31 enero 2014

Oración Vida Consagrada

Papa Francisco

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro "sí"
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la Resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia,
de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio
de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya

29 enero 2014

Que no desee nada que esté fuera de tí

Santo Tomás de Aquino

Dame, Señor y Dios mío,
que no decaiga, ni en la prosperidad ni en la adversidad;
que no me ensoberbezca en alguna cosa,
ni me deprima en otra;
de nada goce o me duela
sino en lo que me lleve a ti o me separe de ti.
A nadie desee agradar,
ni a nadie tema disgustar, sino a ti.
Sea para mí despreciable todo lo pasajero,
y sea para mí querido todo lo tuyo.
Que me hastíe el gozo de lo que sea sin ti,
que no desee nada que esté fuera de ti.
Que me deleite el trabajo hecho por ti,
que me sea penoso todo descanso que sea sin ti.
Concédeme, Señor, dirigir constantemente el corazón hacia ti,
y que en mis fallos sepa dolerme con el propósito de la enmienda.
Hazme, Señor y Dios mío,
obediente sin contradecir,
pobre sin ser miserable,
casto sin depravación,
paciente sin murmuración.
Humilde sin ficción,
alegre sin disolución,
triste sin abatimiento,
maduro sin pesadez,
ágil sin ligereza,
temeroso sin desesperación.
Que sea sincero sin hipocresía,
que haga el bien sin ser presuntuoso,
que corrija al prójimo sin arrogancia,
que lo edifique con la palabra y el ejemplo.
Concédeme, Señor, un corazón:
vigilante, que ninguna curiosidad lo aparte de ti,
noble, que ninguna influencia indigna lo envilezca,
recto, que ninguna intención siniestra lo desvíe,
firme, que ninguna tribulación lo debilite,
libre, que ningún afecto violento lo reclame.
Concédeme, Señor Dios mío,
inteligencia que te conozca,
diligencia que te busque,
sabiduría que te encuentre,
conducta que te agrade,
perseverancia que te espere confiada
y confianza de que un día al final te abrazaré.
Concédeme soportar ya aquí tus castigos como penitencia,
servirme de tus beneficios por tu gracia,
y gozar de tu gozo en la patria para tu gloria.
Tu que vives y reinas y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.


27 enero 2014

Entendamos la gracia de Dios

Del comentario de San Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas.

El motivo por el cual el Apóstol escribe a los gálatas es su deseo de que entiendan que la gracia de Dios hace que no estén ya sujetos a la ley. En efecto, después de haberles sido anunciada la gracia del Evangelio, no faltaron algunos, provenientes de la circuncisión, que, aunque cristianos, no habían llegado a comprender toda la gratuidad del don de Dios y querían continuar bajo el yugo de la ley; ley que el Señor Dios había impuesto a los que estaban bajo la servidumbre del pecado y no de la justicia, esto es, ley justa en sí misma que Dios había dado a unos hombres injustos, no para quitar sus pecados, sino para ponerlos de manifiesto; porque lo único que quita el pecado es el don gratuito de la fe, que actúa por el amor. Ellos pretendían que los gálatas, beneficiarios ya de este don gratuito, se sometieran al yugo de la ley, asegurándoles que de nada les serviría el Evangelio si no se circuncidaban y no observaban las demás prescripciones rituales del judaísmo.
Ello fue causa de que empezaran a sospechar que el apóstol Pablo, que les había predicado el Evangelio, quizá no estaba acorde en su doctrina con los demás apóstoles, ya que éstos obligaban a los gentiles a las prácticas judaicas. El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de aquellos hombres, hasta llegar a la simulación, como si él pensara también que en nada aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían los preceptos de la ley; de esta simulación le hizo volver atrás el apóstol Pablo, como explica él mismo en esta carta.
La misma cuestión es tratada en la carta a los Romanos. No obstante, parece que hay alguna diferencia entre una y otra, ya que en la carta a los Romanos dirime la misma cuestión y pone fin a las diferencias que habían surgido entre los cristianos procedentes del judaísmo y los procedentes de la gentilidad; mientras que en esta carta a los Gálatas escribe a aquellos que ya estaban perturbados por la autoridad de los que procedían del judaísmo y que los obligaban a la observancia de la ley. Influenciados por ellos, empezaban a creer que la predicación del apóstol Pablo no era auténtica, porque no quería que se circuncidaran. Por esto, Pablo empieza con estas palabras: Me sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio.

Con este exordio, insinúa, en breves palabras, el meollo de la cuestión. Aunque también lo hace en el mismo saludo inicial, cuando afirma de sí mismo que es enviado no de hombres nombrado apóstol no por un hombre, afirmación que no encontramos en ninguna otra de sus cartas. Con esto demuestra suficientemente que los que inducían a tales errores lo hacían no de parte de Dios, sino de parte de los hombres; y que, por lo que atañe a la autoridad de la predicación evangélica, ha de ser considerado igual que los demás apóstoles, ya que él tiene la certeza de que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre.

26 enero 2014

El husitismo después de Hus (y V)

Francisco Javier Bernad Morales

Las victorias husitas provocaron que en la Iglesia Católica llegara a plantearse la posibilidad de intentar un acuerdo con los herejes, quienes fueron invitados formalmente a debatir sus posiciones en el concilio de Basilea. No se trataba de que comparecieran ante él en calidad de acusados, como ocurriera veinte años atrás con Jan Hus y Jerónimo de Praga, sino como representantes del reino de Bohemia.  Previamente, en una reunión celebrada en Cheb (mayo de 1432) se abordó la cuestión de la seguridad de la delegación y se planteó la manera de dirimir las discrepancias, llegando a discutirse la posibilidad de un arbitraje. Finalmente esta propuesta no salió adelante y en su lugar se estableció que fueran las prácticas de la iglesia primitiva y la posición de los doctores de la Iglesia, las que se tomaran como guía para resolver los puntos de desacuerdo. En estas condiciones, los husitas,  encabezados por Procopio, pudieron defender ante  el concilio los cuatro artículos de Praga. Las discusiones transcurrieron sin incidentes aunque, como era de esperar, no desembocaron en ningún acuerdo doctrinal, pues ninguna de las partes cedió en sus posiciones. Permitieron, sin embargo, que se establecieran lazos de comunicación entre determinados padres conciliares y algunos miembros de la delegación checa, que, en vista de lo sucedido después, pudieron llevar a los primeros la convicción de que no sería complicado minar la unidad husita. En un encuentro posterior celebrado en Praga, los delegados del concilio estrecharon lazos con el sector más conservador, en especial con nobles y burgueses ricos. Finalmente, se produjo el enfrentamiento abierto entre este y las fuerzas de Procopio, quien fue derrotado y muerto por una coalición de utraquistas y católicos, en la batalla de Lipany (30 de mayo de 1434).


La proclamación en julio de 1436 en presencia del emperador Segismundo, de los Compactata, marcó la integración en la Iglesia Católica de la facción husita moderada. Se trataba de una versión modificada de los cuatro artículos de Praga, por la que se permitía tan solo en Bohemia y Moravia, la comunión de los fieles bajo las dos especies. Quedaba olvidada toda reivindicación social. Subsistieron, sin embargo, núcleos husitas contrarios al compromiso y que, un siglo más tarde, engrosaron las filas de la Reforma.

24 enero 2014

Infancia Misionera: Oración

Amigo Jesús: aunque soy pequeño,
Tú confías en mí para cambiar el mundo,
convirtiendo en gestos misioneros
las cosas sencillas de cada día.
Tú me invitas a compartir
y a pensar en los demás;
a rezar con confianza
y a hablar de Ti a mis amigos;
a ser un niño que ayuda a otros niños,
alegre, agradecido y generoso.
Tu Madre, la Virgen María,
nos enseñó a hacer lo que Tú nos digas.
Por eso, yo quiero escucharte y seguirte,
y ayudar a que te conozcan mis hermanos,
los niños de los cinco continentes.
Te pido que me ayudes a lograrlo
por medio de Santa Teresa del Niño Jesús,

Patrona de las Misiones.

23 enero 2014

La nueva evangelización

Joseph Ratzinger

La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo esta proyecto de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad?
Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona.
I. Estructura y método de la nueva evangelización
1. Estructura
Antes de hablar de los contenidos fundamentales de la nueva evangelización quisiera explicar su estructura y el método adecuado. La Iglesia evangeliza siempre y nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, la palabra de Dios, y se compromete en favor de la justicia y la caridad. Y esta evangelización produce fruto: da luz y alegría; da el camino de la vida a numeroso personas. Muchos otros viven, a menudo sin saberlo, de la luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente. Sin embargo, existe un proceso progresivo de descristianización y de pérdida de los valores humanos esenciales, que resulta preocupante. Gran parte de la humanidad de hoy no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio, es decir, la respuesta convincente a la pregunta: ¿cómo vivir?
Por eso buscamos, además de la evangelización permanente, nunca interrumpida y que no se debe interrumpir nunca, una nueva evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a la evangelización "clásica". Todos necesitan el Evangelio. El Evangelio está destinado a todos y no sólo a un grupo determinado, y por eso debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos.
Sin embargo, aquí se oculta también una tentación: la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar el gran éxito inmediato, los grandes números. Y este no es el método del reino de Dios. Para el reino de Dios, así como para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, vale siempre la parábola del grano de mostaza (cf. Mc 4, 31-32). El reino de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Nueva evangelización no puede querer decir atraer inmediatamente con nuevos métodos, más refinados, a las grandes masas que se han alejado de la Iglesia. No; no es esta la promesa de la nueva evangelización. Nueva evangelización significa no contentarse con el hecho de que del grano de mostaza haya crecido en el gran árbol de la Iglesia universal, ni pensar que basta el hecho de que en sus ramas pueden anidar aves de todo tipo, sino actuar de nuevo valientemente, con la humildad del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá (cf. Mc 4, 26-29).
Las grandes cosas comienzan siempre con un granito y los movimientos de masas son siempre efímeros. En su visión del proceso de la evolución, Teilhard de Chardin habla del "blanco de los orígenes": el inicio de las nuevas especies es invisible y está fuera del alcance de la investigación científica. Las fuentes se hallan ocultas; son demasiado pequeñas. En otras palabras, las grandes realidades tienen inicios humildes. Prescindamos ahora de si Teilhard tiene razón, y hasta qué punto, con sus teorías evolucionistas: la ley de los orígenes invisibles refleja una verdad presente precisamente en la acción de Dios en la historia. "No por ser grande te elegí; al contrario, eres el más pequeño de los pueblos; te elegí porque te amo...", dice Dios al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y así expresa la paradoja fundamental de la historia de la salvación: ciertamente, Dios no cuenta con grandes números; el poder exterior no es el signo de su presencia.
Gran parte de los parábolas de Jesús indican esta estructura de la acción divina y responden así a las preocupaciones de los discípulos, los cuales esperaban del Mesías éxitos y señales muy diferentes: éxitos del tipo que ofrece Satanás al Señor "Te daré todo esto, todos los reinos del mundo..." (cf. Mt 4, 9).
Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas por el mundo, insignificantes según los criterios seculares. En realidad fueron la levadura que penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo (cf. Mt 13, 33).
Un antiguo proverbio reza: "Éxito no es un nombre de Dios". La nueva evangelización debe actuar como el grano de mostaza y no ha de pretender que surja inmediatamente el gran árbol. Nosotros vivimos con una excesiva seguridad por el gran árbol que ya existe o sentimos el afán de tener un árbol aún más grande, más vital. En cambio, debemos aceptar el misterio de que la Iglesia es al mismo tiempo un gran árbol y un granito. En la historia de la salvación siempre es simultáneamente Viernes santo y Domingo de Pascua.
2. El método
De esta estructura de la nueva evangelización deriva también el método adecuado. Ciertamente, debemos usar de modo razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad, dando espacio a Aquel que es la Vida.
Esta renuncia al propio yo, ofreciéndolo a Cristo para la salvación de los hombres, es la condición fundamental del verdadero compromiso en favor del Evangelio: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibía; si otro viene en su propio nombre, a ese lo recibiréis" (Jn 5, 43).
Lo que distingue al anticristo es el hecho de que habla en su propio nombre. El signo del Hijo es su comunión con el Padre. El Hijo nos introduce en la comunión trinitaria, en el círculo del amor suyo, cuyas personas son "relaciones puras", el acto puro de entregarse y de acogerse. El designio trinitario, visible en el Hijo, que no habla en su nombre, muestra la forma de vida del verdadero evangelizador; más aún, evangelizar no es tanto una forma de hablar; es más bien una forma de vivir: vivir escuchando y ser portavoz del Padre. "No hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga" (Jn 16, 13), dice el Señor sobre el Espíritu Santo.
Esta forma cristológica y pneumatológica de la evangelización es al mismo tiempo una forma eclesiológica: el Señor, y el Espíritu construyen la Iglesia, se comunican en la Iglesia. El anuncio de Cristo, el anuncio del reino de Dios, supone la escucha de su voz en la voz de la Iglesia. "No hablar en nombre propio" significa hablar en la misión de la Iglesia.
De esta ley de renuncia al propio yo se siguen consecuencias muy prácticas. Todos los métodos racionales y moralmente aceptables se deben estudiar; es un deber usar estas posibilidades de comunicación. Pero las palabras y todo el arte de la comunicación no pueden llevar a la persona humana hasta la profundidad a la que debe llegar el Evangelio. Hace pocos años leí la biografía de un óptimo sacerdote de nuestro siglo, don Dídimo, párroco de Bassano del Grappa. En sus apuntes se encuentran palabras de oro, fruto de una vida de oración y meditación. A propósito de lo que estamos tratando, dice don Dídimo, por ejemplo: "Jesús predicaba de día y oraba de noche". Con esta breve noticia quería decir: Jesús debía hablar de Dios a sus discípulos.
Eso vale siempre. No podemos ganar nosotros a los hombres. Debemos obtenerlos de Dios para Dios. Todos los métodos son ineficaces si no están fundados en la oración. La palabra del anuncio siempre ha de estar impregnada una intensa vida de oración.
Debemos dar un paso más. Jesús predicaba de día y oraba de noche, pero eso no es todo. Su vida entera, como demuestra de modo muy hermoso el evangelio de san Lucas, fue un camino hacia la cruz, una ascensión hacia Jerusalén. Jesús no redimió el mundo con palabras hermosas, sino con su sufrimiento y su muerte. Su pasión es fuente inagotable de vida para el mundo; la pasión da fuerza a su palabra.

