03 enero 2013

San Fulgencio de Ruspe

Francisco Javier Bernad Morales

Hoy recordamos a San Fulgencio de Ruspe (468-533), cuya vida se desarrolló en un período especialmente difícil: los últimos estertores del Imperio Romano de Occidente. Aunque formalmente la autoridad del emperador pervivió hasta que en el 476, el hérulo Odoacro depuso a Rómulo Augústulo y remitió las insignias imperiales a Constantinopla, hacía tiempo que se habían constituido reinos bárbaros  en Britania, las Galias, Hispania y África. En esta última, en la ciudad de Cartago, nació San Fulgencio. Era un territorio profundamente cristianizado que había dado a la Iglesia figuras como San Agustín, San Alipio o San Posidio, aunque se había desgarrado por el conflicto donatista. A este se le sumó desde la conquista vándala (Hipona fue ocupada en el 430 y Cartago en el 439), el problema arriano. En contraste con los visigodos de Hispania o los ostrogodos de Italia, los vándalos desataron una violenta persecución contra la ortodoxia.

Fulgencio era miembro de una ilustre familia romana y recibió una esmerada educación, que le llevó a dominar a la perfección no solo el latín, sino también el griego. La lectura de un sermón de Agustín de Hipona sobre el salmo 36, le empujó a abrazar la vida religiosa, cuando contaba veintidós años. Vivió durante algún tiempo refugiado en Sicilia y hacia el 500 visitó Roma. A su regreso a África, fue nombrado obispo de la pequeña ciudad de Ruspe (Túnez). Como el resto de los obispos católicos, hubo de exiliarse durante el reinado de Trasamundo y, aunque se le permitió un breve retorno a Cartago, no pudo volver de manera definitiva hasta que el advenimiento de un nuevo rey, Hilderico, suavizó la actitud arriana frente a los católicos. El nuevo monarca era consciente de que para mantener la estabilidad del reino le era indispensable ganarse el apoyo de la población romana, pero sus medidas conciliadoras llegaron demasiado tarde y le granjearon la enemistad de la nobleza. Finalmente (530) fue destronado por su primo Gelimer, lo que motivó el envío por el emperador Justiniano de una fuerza expedicionaria comandada por el general Belisario, que en una breve campaña puso fin al reino vándalo (534). Fulgencio no llegó a ver la restauración del poder imperial en su tierra, pues falleció en el año 533.

Excelente administrador, desde su entrada en la Iglesia vivió de manera austera, ocupado en aliviar las necesidades de los más pobres y dedicando gran parte del tiempo a la oración y a la composición de obras doctrinales, en las que expuso las concepciones ortodoxas sobre la Trinidad, en oposición a los arrianos, y atacó a los pelagianos, quienes negaban el pecado original. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario