31 mayo 2012

Lutero. Comentario al Magnificat


Francisco Javier Bernad Morales

En los meses transcurridos entre noviembre de 1520 y junio de 1521, Lutero traduce el Magnificat al alemán y lo publica acompañado de un extenso comentario, en que, verso por verso intenta desentrañar su significado más profundo. Es un momento crucial en su vida. El 15 de junio de 1520, el papa León X había condenado sus doctrinas mediante la bula Exsurge Domine y el 3 de enero del año siguiente, dado que no había conseguido que se retractara, lo había excomulgado en una nueva bula:  Decet Romanum Pontificem.  Poco después, del  25 de enero al 28 de mayo, se había desarrollado la Dieta de Worms, en la que Lutero había defendido su posición en presencia del Emperador Carlos V y de los príncipes alemanes. Ante la imposibilidad de vencer su firmeza, un edicto del 25 de mayo, prohibió sus obras y lo calificó de hereje, autorizando que cualquiera pudiera darle muerte. A fin de protegerlo, su soberano, el elector de Sajonia Federico el Sabio, decidió fingir un secuestro y ocultarlo en el castillo de Wartbug. En este forzado retiro, mientras toda Alemania se interrogaba por su paradero y muchos temían que hubiera sido asesinado, inició la traducción de la Biblia al alemán.

A continuación reproducimos  el inicio de su comentario al primer verso del Magnificat.

"Mi alma glorifica a Dios, mi Señor
 Estas palabras brotan de un ardor inflamado y de un gozo desbordante, en el que bullen todas sus facultades, toda su vida, y que exulta en su espíritu. Por eso no dice 'yo ensalzo a Dios', sino 'mi alma' como si quisiera expresar, 'mi vida, todos mis sentidos, se ciernen en el amor, alabanza y gozo divinos con tal intensidad que me siento arrastrada a alabar a Dios con fuerza superior a las mías'. Esto es lo que exactamente sucede con quienes han gustado la dulzura y el espíritu de Dios: sienten más de lo que les es posible expresar, puesto que el alabar gozosamente a Dios no es obra humana, sino una pasión alegre, una operación divina inefable, solo cognoscible desde la experiencia personal, como dice David en el Salmo 33: 'Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el hombre que a él se confía'. en primer lugar se habla de gustar, y después viene el ver, por la sencilla razón de que no es posible llegar a este conocimiento sin la experiencia y la sensación peculiares que solo puede alcanzar quien, en lo profundo de su indigencia, confía en Dios de todo corazón. Por este motivo se añade enseguida. `dichoso el hombre que confía en Dios`, porque entonces este hombre experimentará dentro de sí la obra de Dios y de esta forma llegará a esa dulzura sensible y, a través de ella, a la comprensión e inteligencia completas." (El salmo citado suele aparecer como 34 en las ediciones actuales de la Biblia. La diferencia se debe a que en la Septuaginta, seguida por la Vulgata, los salmos 9 y el 10 aparecían unidos, mientras que en el texto masorético están separados).

Para terminar, incluimos la invocación final del comentario:

"…pidamos a Dios que nos conceda la correcta inteligencia de este Magnificat: que no se contente con iluminar y hablar, sino que inflame y viva en el cuerpo y en el alma. Que Cristo nos lo conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre María. Amén."

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