El Señor mismo, extendiendo y ampliando la parábola del grano de mostaza, formuló esta ley de fecundidad en parábola del grano de trigo que cae tierra y muere (cf. Jn 12, 24). También esta ley es válida hasta el fin del mundo y, juntamente con el misterio del grano de mostaza, es fundamental para la nueva evangelización. Toda la historia lo demuestra. Sería fácil demostrarlo en la historia del cristianismo. Aquí quisiera recordar solamente el inicio de la evangelización en la vida de san Pablo.
El éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; su fecundidad dependió de su sufrimiento, de su unión a la pasión de Cristo (cf. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4, 12-14). "No se dará otro signo que el signo del profeta Jonás" (Lc 1 29), dijo el Señor. El signo de Jonás es Cristo crucificado, son los testigos que completan "lo que falta a la pasión de Cristo" (Col 1, 24). En todas las épocas de la historia se han cumplido siempre las palabras de Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
... exige violencia
San Agustín dice lo mismo de modo muy hermoso, interpretando el texto de san Juan donde la profecía del martirio de san Pedro y el mandato de apacentar, es decir, la institución de su primado, están íntimamente relacionados (cf. Jn 21, 16). San Agustín lo comenta así: "Apacienta mis ovejas, es decir, sufre por mis ovejas" (Sermón 32: PL 2, 640). Una madre no puede dar a luz un niño sin sufrir. Todo parto implica sufrimiento, es sufrimiento, y llegar a ser cristiano es un parto. Digámoslo una vez más con palabras del Señor: "El reino de Dios exige violencia" (M 11, l2; Lc 10, 16), pero la violencia de Dios es el sufrimiento, la cruz. No podemos dar vida a otros sin dar nuestra vida. El proceso de renuncia al propio yo, al que me he referido antes, es la forma concreta (expresada de muchas formas diversas) de dar la propia vida. Ya lo dijo el Salvador: "Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35).
II. Los contenidos esenciales de la nueva evangelización
1. Conversión
En relación a los contenidos de la nueva evangelización, antes que nada se debe tener presente que no se puede escindir el Antiguo del Nuevo Testamento. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está resumido en el mensaje de Juan Bautista: ¡Convertios! No hay acceso a Jesús sin el Bautista; no hay posibilidad de alcanzar a Jesús sin dar respuesta a la llamada del precursor, mas bien: Jesús ha asumido el mensaje de Juan el Bautista en la síntesis de su propio predicar: "convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15).
La palabra griega usada para "convertirse" significa: volver a pensar, poner en discusión el propio y el común modo de vivir; dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida; no juzgar más simplemente según las opiniones corrientes. Convertirse significa, por lo tanto, no vivir como viven todos, no hacer como hacen todos, no sentirse justificados en acciones dudosas, ambiguas, malvadas por el hecho que otros hacen lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; buscar, por lo tanto, el bien, aún cuando es incómodo; no hacerlo pensando en el juicio de la mayoría, de los hombres, sino en el juicio de Dios, con otras palabras: buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva.
Todo esto no implica un moralismo, la reducción del cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por lo tanto, con Dios. Quien se convierte a Cristo no entiende crearse una autarquía moral suya, no pretende reconstruir con sus propias fuerzas su propia bondad. "Conversión" (Metanoia) significa justamente lo contrario: salir de la propia suficiencia, descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los otros y del Otro, de su perdón, de su amistad. La vida no convertida es autojustificación (yo no soy peor de los demás); la conversión es la humildad de confiarse al amor del Otro, amor que se vuelve medida y criterio de mi propia vida.
Aquí debemos tener presente el aspecto social de la conversión. En efecto, la conversión es, ante todo, un acto muy personal y es personalización. Yo me separo de la fórmula "vivir como todos" (no me siento más justificado por el hecho que todos hacen cuanto hago yo) y encuentro delante de Dios mi propio yo, mi responsabilidad personal. Pero la verdadera personalización es siempre también una nueva y más profunda socialización. El yo se abre de nuevo al tú, en toda su profundidad, de esta manera nace un nuevo Nosotros. Si el estilo de vida extendido en el mundo implica el peligro de la des-personalización, del vivir no mi propia vida, sino la vida de todos los demás, en la conversión debe realizarse un nuevo Nosotros del camino común con Dios. Anunciando la conversión también debemos ofrecer una comunidad de vida, un espacio común del nuevo estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con las palabras; el Evangelio crea vida, crea comunidad de camino; una conversión puramente individual no tiene consistencia...
2. El Reino de Dios
En la llamada a la conversión está implícito, como una condición fundamentalmente propia, el anuncio del Dios viviente. El teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y también debe ser el corazón de la nueva evangelización. La palabra clave del anuncio de Jesús es: Reino de Dios. Sin embargo, Reino de Dios no es una cosa, una estructura social o política, una utopía. El Reino de Dios es Dios. Reino de Dios quiere decir: Dios existe. Dios vive. Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra vida, en mi vida. Dios no es una lejana "causa última", Dios no es el "gran arquitecto" del deísmo que ha construido la máquina del mundo y ahora estaría fuera, por el contrario Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en cada momento de la historia.
En la conferencia de despedida de su cátedra de la Universidad de Münster, el teólogo J. B. Metz ha pronunciado cosas que no se esperaban. Metz en el pasado nos había enseñado el antropocentrismo, el verdadero acontecimiento del cristianismo habría sido el giro antropológico, la secularización, el descubrimiento del estado secular del mundo. Después nos ha enseñado la teología política el carácter político de la fe; más tarde la "memoria peligrosa"; finalmente la teología narrativa. Después de haber recorrido este camino largo y difícil, nos dice hoy: El verdadero problema de nuestro tiempo es la "Crisis de Dios", la ausencia de Dios, camuflada por una religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía, un hablar de Dios y con Dios. Metz tiene razón : El "unum necessarium" para el hombre es Dios. Todo cambia, si hay Dios o no hay Dios. Desgraciadamente también nosotros los cristianos vivimos a veces como si Dios no existiese ("si Deus non daretur"). Vivimos según el cliché: No hay Dios y si lo hay, no interesa. Por este motivo, la evangelización, antes que nada, tiene que hablar de Dios, anunciar el único Dios verdadero: el Creador, el Santificador, el Juez (cf. El Catequismo de la Iglesia Católica).
También aquí debe tenerse presente el aspecto práctico. Dios no puede hacerse conocido sólo con las palabras. No se conoce una persona si se sabe de esta persona sólo a través de otra. Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a rezar. La oración es fe en acto. Y sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la evidencia de su existencia. Por esto son importantes las escuelas de oración, de comunidad de oración. Hay complementariedad entre la oración personal ("en el propio dormitorio", sólo delante de los ojos de Dios), oración común "paralitúrgica" ("religiosidad popular") y oración litúrgica. Sí, la liturgia es, antes que nada, oración; su especificidad consiste en el hecho que su sujeto primario no somos nosotros (como en la oración privada y en la religiosidad popular), sino Dios mismo, la liturgia es actio divina, Dios actúa y nosotros respondemos a la acción divina.
