15 marzo 2015

El primer hereje (y II)

Puesto que no cuestiona el Antiguo Testamento, Marción acepta que habrá de venir el Mesías anunciado en las profecías. Será este, el enviado del Dios creador, un guerrero que restaurará Israel. Pero ese es el Mesías del dios malo. El Mesías del Dios bueno tiene un carácter completamente distinto. En primer lugar, no está vinculado en ningún modo al mundo del Creador, por lo que su venida no ha sido previamente conocida por nadie, sino que ha sucedido de manera totalmente inesperada. Por otro lado, no puede aceptar que realmente se haya encarnado en un hombre, ya que eso implicaría que se ha contaminado con la materia. No es posible, pues, que haya nacido de una mujer. Simplemente, ha adoptado apariencia humana.

Un escrito cristiano de mediados del siglo III, el Carmen  adversus marcionitas, expresa lo que considera una incongruencia de Marción: si Cristo no es el Mesías anunciado por los profetas, ¿por qué nació en el seno del pueblo judío y no entre los gentiles? Para Moll la respuesta hay que buscarla en la estrecha vinculación del Dios bueno con el del Antiguo Testamento. En el sistema marcionita, Cristo no ha sido enviado para redimir con su muerte a los hombres del pecado, sino para enfrentarse al Creador y destruir su obra. Por eso tiene sentido su aparición, que no nacimiento, en Israel. Es de señalar que la iniciativa corresponde en todo momento al Dios malvado, pues este ha sido el primero en actuar mediante la Creación. El Dios bueno solo interviene como reacción frente a los actos del primero.

En definitiva, el sistema de Marción es profundamente nihilista, ya que concibe la salvación como una lucha radical contra la Creación. En este sentido, su aspiración final sería la extinción del género humano, máximo acto de rebeldía contra el malvado autor del mundo. A nuestros ojos, constituye una clara muestra de los extravíos a que conduce el rechazo de la raíz judía del cristianismo.

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