24 marzo 2013

La dinastía asmonea (y III)

Francisco Javier Bernad Morales

El reino judío se vio envuelto de manera forzosa en las guerras civiles romanas. En la que enfrentó a Julio César con Cneo Pompeyo,  Antípatro maniobró de manera muy hábil, pues consiguió que, tras el asesinato en Egipto del segundo (48 a. C.), el vencedor les ratificara en sus puestos, tanto a él como a Hircano II. Tras este éxito nombró a su hijo menor Herodes, gobernador de Galilea, en tanto que el mayor, Fasael, quedaba como prefecto de Jerusalén. Hircano II parece haber sido un hombre de carácter débil, poco dotado para las tareas de gobierno. En otro sentido, era un admirador de la cultura griega, hasta el punto de que la ciudad de Atenas le obsequió  con una corona de oro y erigió una estatua de bronce en su honor[1].

Muerto ya Antípatro por envenenamiento, tanto Herodes como Fasael, tomaron partido por Marco Antonio en su lucha contra Octavio, por lo que aquel los nombró tetrarcas, conservando a Hircano en el puesto de sumo sacerdote (41 a. C.). Poco después, los partos invadieron Judea y capturaron a Fasael, a quien dieron muerte, y a Hircano. En estas circunstancias, Herodes obtuvo de Marco Antonio el título de rey de Judea. Dado que no pertenecía a la familia asmonea, en un intento de legitimar su posición, contrajo matrimonio con Mariamne (38 a. c.), nieta de Hircano II y de Aristóbulo II.

No se sintió, sin embargo, seguro en el trono, por lo que intrigó hasta conseguir que Antonio hiciera matar a Antígono, hijo de Aristóbulo II (37 a. C.).  A lo largo de su reinado, por temor a que conspiraran para arrebatarle la corona, eliminó a los asmoneos supervivientes, entre ellos su suegra, su cuñado (el sumo sacerdote Aristóbulo III), Hircano II, la propia Mariamne (29 a. C.) y dos de los hijos varones que había tenido con esta (el otro había muerto en Roma). Digno émulo de su padre, tras la derrota y muerte de Antonio (30 a. C.) logró que Octavio, en lugar de darle muerte como todos esperaban, le confirmara como rey.

Pese a que restauró y amplió el templo, no consiguió ganarse las simpatías de los judíos, que siempre vieron en él a un idumeo converso, advenedizo y cruel. Además prosiguió una política de helenización como ponen de manifiesto la fundación de la ciudad de Cesarea o la edificación de teatros. Introdujo incluso algunas costumbres romanas repugnantes al judaísmo, tales como juegos en honor de Augusto o ejecutar a los condenados arrojándolos a las fieras en el anfiteatro[2].

A su muerte (4 a. C.)[3], sus territorios, que además de Judea, comprendían Galilea, Samaria, Idumea, Traconítide, Gaulanítide y Perea, fueron divididos por Augusto entre tres de sus hijos, Herodes Antipas, Arquelao y Filipo[4].

Al narrar los acontecimientos del reinado de Herodes, Josefo menciona por primera vez a los esenios, una secta judía que debemos añadir a las de saduceos y fariseos ya citadas en la entrega anterior. Sus doctrinas las resume brevemente más adelante: creen en la inmortalidad del alma y no ofrecen sacrificios en el templo, viven en comunidad, practican el celibato y rechazan la esclavitud[5]. A ellos habría que sumar los zelotes, quizá aparecidos durante el reinado de Arquelao (4 a. C. – 6 d. C.), a quienes caracteriza como próximos a los fariseos, aunque a diferencia de estos se oponían con las armas a la dominación romana, y diversos grupos bautistas, entre los que alcanzaría notoriedad en la tradición cristiana el surgido en torno a Juan, presentado en el Evangelio de Lucas como primo de Jesús. Más adelante me ocuparé de todos ellos con mayor detenimiento. Baste por ahora señalar la amplitud de tendencias que presentaba la religión judía en los tiempos del cambio de era.




[1] JOSEFO, Flavio, Antigüedades de los judíos, XIV, VIII, 5.
[2] Ibídem, XV, VIII, 1
[3] En el siglo VI el monje Dionisio el Exiguo realizó el cálculo que sirve de fundamento a la era cristiana, pero dató erróneamente el reinado de Herodes el Grande. Lo más probable es que Jesús de Nazaret naciera hacia el 7 a. C.
[4] Herodes contrajo matrimonio con diez mujeres que le dieron numerosos hijos. Además de a Aristóbulo y Alejandro, nacidos de Mariamne, hizo matar a otro de ellos, Antípatro. A Arquelao y Herodes Antipas, los tuvo con la samaritana Malthace, en tanto que Filipo nació de Cleopatra de Jerusalén.
[5] Ibidem, XVIII, I, 4.

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