Hablar de Dios y hablar con Dios siempre deben marchar conjuntamente. El anuncio de Dios es guía para la comunión con Dios en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por esto la liturgia (los sacramentos) no es un tema junto a la predicación del Dios viviente, sino la puesta en práctica de nuestra relación con Dios. En este contexto quisiera hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Muchas veces nuestro modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se vuelve enseñanza, cuyo criterio es: hacerse entender, la consecuencia es con frecuencia hacer banal el misterio, la preponderancia de nuestras palabras, la repetición de la fraseología que parece más accesible y más agradable a la gente. Pero esto es un error no solamente teológico, sino también psicológico y pastoral.
La moda del esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de distensión y de auto-vaciamiento demuestran que en nuestras liturgias falta algo. Justamente en nuestro mundo actual tenemos necesidad del silencio, del misterio por encima del individuo, de la belleza. La liturgia no es la invención del sacerdote que celebra o de un grupo de especialistas; la liturgia ("el rito") ha crecido en un proceso orgánico durante los siglos, porta consigo el fruto de la experiencia de la fe de todas las generaciones. Aunque si los participantes no entienden quizá cada una de las palabras, perciben el significado profundo, la presencia del misterio, que trasciende todas las palabras. No es el celebrante el centro de la acción litúrgica; el celebrante no está delante del pueblo en su nombre, no habla de sí y para sí, sino "in persona Cristi". No cuentan la capacidad personal del celebrante, sino sólo su fe, en la que se hace transparente Cristo. "Es necesario que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30).
3. Jesucristo
Con esta reflexión el tema de Dios ya se ha extendido y concretizado en el tema Jesucristo: Sólo en Cristo y a través de Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, la concretización del "Yo soy", la respuesta al Deísmo. Actualmente es grande la tentación de reducir Jesucristo, el Hijo de Dios, sólo a un Jesús histórico, a un hombre puro. No se niega necesariamente la divinidad de Jesús, sino que con ciertos métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en el marco de nuestra historiografía. Pero este "Jesús histórico" no es sino un artefacto, la imagen de sus autores y no la imagen del Dios viviente (cf. 2 Cor 4, 4s; Col 1, 15). El Cristo de la fe no es un mito: el así llamado "Jesús histórico" es una figura mitológica, auto inventada por los diferentes intérpretes. Los doscientos años de historia del "Jesús histórico" reflejan fielmente la historia de las filosofías y de las ideologías de este período.
No puedo, en el marco de esta conferencia, entrar en los contenidos del anuncio del Salvador. Quisiera brevemente aludir a dos aspectos importantes. El primero es el seguimeinto de Cristo, Cristo se ofrece como camino de mi vida. Seguir a Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Una tentativa similar necesariamente fracasa, sería un anacronismo. El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más alta: asimilarse a Cristo y, en este modo, llegar a la unión con Dios. Una palabra como ésta quizás suena extraña a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad, todos tenemos sed del infinito: de una libertad infinita, de una felicidad sin límites. Toda la historia de las revoluciones de los últimos doscientos años se explica sólo así. La droga se explica así. El hombre no se contenta con soluciones bajo el nivel de la divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la "serpiente" (Gén 3, 5), es decir, por la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la comunión con Cristo, realizable en la vida sacramental. El seguimiento de Cristo no es un argumento moral, sino un tema "mistérico", un conjunto de acción divina y de respuesta nuestra.
De esta manera, encontramos presente en el tema de la secuela el otro centro de la cristología, del cual quisiera decir algo: el misterio pascual, la cruz y la resurrección. En las reconstrucciones del "Jesús histórico" normalmente el tema de la cruz no tiene significado. En una interpretación "burguesa" se vuelve un incidente, por sí mismo evitable, sin valor teológico; en una interpretación revolucionaria se vuelve la muerte heroica de un rebelde. La verdad es diferente. La cruz pertenece al misterio divino, es expresión de su amor hasta el fin (Jn 13, 1). El seguimiento de Cristo es participación a su cruz, unirse a su amor, a la transformación de nuestra vida, que se vuelve el nacimiento del hombre nuevo, creado según Dios (cf. Ef 4, 24). Quien omite la cruz, omite la esencia del cristianismo (cf. 1 Cor 2, 2).
4. La vida eterna
Un último elemento central de toda evangelización verdadera es la vida eterna. Actualmente debemos con nueva fuerza anunciar en la vida diaria nuestra fe. Quisiera mencionar aquí solamente un aspecto muchas veces descuidado de la predicación de Jesús: El anuncio del Reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Esta predicación es, por lo tanto, anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o no hacer lo que quiere. Él será juzgado. Él debe dar cuenta de sus actos. Esta certeza tiene valor para los potentes así como para los simples. Donde ésta sea respetada, están trazados los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia y sólo Él puede hacerlo a fin de cuentas.
Esto podremos lograrlo mejor, cuanto más estemos en capacidad de vivir bajo los ojos de Dios y de comunicar al mundo la verdad del juicio. De esta manera, el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido central del Evangelio y es verdaderamente una buena nueva. Lo es para todos aquellos que sufren por la injusticia del mundo y buscan la justicia. De esta modo se comprende también la conexión entre el "Reino de Dios" y los "pobres", los que sufren y todos aquellos de los cuales hablan las bienaventuranzas del discurso de la montaña. Estos están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay justicia. Este es el verdadero contenido del artículo sobre el juicio, sobre Dios Juez: hay justicia.
Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia. Sólo quien no quiere que haya justicia puede oponerse a esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la seriedad de la responsabilidad que nos implica, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir, la redención, el hecho que Jesús en la cruz asume nuestros pecados; que Dios mismo en la pasión del Hijo se hace abogado de nosotros, pecadores, haciendo así posible la penitencia, dando esperanza al pecador arrepentido, esperanza expresada de manera maravillosa en las palabras de San Juan: delante de Dios, tranquilizaremos nuestro corazón, cualquier cosa éste nos reproche. "Dios es más grande que nuestra conciencia, y todo lo conoce" (1 Jn 3, 19s).
La bondad de Dios es infinita, pero no debemos reducir esta bondad a una cosa melindrosa sin verdad. Sólo creyendo al justo juicio de Dios, sólo teniendo hambre y sed de justicia (cf. Mt 5, 6) abrimos nuestro corazón y nuestra vida a la misericordia divina. Se ve: no es verdad que la fe en la vida eterna hace insignificante la vida terrestre. Por el contrario. Sólo si la medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida sobre la tierra es grande y su valor inmenso. Dios no es el otro concursante de nuestra vida, sino quien garantiza nuestra grandeza. De esta manera volvemos a nuestro punto de partida: Dios. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no hablamos de muchas cosas. El mensaje cristiano es en realidad muy simple. Hablemos de Dios y del hombre, y así decimos todo.

