22 agosto 2013

El rey David (4)

Francisco Javier Bernad Morales

En un primer momento, la autoridad de David solo es admitida por Judá, en tanto que el resto de las tribus se mantienen fieles a la casa de Saúl, en la persona de su hijo Isbóset, proclamado rey por Abner, el principal general del monarca fallecido. Siguen tiempos de enfrentamiento en los cuales Abner, a su pesar, da muerte a Asahel, hermano de Joab, el más estrecho colaborador de David. Este suceso desencadena una venganza de sangre pues cuando más adelante, Abner, disgustado con Isbóset, busque un acercamiento a David, Joab lo matará a traición. Sorprendentemente aquel no castigará a su lugarteniente y se limitará a proclamar que no ha tenido nada que ver con el hecho. Nos encontramos así ante un rasgo del carácter de David que quizá ya se hubiera manifestado anteriormente, cuando se negó a dar muerte a Saúl, pese a tenerlo a su merced: una excesiva indulgencia con sus allegados, que en ocasiones raya con la debilidad.

A la defección y muerte de Abner, sigue el asesinato de Isbóset por dos de sus propios jefes militares, quienes pensaban de esta manera obtener el favor de David. Este sin embargo, los califica de hombres malvados que han terminado con la vida de un justo y, en consecuencia, los hace ejecutar. Tras esto, los jefes de las tribus del norte se dirigen a Hebrón, donde mora David, y lo reconocen como rey, con lo que este comienza a gobernar sobre todo el territorio de Israel.

Tras esto, 2 de Samuel narra la conquista de Jerusalén, hasta el momento en poder de los jebuseos, y la victoria sobre los filisteos que, alarmados por el creciente poderío de Israel, se habían unido para combatirlo. Decide entonces David trasladar el Arca de la Alianza a la ciudad recién conquistada y convertida en capital del reino y durante la procesión, él mismo danza en un baile ritual, lo que le vale el reproche de Mikal, la primera de sus esposas, hija de Saúl, quien considera  que se trata de una conducta impropia de su condición. Molesto, el rey responde con inusitada dureza:

-¡Delante de Yahveh saltaba! ¡Vive Yahveh que me escogió con preferencia a tu padre y toda tu familia para hacerme caudillo de su pueblo Israel, que he de danzar en presencia de Yahveh! (2 Samuel, 6, 21).

No hay comentarios:

Publicar un comentario