, en él,
a todos los participantes
en el XIII Congreso de ACODECOSPAT
La confusión
puede ser creativa con tal que sepamos manejarnos en medio de ella. Los amantes
del orden no la pueden comprender, se sienten perdidos, indefensos, sin
herramientas para poder domesticarla, menos para vivir en medio de ella. Pero
hay quien del caos primigenio puede ordenar el cosmos. El tohu babohu [= caos, confusión] bíblico da origen a la creación.
Pero es Dios quien realiza este paso.
Acabamos de
asistir al XIII Congreso de ACODECOSPAT (Asociación Cocama de Desarrollo y
Conservación San Pablo de Tipishca). El primer día del Congreso se desarrolló
una potente e interesante discusión que nos hizo asistir a uno de los mejores
momentos del mismo. Todo giraba en torno a “los recursos naturales [que] son
patrimonio de la nación”. “Los limeños también tienen derecho al petróleo”, se
decía, aunque esté “en nuestro territorio”. Por entre el medio estaba la
discusión sobre la
Constitución y el Convenio 169 [y la Declaración de
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas]. No vamos a
reproducir aquí la intensidad del debate para el que nos sentimos demasiado
pequeños. Haber asistido al mismo ha sido una experiencia vigorosa.
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Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014
Conducía el
debate una abogada que, inteligentemente, no se dejaba desbordar y mantenía
viva la discusión. Su mejor carta fue la metodología participativa y el hacer
viva la reflexión pesada. El ardor de la discusión provocaba tener todos los
sentidos alertas. No sólo el oído, era importante disposición espacial que
permitía mirarnos las caras, los comentarios en voz baja, la tensión de los
participantes, los rostros de los funcionarios estatales presentes y, por
momentos, su indiferencia.
Son muchas
las vetas discursivas, imposibles de abordar todas a la vez. Razón por la cual
nos vamos a centrar en “qué es una nación”. No somos quienes para abordar una
pregunta tan compleja, si lo hacemos no es por atrevimiento sino como eco de lo
suscitado en el Congreso. Por supuesto, como todo en esta vida, se puede y debe
opinar de otra manera. El presente escrito es tan solo un balbuceo, nada
terminado. Un estar en medio del caos y la confusión. No pretendemos ordenarlo,
no somos Dios. Humildemente buscamos un sentido que nos permita mantenernos en
medio de este tohu babohu.
Varios funcionarios
estatales, en otro momento del Congreso, insistían que “todos somos Estado”.
Pues no, no estamos de acuerdo. El Estado es una forma de gobierno de las
naciones, países, comunidades o como demonios queramos utilizar estos términos
polisémicos. Pero no nos dejemos enredar antes de tiempo. Volvamos a nuestro
hilo: qué es una nación.
A pesar de
que hay definiciones para dar y tomar, de una manera simple y sencilla,
definimos una “nación” como un grupo de personas que viven en un territorio,
con una historia común, una cultura y una lengua. Si aceptamos esta definición
es evidente que Perú no es una nación. A no ser que demos por bueno el relato
construido a partir de la “independencia” donde los pueblos indígenas se
quedaron al margen del proceso. La misma constitución reconoce el carácter
pluricultural…
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Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014
Cuando los
participantes apelaban al Convenio 169 estaban haciendo referencia a que el
relato hegemónico de la independencia no es el único. Los pueblos indígenas se
retrotraen a la creación de este “mito independentista” que impone una
“narrativa de la negación”. Una narrativa que excluye a los pueblos indígenas
de “la construcción de la nación”. Se impone un deber de “deconstrucción de
este relato hegemónico” para dar cabida a otras voces que no están presentes en
el centro. El centro, cuando no tiene la habilidad suficiente, se convierte en
el único relato moral, epistemológico y político. Pretende cohesionar y lo que
consigue es legitimar la homogeneización. Es lógico, razonable y saludable que
las periferias reclamen su atención.
Un abordaje
diferente plantearía la relación entre la mayoría y las diversas y múltiples
minorías. Abordar la minoría como única no deja de ser otro relato homogenizador.
En el caso del Perú, las minorías son múltiples, heterogéneas, dispersas e
incluso diaspóricas, fluidas, y en ocasiones dispersantes, centrífugas. Ciertamente
las minorías no pueden imponer su visión, pero la democracia se valora por el
trato que proporciona a sus minorías. Si estas son silenciadas o
invisibilizadas la democracia se convierte en una quimera fáctica con una
apariencia de mecanismos participativos que legitiman un “proceso negador”,
generando una narrativa truncada.
Algunas
organizaciones indígenas, insertas en un “proceso conversacional” con el
gobierno, y dados los pocos reflejos del mismo, se están empezando a plantear
el derecho a la libre determinación y el autogobierno [Declaración ONU sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas art. 3-4]. Si aceptamos que el proceso
independentista de 1821 es un “relato excluyente” de la diversidad indígena, nos
vemos abocados a una conversación donde el Estado blanco no se impone a sus
minorías sino que permite diversas formas de estructuración política. En este
sentido, Perú no sería una nación, menos un Estado-nación, sino un Estado con
varias naciones en su interior con diversas historias, múltiples lenguas y
territorios y disímiles culturas.
“Los limeños
también tienen derecho al petróleo” de la selva, no hay duda. Pero en
condiciones honorables para los pueblos indígenas, algo que se olvida en la
capital. De todos es conocido que un niño indígena, en la práctica, tiene menos
derechos que el resto de ciudadanos peruanos. Su acceso a la educación, salud,
trabajo… siempre está en peores condiciones. De lo que podemos “presumir”
únicamente es del elevado y peligroso nivel de contaminación. Y ya está bien,
ya es suficiente. Pensar el Estado desde estas naciones indígenas es un asunto
de primer orden y necesidad, un abordaje poco realizado hasta la fecha.
A quien le
suene demasiado fuerte aplicar el término nación a los diversos pueblos
indígenas basta con recordarle que la misma idea del Estado-nación está en
cuestionamiento por la misma globalización. A estas alturas el Estado-nación
sólo sirve para revisar las maletas de inocentes turistas en los aeropuertos,
no para el comercio de armas; para la adquisición de un pasaporte, no para
productos provenientes de determinados países con los que se suprimieron los
aranceles; para las modestas sumas de dinero, no para los grandes capitales que
desgravan; para las leyes, más adecuadas al mercado internacional que a los
propios ciudadanos. Un ejemplo: los paquetazos ambientales que implosionan la
propia idea de Estado-nación.
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Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014
A nosotros
nos toca habitar este espacio del tohu
babohu, es Dios quien genera el paso del caos a la creación. Una
interpretación creyente podría mantenerse en medio de esta confusión como una
categoría básica, como un barro generativo que da origen al orden, donde el
alfarero no son seres humanos, sino el propio Dios. Aunque en esta misma
interpretación creyente, Dios no es un Deus
ex machina, sino que alienta las mejores creaciones humanas que se
convierten en co-creación de Dios.
Santa Rita de Castilla, 25 octubre
2014
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