Papa Francisco
...La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un
tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a
la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales
tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser
nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan
más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar,
amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las
espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado
el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre
mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los
«ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta
de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado
por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor
infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del
saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a
causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre
sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los
poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de
soledad que es el infierno. He aquí,
pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las
lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los
escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible
para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del
Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su
venida
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la
conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue
la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió
gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la
humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38)
Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario