29 diciembre 2012

Los Miserables

Carmen Sáez Gutiérrez


La película recientemente estrenada en nuestros cines y dirigida por Tom Hooper, basada en el musical del mismo nombre y en la obra también homónima del político, poeta y escritor Victor Hugo, nos sitúa en la sociedad francesa de la primera mitad del siglo XIX.
Jean Valjean, convicto de haber robado un trozo de pan para evitar la muerte por hambre de uno de sus sobrinos, cumple una condena a trabajos forzados. Tras diecinueve años obtiene la libertad condicional con la obligación de presentarse ante la justicia cada cierto tiempo, pero cuando sale, encuentra el rechazo de la sociedad allá donde va. Solamente una puerta se le abre, la del obispo Myriel, quien le ofrece comida y cobijo, y, a pesar de que Jean Valjean huye después de robarle la plata; cuando es detenido de nuevo y llevado ante él por el policía Javert, uno de sus antiguos guardianes, el obispo en un gesto de compasión y misericordia, dice haberle regalado la plata y aún le entrega más para ofrecerle así la posibilidad de rehacer su vida, liberándole  de una nueva condena.
Jean Valjean, bajo una identidad falsa, consigue enriquecerse y ascender socialmente, convirtiéndose en alcalde de la ciudad de Montreuil.su-Mer, de la que se hace benefactor y en la que posee la propiedad de una fábrica. Es en este lugar donde trabaja Fantine, una atractiva mujer que, víctima de la envidia de sus compañeras de trabajo, es despedida por el capataz, motivo por el que se ve abocada a la prostitución, como único medio de mantener a su única hija, Cosette, atendida de manera interesada por unos taberneros sin escrúpulos que la someten a todo tipo de humillaciones y maltratos. Fantine, víctima de la brutalidad de sus clientes, cae gravemente enferma. Antes de terminar sus días, un encuentro fortuiro con Jean Valjean permite que este la reconozca como antigua empleada de su fábrica y le prometa  ocuparse de su hija.
El contrapunto de Jean Valjean, un hombre que reconoce sus errores y limitaciones, pero con sensibilidad para amar y disposición para entrar en oración, es Javert, el policía que hace de la ley y su cumplimiento, su religión y  no puede comprender, en su rigidez, la capacidad del hombre para convertirse, para cambiar aunque siempre le acompañe su pasado.
Jean Valjean adopta a Cosette, la cuida y le da el trato que hubiera dado a su propia hija. Lleva con ella una vida acomodada, aunque no exenta  de sobresaltos, a causa de la incansable presecución de Javert .
En París estalla la insurrección de junio de 1832, contra la monarquía de Luis Felipe. Marius, un joven revolucionario de buena familia, se fija en Cosette cuando pasea con su padre por la ciudad y se enamora de ella. La presencia de Javert en los disturbios hace  que este encuentro entre los jóvenes sea breve, pues Valjean se ve obligado a ocultarse, llevando consigo a Cosette. En la distancia y en la dificultad por verse crece el amor entre los jóvenes. Jean Valjean se entera de esta atracción que se da entre los jóvenes por una nota que recibe de un niño del grupo revolucionario que hace de correo y decide acudir a la revuelta para conocer la situación del joven. Jean pasa  a formar parte del grupo , lucha con ellos, y en las escaramuzas se le presenta la oportunidad de matar a Javert, pero le perdona la vida y le facilita la huida. La insurrección es sofocada por las fuerzas gubernamentales y,  en medio de la batalla,  Marius es herido. Jean Valjean escapa cargando con el cuerpo de Marius y consigue salvarle la vida. Cuando el joven se recupera, se casa con Cosette. Son ya los últimos días de Jean Valjean, quien se retira a un convento para vivir su final. Marius, al conocer que ha sido el padre adoptivo de su mujer quien le ha salvado la vida, acude con ella al convento para darle las gracias. Allí, un Jean Valjean ya cansado, muere  abrazando a quienes considera sus hijos.
Javert termina suicidándose, incapaz de afrontar una existencia que le exige abandonar la seguridad de creerse siempre en posesión de la razón y olvidar su primacía en favor de una actitud compasiva que lleve a abrazar el perdón.
La historia deja patentes valores como la justicia, la empatía, el saber ponerse en el lugar del otro y sentir con él, al tiempo que muestra actitudes duras que sitúan la ley y el orden por encima del hombre y su dignidad. La fuerza espiritual de Jean Valjean le permite redimirse a través de la entrega y del sacrificio. La letra de una de las canciones nos recuerda que cuando somos capaces de amar al otro, podemos ver la faz de Dios, y, ciertamente, en los personajes y en el transcurrir de los acontecimientos se siente la presencia de Dios.
Son dos horas y media de película y pudiera hacerse pesada si no fuera por el interés del tema, la plasticidad de la música, que resulta agradable y pegadiza y la increíble interpretación de actores como Hugh Jackman o Anne Hathaway. Tal vez el abuso de técnicas como el zoom sea excesivo y provoque en el espectador la sensación de estar siempre en un primer plano e implicado en los escenarios que, por otra parte, son adecuados. El vestuario está también muy logrado, tanto por el estilismo como por su fidelidad a la época y situación.

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