RATIZNGER,
Joseph, Verdad, valores, poder. Piedras
de toque de la sociedad pluralista. Rialp, Madrid, 2012, 12 x 18,5 cm 109
pp.
Recoge este
pequeño libro tres artículos publicados a principios de los años noventa del
pasado siglo por el entonces cardenal Ratzinger, cuya unidad viene dada por el
elemento común que les sirve de motivo de reflexión: la idea, expuesta por
tratadistas políticos como Hans Kelsen y Richard Rorty y ampliamente difundida
en la actualidad, de que la democracia está íntimamente ligada al relativismo
moral y es, por tanto, incompatible con la existencia de valores absolutos.
Excluidos estos, se alza la opinión de la mayoría como único criterio para
deslindar entre justicia e injusticia en un mundo en que nociones como verdad y
bien carecen de significado. La pregunta retórica de Pilato ¿qué es la verdad?,
que le sirve como justificación para apelar a la multitud y así condenar a
muerte a quien sabe inocente, se convierte, recuerda el autor, en paradigma de
esta forma de entender la democracia. Es obvio que en esta concepción, la
libertad carece de todo fundamento moral y se reduce a la mera exigencia de un
derecho a disfrutar de bienes inmediatos. Se trata, en definitiva, de una
libertad huera y trivial, que reposa en el nihilismo.
Tampoco, insiste Ratzinger, se puede
fundamentar la moralidad de los actos en la propia conciencia de quien los
ejecuta, dado que esta puede ser errónea. Es posible que Hitler obrara
siguiendo el dictado de su conciencia, pero eso no lo convertiría en inocente.
Se hace, pues, preciso recuperar el lugar central de la verdad y del bien, como
condición de la libertad y de la democracia.
Estas reflexiones conducen al autor
a ocuparse de la misión del Estado. No consiste esta en traer la felicidad a
los seres humanos ni en crear hombres nuevos o edificar el paraíso sobre la
tierra, sino, como indicó Schlier, en “mantener la convivencia humana en
orden”. La noción de que la verdad y el bien existen de manera objetiva priva
al Estado de toda pretensión de convertirse en absoluto, con lo que cierra el
paso al totalitarismo y se convierte en la auténtica salvaguarda de la
libertad.
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