Hoy, 27 de enero, aniversario de la liberación de Auschwitz, conmemoramos a las víctimas del Holocausto, del intento de exterminio del pueblo judío, llevado a cabo por la Alemania nazi. Para recordarlas hemos escogido el testimonio de una superviviente: Odette Elina que nació en París en 1910 y perdió a su padre y su hermano menor, asesinados en el Holocausto. Ella misma fue deportada a Auschwitz en abril de 1944.
Esta mañana vinieron a buscar a cien mujeres a nuestro block...
Como siempre, en casos similares, no sabíamos si nos conducirían al horno, al control de piojos o a otro Lager.
Sería un día mucho más triste de lo que habíamos previsto. Debíamos conducir hasta Auschwitz cien carritos de bebé.
Los había de todo tipo. Grandes, bajos, viejos, modernos, bonitos, pobres. Pero aún guardaban la tibieza de los bebés que habían cobijado y que acababan de ser quemados.
Las almohadas conservaban la forma de sus pequeños cráneos. Aquí y allá colgaba un gorro, una manta bordada, un babero.
Para hacer aquel trayecto habían escogido a cien mujeres.
Cien mujeres que eran madres o que hubieran podido serlo,
Cien mujeres cuya razón de vida hubiera podido ser la maternidad.
Cien mujeres temblaron de horror al contacto con algo que es suave, siempre, por encima de todas las cosas.
Cien mujeres tocaron el fondo del desamparo y de la desesperación.
Elina, Odette (2008), Sin flores ni coronas. Auschwitz-Birkenau, 1944-1945, Cáceres, Periférica, p. 24.
Nosotros tenemos la obligación de mantener vivo el recuerdo de las víctimas. Se lo debemos a ellas y a su inmenso sufrimiento; pero también a nosotros mismos, a nuestros hijos y nietos, para que jamás aquello pueda repetirse.
Oremos porque nunca más el odio, el racismo y la xenofobia nos impiden reconocer el rostro de nuestro prójimo.
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