Desde 2005, el 27 de enero se celebra, por iniciativa de la Asamblea General de la ONU, el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto. Queremos así mantener vivo el recuerdo de todos los que cayeron víctimas del intento de exterminio del pueblo judío perpetrado por el régimen nazi. Su asesinato fue la consecuencia de la llegada al poder de un partido, el Partido Nacionalsocialista Alemán, cuya ideología se nutría de racismo y desprecio por los débiles. Desde la aprobación en 1935 de las Leyes de Núremberg, se consideró judío a todo aquel cuyos abuelos hubieran profesado la religión judía, aunque él personalmente pudiera ser cristiano, agnóstico o ateo. No se le acusaba de nada que él hubiera hecho o dicho, sino que, en virtud de algo que fueron sus abuelos, nacía condenado primero a la marginación y, tras la Conferencia de Wansee en enero de 1942, a muerte. Muchos otros colectivos sufrieron la persecución: gitanos, eslavos, testigos de Jehová, enfermos mentales, ciertos grupos de enfermos crónicos, niños con problemas graves de desarrollo, opositores políticos, republicanos españoles, homosexuales... A todos ellos debemos tenerlos presentes, porque solo el conocimiento de lo ocurrido nos ayudará a impedir que el infierno vuelva a desatarse. Basta una mirada al mundo para comprender que lo que pasó puede suceder de nuevo y que aquella tragedia, de repetirse, no lo hará como farsa. En nuestras manos está, con la ayuda del Señor, que el odio no tenga la última palabra.
Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto
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