Desde el 31 de octubre hasta el 12 de noviembre se reúne en Glasgow la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Se trata de una cita de una enorme trascendencia, puesto que todos los indicadores señalan que urge la adopción de medidas enérgicas, si queremos poner coto a un calentamiento global que amenaza con un futuro catastrófico, que ya alcanzamos a atisbar. Fenómenos atmosféricos extremos cada vez más frecuentes y violentos se suceden en todas las regiones del planeta. Las emisiones de gases de efecto invernadero provocan la fusión de los glaciares y de los hielos polares, y el aumento de temperatura de los océanos, lo que conllevará cambios en el régimen de vientos y en las corrientes marinas, así como en las precipitaciones. Todo ello afectará drásticamente a nuestras formas de vida, con especial incidencia en aquellos que viven en situaciones más precarias. Son problemas gravísimos que atañen a toda la población mundial y, por ello, deben ser abordados en el marco de una actuación global con compromisos serios por parte de todos los países. No significa eso, sin embargo, que los ciudadanos debamos aguardar pasivamente a que los líderes mundiales acuerden soluciones. Tenemos la responsabilidad de exigírselas, y también la de replantearnos nuestro estilo de vida, pues a nuestro cargo está el mantenimiento de la casa común, una casa que hemos de legar a nuestros hijos y nietos. El Señor nos ha entregado un hermoso mundo y a nosotros nos corresponde conservarlo.
Mensaje del Papa Francisco a la COP26 (italiano)
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