Conferencia pronunciada el Congreso de catequistas y profesores de religión, Roma, 10.XII.2000.


22 enero 2014

El emperador

Miguel Ángel Cadenas
Manolo Berjón

La historia está repleta de ejemplos donde poder y religión van, o quieren ir, de la mano. Tiempos ha habido donde la religión quería controlar el poder, aunque no faltan vestigios actuales: el Irán de los ayatolas. Pero nos parece un régimen poco apetecible, y un tanto trasnochado. Lo más común al día de hoy es que sea el poder quien pretenda controlar a la religión. Un ejemplo local: en Iquitos. Un candidato al gobierno regional, presidente regional en funciones para más señas, ahora que ya estamos en plena campaña electoral, recoge pasajes de la Biblia para presentarse en público, cual nuevo emperador, como un nuevo Mesías. ¿No es una forma grotesca de utilizar la religión? Sus directores de campaña no solo carecen de escrúpulos, también de imaginación.

No es que nos sorprenda. Ya decía Qohelet que “no hay nada nuevo bajo el sol”. El cristianismo se ha tenido que enfrentar a esta situación desde sus mismos orígenes. La religión, si quiere ser religión verdadera, tiene que ser libre, y no se deja manipular por nadie, menos por el poder económico o político. Una religión que esté a la altura de tal definición de religión no solo tiene que hacer gala de ser libre, sino parecerlo y ejercerlo. En su seno corre sangre indómita, nada dócil con el poder. Vamos, lo que nos recuerda Francisco sobre la ‘mundanidad espiritual’.


Les proponemos un viaje hasta inicios de la era cristiana en el imperio romano. Un brevísimo paseo por la historia nos puede refrescar y ofrecer pistas de actuación. Pensaban los romanos que cuando un emperador ejercía un servicio extraordinario al mundo tal gobernante podía llegar a ser divino, divus, diva. De hecho eran deificados. Lo habitual era esperar la muerte del gobernante para deificarlo, pero hay excepciones. En el caso de Augusto la deificación llegó durante su vida. Y así se le levantan altares y confiesan su nombre como a un dios. Augusto era una deidad encarnada. El emperador Augusto era aclamado como divino, hijo de dios, dios, dios de dios, señor, redentor, liberador y salvador del mundo. Augusto fue deificado en vida. Una vez abierta la puerta, los siguientes emperadores no tuvieron ningún inconveniente para ser considerados hijos de dios, dios mismo. Nótese de pasada que esta religión romana promueve, sostiene y genera emperadores, no democracias.

Este era el discurso oficial, de cara a la galería. La propaganda gubernamental manejaba recursos públicos y el aparato estatal para extender estas creencias a través de una red de templos, estatuas, monedas… que propiciaba la religión romana. Sin duda una religión que estaba al servicio del statu quo, sosteniendo el aparato ideológico de un imperio que no tenía escrúpulos en imponer ‘la paz de los cementerios’. Pero no todo lo hace el dinero y el poder. Incluso dentro de la clase dirigente aparecen reservas y burlas. A Séneca se le atribuye una sátira donde se mofa del emperador Claudio porque ‘ha subido al cielo por comer setas venenosas’, ofrecidas por quien era su entenado y sucesor en el trono: Nerón. Sí, Claudio se ha convertido en un dios, ha subido al cielo, pero por comer setas venenosas, no por ser un dios.

Si este era el discurso público y privado de los que tenían el poder, de la clase acomodada, es conveniente que nos preguntemos por aquellos que tenían que obedecer, por los súbditos, por los subalternos. Y es aquí donde el genio del cristianismo se acrisola y ensaya algunas ideas que nos acompañarán por toda la historia cristiana. Cierto es que en Rom 13, 1-7 San Pablo nos pide que obedezcamos a las autoridades “porque la autoridad viene de Dios”. Nótese que en esta cita nunca se dice que la autoridad es dios, como pretendían los emperadores. Este texto suele utilizarlo el poder más vil para someter a sus súbditos. San Pablo llega a esta afirmación porque pensaba que en un tiempo de predicación y expansión del cristianismo es mejor estar a bien con el poder para ejercer su ministerio de evangelización sin ningún tipo de obstáculo o dificultad.

Sin embargo, quienes acuden a este texto anteriormente citado no tienen en cuenta que las comunidades cristianas del Apocalipsis consideran al emperador romano como una Bestia (Ap. 13). Pero no vayamos más allá. Quedémonos en la carta a los Romanos, una obra magistral de San Pablo. En Rom 1, 3-4 San Pablo nos dirá que Jesucristo es Hijo de Dios. ¿Se imaginan cómo les sonaría a los primeros cristianos esto de que Jesucristo es Hijo de Dios? Ellos eran conscientes, por la propaganda oficial del imperio, que hijo de dios y dios mismo es el emperador. Ahora los cristianos se atreven a cuestionar los fundamentos religiosos del imperio, a trastocar todos los valores, a cuestionar el modo de ejercer el poder.

Cuando leemos la Biblia los cristianos extraemos conclusiones para nuestro tiempo y con San Pablo continuamos diciendo que el Mesías, el Hijo de Dios, Dios mismo, es Jesucristo y ningún político de turno se puede arrogar dicha prerrogativa. Los cristianos no estamos de acuerdo, lo demás es pura idolatría. Cierto es que la campaña electoral hace que políticos inescrupulosos opinen que todo es posible para alcanzar el poder, “pero no ha de ser así entre ustedes, el que quiera ser el primero que sea el último”, que nos decía el Maestro.

