03 noviembre 2014

En medio de la confusión. Habitando en medio del “tohu babohu”

Manolo Berjón
Miguel Ángel Cadenas
Parroquia Santa Rita de Castilla
Río Marañón


Para Rusbel Casternoque y, en él,
a todos los participantes
en el XIII Congreso de ACODECOSPAT


La confusión puede ser creativa con tal que sepamos manejarnos en medio de ella. Los amantes del orden no la pueden comprender, se sienten perdidos, indefensos, sin herramientas para poder domesticarla, menos para vivir en medio de ella. Pero hay quien del caos primigenio puede ordenar el cosmos. El tohu babohu [= caos, confusión] bíblico da origen a la creación. Pero es Dios quien realiza este paso.

Acabamos de asistir al XIII Congreso de ACODECOSPAT (Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca). El primer día del Congreso se desarrolló una potente e interesante discusión que nos hizo asistir a uno de los mejores momentos del mismo. Todo giraba en torno a “los recursos naturales [que] son patrimonio de la nación”. “Los limeños también tienen derecho al petróleo”, se decía, aunque esté “en nuestro territorio”. Por entre el medio estaba la discusión sobre la Constitución y el Convenio 169 [y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas]. No vamos a reproducir aquí la intensidad del debate para el que nos sentimos demasiado pequeños. Haber asistido al mismo ha sido una experiencia vigorosa.


© Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014

Conducía el debate una abogada que, inteligentemente, no se dejaba desbordar y mantenía viva la discusión. Su mejor carta fue la metodología participativa y el hacer viva la reflexión pesada. El ardor de la discusión provocaba tener todos los sentidos alertas. No sólo el oído, era importante disposición espacial que permitía mirarnos las caras, los comentarios en voz baja, la tensión de los participantes, los rostros de los funcionarios estatales presentes y, por momentos, su indiferencia.

Son muchas las vetas discursivas, imposibles de abordar todas a la vez. Razón por la cual nos vamos a centrar en “qué es una nación”. No somos quienes para abordar una pregunta tan compleja, si lo hacemos no es por atrevimiento sino como eco de lo suscitado en el Congreso. Por supuesto, como todo en esta vida, se puede y debe opinar de otra manera. El presente escrito es tan solo un balbuceo, nada terminado. Un estar en medio del caos y la confusión. No pretendemos ordenarlo, no somos Dios. Humildemente buscamos un sentido que nos permita mantenernos en medio de este tohu babohu.

Varios funcionarios estatales, en otro momento del Congreso, insistían que “todos somos Estado”. Pues no, no estamos de acuerdo. El Estado es una forma de gobierno de las naciones, países, comunidades o como demonios queramos utilizar estos términos polisémicos. Pero no nos dejemos enredar antes de tiempo. Volvamos a nuestro hilo: qué es una nación.

A pesar de que hay definiciones para dar y tomar, de una manera simple y sencilla, definimos una “nación” como un grupo de personas que viven en un territorio, con una historia común, una cultura y una lengua. Si aceptamos esta definición es evidente que Perú no es una nación. A no ser que demos por bueno el relato construido a partir de la “independencia” donde los pueblos indígenas se quedaron al margen del proceso. La misma constitución reconoce el carácter pluricultural…


© Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014

Cuando los participantes apelaban al Convenio 169 estaban haciendo referencia a que el relato hegemónico de la independencia no es el único. Los pueblos indígenas se retrotraen a la creación de este “mito independentista” que impone una “narrativa de la negación”. Una narrativa que excluye a los pueblos indígenas de “la construcción de la nación”. Se impone un deber de “deconstrucción de este relato hegemónico” para dar cabida a otras voces que no están presentes en el centro. El centro, cuando no tiene la habilidad suficiente, se convierte en el único relato moral, epistemológico y político. Pretende cohesionar y lo que consigue es legitimar la homogeneización. Es lógico, razonable y saludable que las periferias reclamen su atención.

Un abordaje diferente plantearía la relación entre la mayoría y las diversas y múltiples minorías. Abordar la minoría como única no deja de ser otro relato homogenizador. En el caso del Perú, las minorías son múltiples, heterogéneas, dispersas e incluso diaspóricas, fluidas, y en ocasiones dispersantes, centrífugas. Ciertamente las minorías no pueden imponer su visión, pero la democracia se valora por el trato que proporciona a sus minorías. Si estas son silenciadas o invisibilizadas la democracia se convierte en una quimera fáctica con una apariencia de mecanismos participativos que legitiman un “proceso negador”, generando una narrativa truncada.

Algunas organizaciones indígenas, insertas en un “proceso conversacional” con el gobierno, y dados los pocos reflejos del mismo, se están empezando a plantear el derecho a la libre determinación y el autogobierno [Declaración ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas art. 3-4]. Si aceptamos que el proceso independentista de 1821 es un “relato excluyente” de la diversidad indígena, nos vemos abocados a una conversación donde el Estado blanco no se impone a sus minorías sino que permite diversas formas de estructuración política. En este sentido, Perú no sería una nación, menos un Estado-nación, sino un Estado con varias naciones en su interior con diversas historias, múltiples lenguas y territorios y disímiles culturas.

“Los limeños también tienen derecho al petróleo” de la selva, no hay duda. Pero en condiciones honorables para los pueblos indígenas, algo que se olvida en la capital. De todos es conocido que un niño indígena, en la práctica, tiene menos derechos que el resto de ciudadanos peruanos. Su acceso a la educación, salud, trabajo… siempre está en peores condiciones. De lo que podemos “presumir” únicamente es del elevado y peligroso nivel de contaminación. Y ya está bien, ya es suficiente. Pensar el Estado desde estas naciones indígenas es un asunto de primer orden y necesidad, un abordaje poco realizado hasta la fecha.

A quien le suene demasiado fuerte aplicar el término nación a los diversos pueblos indígenas basta con recordarle que la misma idea del Estado-nación está en cuestionamiento por la misma globalización. A estas alturas el Estado-nación sólo sirve para revisar las maletas de inocentes turistas en los aeropuertos, no para el comercio de armas; para la adquisición de un pasaporte, no para productos provenientes de determinados países con los que se suprimieron los aranceles; para las modestas sumas de dinero, no para los grandes capitales que desgravan; para las leyes, más adecuadas al mercado internacional que a los propios ciudadanos. Un ejemplo: los paquetazos ambientales que implosionan la propia idea de Estado-nación.


© Parroquia Sta. Rita de Castilla, Octubre 2014

A nosotros nos toca habitar este espacio del tohu babohu, es Dios quien genera el paso del caos a la creación. Una interpretación creyente podría mantenerse en medio de esta confusión como una categoría básica, como un barro generativo que da origen al orden, donde el alfarero no son seres humanos, sino el propio Dios. Aunque en esta misma interpretación creyente, Dios no es un Deus ex machina, sino que alienta las mejores creaciones humanas que se convierten en co-creación de Dios.

Santa Rita de Castilla, 25 octubre 2014




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