San Cirilo de Jerusalén
Fuisteis conducidos a la santa piscina del divino bautismo, como
Cristo desde la cruz fue llevado al sepulcro.
Y se os preguntó a cada uno si creíais en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Después de haber confesado esta fe salvadora, se os
sumergió por tres veces en el agua y otras tantas fuisteis sacados de la misma:
con ello significasteis, en imagen y símbolo, los tres días de la sepultura de
Cristo.
Pues así como nuestro Salvador pasó en el seno de la tierra tres días
y tres noches, de la misma manera vosotros habéis imitado con vuestra primera
emersión el primer día que Cristo estuvo en la tierra, y, con vuestra
inmersión, la primera noche. Porque como el que anda durante el día lo percibe
todo, del mismo modo en vuestra inmersión, como si fuera de noche, no pudisteis
ver nada; en cambio al emerger os pareció encontraros en pleno día; y en un mismo
momento os encontrasteis muertos y nacidos, y aquella agua salvadora os sirvió
a la vez de sepulcro y de madre.
Por eso os cuadra admirablemente lo que dijo Salomón, a propósito de
otras cosas: Tiempo de nacer, tiempo de morir; pero a vosotros os pasó esto en
orden inverso: tuvisteis un tiempo de morir y un tiempo de nacer, aunque en
realidad un mismo instante os dio ambas cosas, y vuestro nacimiento se realizó
junto con vuestra muerte.
¡Oh maravilla nueva e inaudita! No hemos muerto ni hemos sido sepultados,
ni hemos resucitado después de crucificados, en el sentido material de estas
expresiones, pero, al imitar estas realidades en imagen hemos obtenido así la
salvación verdadera.
Cristo sí que fue realmente crucificado y su cuerpo fue realmente sepultado
y realmente resucitó; a nosotros, en cambio, nos ha sido dado, por gracia, que,
imitando lo que él padeció con la realidad de estas acciones, alcancemos de
verdad la salvación.
¡Oh exuberante amor para con los hombres! Cristo fue el que recibió
los clavos en sus inmaculadas manos y pies, sufriendo grandes dolores, y a mí,
sin experimentar ningún dolor ni ninguna angustia, se me dio la salvación por
la comunión de sus dolores.
No piense nadie, pues, que el Bautismo fue dado solamente por el
perdón de los pecados y para alcanzar la gracia de la adopción, como en el caso
del bautismo de Juan, que confería sólo el perdón de los pecados; nuestro
bautismo, como bien sabemos, además de limpiarnos del pecado y darnos el don
del Espíritu es también tipo y expresión de la Pasión de Cristo. Por eso Pablo
decía: ¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo
Jesús fuimos incorporados a su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él
en la muerte.
Catequesis de Jerusalén, Catequesis 20
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