Para terminar esta nota apresurada. Augusto, Tiberio, Claudio, Nerón son algunos nombres de emperadores que se consideraron dios, sus nombres han pasado a la historia como tales emperadores, nada más. Por cierto, todos ellos fueron asesinados en las luchas intestinas por el poder. Sin embargo Jesucristo, al menos para los cristianos, es el Hijo de Dios, Dios mismo. Quienes proclamamos que Jesucristo es Dios vemos como una gran falta de imaginación presentarse como el Mesías, además de un gran desacierto y poca, muy poca, imaginación. Como puede comprobar, sus “asesores espirituales” no han estudiado la Biblia. Un poco más de aplicación y rigurosidad con un texto normativo para los cristianos le llevaría a cometer menos excesos. Un mínimo de hermenéutica impide extraer de su contexto una frase bíblica para aplicarlo a la actualidad, como si no hubieran transcurrido 2000 años de historia de por medio. A esto se le llama fundamentalismo, y parece que nuestras autoridades tienden al fundamentalismo.

P. Miguel Ángel Cadenas
P. Manolo Berjón                                                          
Parroquia Santa Rita de Castilla                                               
Río Marañón                                                    

21 enero 2014

Bienaventuranzas

Santo Tomás Moro

Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una
piedrecita, porque evitarán muchos inconvenientes.
Felices los que saben descansar y dormir sin buscar
excusas, porque llegarán a ser sabios.
Felices los que saben escuchar y callar,
porque aprenderán cosas nuevas.
Felices los que son suficientemente inteligentes como para
no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los que están atentos a las necesidades de los
demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.
Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas
cosas y con tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.
Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un
desprecio, porque su camino será pleno de sol. 
Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de
pensar, porque no se turbarían por lo imprevisible.
Felices vosotros si sabéis callar y ojalá sonreír cuando se
os quite la palabra, se os contradice o cuando os pisen los
pies, porque el Evangelio comienza a penetrar en vuestro
corazón.
Felices si son capaces de interpretar siempre con
benevolencia las actitudes de los demás aun cuando las
apariencias sean contrarías.
Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.
Felices sobretodo, ustedes, si saben reconocer al Señor en

todos los que encuentran, entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.

20 enero 2014

Oración ecuménica

Dios, Padre nuestro, sopla en tu pueblo caminante un nuevo aliento. Tú haces nacer la vida en el desierto y brotar agua de la roca. Acoge nuestras dudas y nuestros interrogantes, y hazlos fecundos. Que nosotros mismos y nuestras Iglesias nos podamos ayudar mutuamente cuando te buscamos y tenemos sed de ti.

Quédate con nosotros y manifiéstanos tu presencia llena de afecto cuando el camino es duro y vacilamos. Condúcenos a la unidad que has querido para tu pueblo, por Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro.



19 enero 2014

«Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor»

Presentamos  un extracto del  mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado  que celebramos hoy en toda la Iglesia. Lo acompañamos de una imagen del Santo Niño de Cebú, símbolo de la evangelización y tarea misionera de los PP. Agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Filipinas,  que conducen nuestra parroquia, cuya festividad se celebra también en el día de hoy.

 "... Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”. Es impresionante el número de personas que emigra de un continente a otro, así como de aquellos que se desplazan dentro de sus propios países y de las propias zonas geográficas. Los flujos migratorios contemporáneos constituyen el más vasto movimiento de personas, incluso de pueblos, de todos los tiempos. La Iglesia, en camino con los emigrantes y los refugiados, se compromete a comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino de los movimientos migratorios.

Al mismo tiempo que animamos el progreso hacia un mundo mejor, no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza. Para huir de situaciones de miseria o de persecución, buscando mejores posibilidades o salvar su vida, millones de personas comienzan un viaje migratorio y, mientras esperan cumplir sus expectativas, encuentran frecuentemente desconfianza, cerrazón y exclusión, y son golpeados por otras desventuras, con frecuencia muy graves y que hieren su dignidad humana.

La realidad de las migraciones, con las dimensiones que alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión. Es importante la colaboración a varios niveles, con la adopción, por parte de todos, de los instrumentos normativos que tutelen y promuevan a la persona humana. El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart. enc.Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62). Trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración.

Es importante subrayar además cómo esta colaboración comienza ya con el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana. Crear oportunidades de trabajo en las economías locales, evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades.

Por último, mirando a la realidad de los emigrantes y refugiados, quisiera subrayar un tercer elemento en la construcción de un mundo mejor, y es el de la superación de los prejuicios y preconcepciones en la evaluación de las migraciones. De hecho, la llegada de emigrantes, de prófugos, de los que piden asilo o de refugiados, suscita en las poblaciones locales con frecuencia sospechas y hostilidad. Nace el miedo de que se produzcan convulsiones en la paz social, que se corra el riesgo de perder la identidad o cultura, que se alimente la competencia en el mercado laboral o, incluso, que se introduzcan nuevos factores de criminalidad. Los medios de comunicación social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos compete, en efecto, desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas, en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también describir la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría. En esto se necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación –que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”- a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor. También los medios de comunicación están llamados a entrar en esta “conversión de las actitudes” y a favorecer este cambio de comportamiento hacia los emigrantes y refugiados..."

18 enero 2014

El husitismo después de Hus (IV)

Francisco Javier Bernad Morales

Juan Zizka estableció en Kutna Hora, ciudad que se convirtió en su base de operaciones, una administración en que el gobierno quedaba en manos de cuatro comités, constituidos respectivamente por señores, caballeros, burgueses y trabajadores asalariados. Aunque quedaban muy lejos las aspiraciones revolucionarias de abolir toda jerarquía social, por primera vez se reconocía a estos últimos el derecho de participar de manera activa en la vida política. La medida alarmó a los husitas moderados de Praga, quienes de manera provisional se aliaron con los católicos romanos. De nada les sirvió, pues fueron derrotados en la batalla de Malesov (1423) y Zizka se apoderó de Praga. Con ello, parecía hacerse con el control del país, pero al año siguiente, mientras dirigía una campaña para ocupar Moravia, pereció víctima de la peste. Le sucedieron en el mando comandantes extraordinariamente capacitados desde el punto de vista militar, entre los que destacó pronto el presbítero Procopio el Grande[1]. Se trataba de un hombre cultivado, perteneciente a una acaudalada familia alemana. Había viajado por diversos países europeos e incluso había visitado Jerusalén. En la universidad de Praga había tenido ocasión de escuchar a Juan Hus y sus palabras le había impresionado de tal modo que abandonó lo que parecía presentarse como un brillante porvenir, para hacerse sacerdote y entregarse a la predicación. Terminó por marchar a Tabor y romper todos los lazos con su familia. Allí se mostró como persona afable y conciliadora. Tras la eliminación de los elementos más radicales, posiblemente vinculados como ya se ha señalado con la herejía del Libre Espíritu, una nueva querella había enfrentado a los taboritas con los utraquistas praguenses. En esta ocasión se trataba de la celebración de la misa. Sostenían los primeros que esta debía ser una ceremonia sencilla oficiada en checo y de la que debían estar ausentes tanto los cánticos como las casullas de los sacerdotes. En este contexto, en que desacuerdos de tal naturaleza acababan a menudo en enfrentamiento armado, Procopio se atrevió a oficiar misa en Tabor revestido con los ornamentos litúrgicos, con la finalidad de mostrar a todos la necesidad de abandonar disputas que se le antojaban triviales. No fue este acto simbólico, sin embargo, lo que hizo olvidar temporalmente sus divisiones a los seguidores de Hus, sino un nuevo ataque de los cruzados. Frente a ellos, Procopio alcanzó una victoria que aseguró su posición. En los años siguientes, bajo su dirección, los ejércitos husitas realizaron incursiones en Austria, Silesia y Eslovaquia, derrotando a los señores y difundiendo sus ideas entre los campesinos. En 1429 y 1430 llegaron incluso a ocupar numerosas ciudades de Sajonia y Turingia, incluso Bamberg, sin apenas resistencia. Federico de Hohenzollern, por la paz de Beheimstein, se comprometió a pagar un subsidio anual a Bohemia y a permitir la discusión en Nüremberg de los Artículos de Praga. Tras estos éxitos, Procopio creyó llegado el momento de proponer una negociación. Esta se entabló finalmente en Bratislava. En ella, los husitas propusieron al rey Segismundo que aceptara la comunión bajo las dos especies y los artículos de Praga, lo que este rechazó. A continuación se organizó una nueva cruzada, que resultó igualmente derrotada (1431).





[1] También llamado El Imberbe o El Rapado, pues al contario que el resto de los sacerdotes husitas tenía la costumbre de afeitarse la barba.

17 enero 2014

San Antonio Abad

Hoy en la Iglesia Católica celebramos la festividad de San Antonio Abad, patrón de los animales domésticos. Presentamos, en su conmemoración, una breve reseña biográfica en forma de dibujos animados para los más pequeños.

16 enero 2014

Tengo necesidad deTi

Cardenal Newman

Dios mío, tengo necesidad de Ti,
necesito que me instruyas cada día,
tal como lo exige la jornada.
Señor, ¡concédeme una conciencia iluminada,
capaz de percibir y comprender Tu inspiración!
Mis oídos están cerrados,
por eso no escucho Tu voz.
Mis ojos están tapados
y por eso no veo Tus signos.
Solamente Tú puedes abrir mis oídos y curar mi vista,
puedes purificar mi corazón.
Enséñame a estar sentado a Tus pies,
y a escuchar Tu palabra.
No me has creado sin una finalidad.
Tengo que completar Tu obra.
En el puesto que me has señalado,
tengo que ser mensajero de paz.





15 enero 2014

¿Es que Cristo está dividido?

Conferencia Episcopal Española

Pablo destaca dos elementos centrales del discipulado cristiano en los que estamos intrínsecamente ligados a Cristo: el bautismo y la cruz de Cristo. No nos bautizaron en Pablo, y él no fue crucificado por nosotros; nuestra unidad es en Cristo y nuestra vida y nuestra salvación vienen de Él. A pesar de esto, todos participamos en un grupo o en otro, y nuestras Iglesias locales alimentan en nosotros la fe y nos ayudan a caminar como discípulos de Jesús. La conclusión del asunto, tanto para Pablo como para nosotros, no es solo nuestro sentido de pertenencia a una Iglesia particular, sino el propósito de proclamar la buena nueva, el evangelio al que hemos respondido con fe y alegría. Ahora debemos compartir este mensaje con el mundo. La conclusión de Pablo nos reta a preguntarnos si tenemos una buena noticia en Cristo que transmitirnos unos a otros, o si llevamos división incluso en el nombre de Cristo y, en palabras de Pablo, vaciando la cruz de su poder.

Materiales para la Semana de Oración por la unidad de los cristianos




14 enero 2014

11 enero 2014

Oración por la fe

Pablo VI
Señor, haz que mi fe sea plena, sin reservas, y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.
Señor, haz que mi fe sea libre; es decir, que tenga el concurso personal de mi adhesión, acepte las renuncias y los deberes que impone y exprese el ápice decisivo de mi personalidad: creo en ti, Señor.
Señor, haz que mi fe sea cierta. Cierta por una exterior congruencia de pruebas y cierta por un testimonio interior del Espíritu Santo. Cierta por una luz que la asegure, por una conclusión que la pacifique, por una asimilación que la haga reposar.
Señor, haz que mi fe sea fuerte. Que no tema la contradicción de los problemas cuando es plena la experiencia de nuestra vida ávida de luz. Que no tema la oposición de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega; sino que se refuerce en la prueba íntima de tu verdad, resista la fatiga de la crítica, se corrobore con la afirmación continua que sobrepasa las dificultades dialécticas y espirituales en que se desenvuelve nuestra existencia temporal.
Señor, haz que mi fe sea gozosa y dé a mi espíritu paz y alegría. Que lo habilite para la oración con Dios y para la conversación con los hombres, de manera que en el coloquio sagrado y en el profano irradie la felicidad interior de su posesión afortunada.
Señor, haz que mi fe sea operante y dé a la caridad las razones de su expansión moral, de manera que sea verdadera amistad contigo y continua búsqueda tuya, continuo testimonio, alimento continuo de esperanza, en las obras, en los sufrimientos, en la espera de la revelación final.
Señor, haz que mi fe sea humilde y no presuma fundarse en la experiencia de mi pensamiento y de mi sentimiento, sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo y no tenga garantía mayor que la docilidad a la Tradición y a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia.         
 Amén.

10 enero 2014

Gustate et videte. Canto mozárabe.



Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Aleluya, aleluya, aleluya.

El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a Él.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria y honor al Padre, al Hijo,
y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
Aleluya, aleluya, aleluya.

09 enero 2014

Dame Señor

Santo Tomás Moro

Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.
Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, 
una buena digestión y algo para digerir.
Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, 
los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente 
como para encontrar la felicidad en esta vida 
y ser provechoso para los demás.
Que siempre haya en mis labios una canción, 
una poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia 
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.
Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, 
sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos 
experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.
Dame, Señor, una fe plena, 
una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad, 
sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.





08 enero 2014

Catequesis sobre el Bautismo

Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Credo, por el cual cada domingo hacemos nuestra profesión de fe, afirmamos: "Creo en un solo bautismo, para el perdón de los pecados". Se trata de la única referencia explícita a un Sacramento en el Credo. Solo se habla del Bautismo allí. En efecto, el bautismo es la "puerta" de la fe y de la vida cristiana.
Jesús Resucitado dio a sus apóstoles este mandato: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará". (Marcos 16:15-16). La misión de la Iglesia es evangelizar y perdonar los pecados a través del sacramento del bautismo. Pero volvamos a las palabras del Credo. La expresión se puede dividir en tres puntos: "profeso", "un solo bautismo", "para la remisión de los pecados".
1.- Primero "Yo confieso". ¿Qué quiere decir esto? Es un término solemne e indica la gran importancia del objeto, es decir, del bautismo. De hecho, pronunciando estas palabras, afirmamos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios. El Bautismo es en un cierto sentido el documento de identidad cristiana, su certificado de nacimiento. Es el certificado de nacimiento a la Iglesia.
Todos ustedes saben el día en que nacieron. De verdad, ¿no es así? Celebran los cumpleaños, todos. Todos celebramos el cumpleaños. Pero voy a hacerles una pregunta que hice otra vez, y que voy a repetir otra vez: ¿quién de ustedes se acuerda de la fecha de su bautismo? Levanten la mano. ¿Quién de ustedes? Hay pocos, ¿eh? No muchos. Y no lo pediré a los obispos, para que pasen vergüenza, ¿eh? Hay pocos, ¿eh? Pero hagamos una cosa, hoy cuando regresen a casa, pregunten: "¿En qué día fui bautizado?" Busquen. Éste es el segundo cumpleaños.
El primer cumpleaños es el cumpleaños a la vida y éste es el cumpleaños a la Iglesia: es el día del nacimiento a la Iglesia ¿Lo harán esto? Es una tarea, ¿eh?, para hacer en casa: ver el día en que yo nací, y dar gracias al Señor que ha abierto la puerta a su iglesia aquel día en que yo he recibido el Bautismo. Vamos a hacerlo hoy.
Al mismo tiempo, al bautismo está unida nuestra fe en el perdón de los pecados. El sacramento de la Penitencia o Confesión es, de hecho, como un "segundo bautismo", que tiene siempre como referente el primero para consolidarlo y renovarlo.
En este sentido, el día de nuestro bautismo es el punto de partida de un camino, de un camino hermosísimo, de un camino hacia Dios, que dura toda la vida, un camino de conversión y que continuamente se apoya en el Sacramento de la Penitencia.
Y piensen también en esto: cuando vamos a confesarnos de nuestras debilidades, de nuestros pecados, pidamos el perdón de Jesús, pero renovemos también el Bautismo con este perdón, ¡eso es hermoso! Es como festejar en cada confesión el día del Bautismo. Y así, la confesión no es una sesión en una cámara de tortura, es una fiesta para celebrar el día de nuestro Bautismo ¡La confesión es para los bautizados! ¡Para mantener limpia esta vestidura blanca de nuestra dignidad cristiana!
2. Segundo elemento: "un solo bautismo". Esta expresión recuerda la de san Pablo: "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo" (Efesios 4:05). La palabra "bautismo" significa literalmente "inmersión", y de hecho este sacramento constituye una verdadera inmersión espiritual, ¿dónde? ¿En la piscina? No, en la muerte de Cristo. El Bautismo es propiamente una inmersión espiritual en la muerte de Cristo, de la que se resucita con Él como nuevas criaturas (cf. Rom 6:04).
Es un lavamiento de regeneración y de iluminación. Regeneración porque actúa ese nacimiento del agua y del Espíritu, sin el cual nadie puede entrar en el reino de los cielos (cf. Jn 03:05). Iluminación, porque, por el Bautismo, la persona humana viene llenada de la gracia de Cristo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1:09), y disipa las tinieblas del pecado.
Y por ello, en la ceremonia del Bautismo a los padres se les da una vela encendida, para indicar esta iluminación. El Bautismo nos ilumina desde dentro con la luz de Jesús. En virtud de este don, el bautizado está llamado a convertirse él mismo en "luz", la luz de la fe que ha recibido, luz para los hermanos, especialmente para aquellos que están en las tinieblas y no ven ningún destello de luz en el horizonte de sus vidas.
Podemos preguntarnos: ¿el Bautismo, para mí, es una cosa del pasado, de aquel día, de aquella fecha -que hoy ustedes buscarán cuál es-, o es una realidad viva, que se refiere a mi presente, en todo momento? ¿Te sientes fuerte, con la fuerza que te da Cristo, con su sangre, con su resurrección, tú te sientes fuerte o te sientes mal, sin fuerza? Pero el bautismo da fuerza ¿Con el Bautismo te sientes un poco iluminado? ¿Te sientes iluminada? Con aquella luz que viene de Cristo ¿Eres hombre o mujer de luz o eres hombre o mujer oscuro, sin la luz de Jesús? Piensen en eso. Tomar la gracia del Bautismo, que es un regalo y convertirse en luz, luz para todos.
3. Por último, una breve mención al tercer elemento: "Para el perdón de los pecados". Recuerden que el Credo: un Bautismo, creo en el bautismo para la remisión de los pecados. En el sacramento del Bautismo se perdonan todos los pecados, el pecado original y todos los pecados personales, así como todas las penas del pecado.
En el Bautismo se abre la puerta a una verdadera novedad de vida que no está oprimida por el peso de un pasado negativo, sino que recobra ya la belleza y la bondad del Reino de los cielos. Es una poderosa intervención de la misericordia de Dios en nuestras vidas, para salvarnos. Ésta intervención salvífica no quita nuestra naturaleza humana su debilidad; -todos somos débiles y todos somos pecadores, ¿eh?- ¡y no nos quita la responsabilidad de pedir perdón cada vez que nos equivocamos!
Y esto es hermoso. Yo no puedo ser bautizado dos veces, tres veces, cuatro veces, pero sí que puedo ir a la Confesión y cuando voy a la Confesión renuevo la gracia del Bautismo. Es como si hiciera un segundo Bautismo. El Señor Jesús es tan bueno, que nunca se cansa de perdonarnos, me perdona. Recuerden bien ¿eh?
El bautismo nos abre la puerta a la Iglesia. Buscar la fecha de mi bautismo, pero también cuando la puerta se cierra un poco a causa de nuestras debilidades, por nuestros pecados, la Confesión la abre, porque la Confesión es como un segundo Bautismo, que nos perdona todo y nos ilumina para ir adelante con la luz del Señor. Vayamos adelante, alegres ¿eh? Porque la vida hay que vivirla con la alegría de Jesucristo y ésta es una gracia del Señor. ¡Gracias!