28 julio 2013

Los primeros gnósticos. Valentín y los valentinianos

Francisco Javier Bernad Morales

Al igual que de Basílides, se conservan algunos escritos de Valentín y de sus discípulos, por lo que, contrastándolos con la obra de Ireneo de Lyon y de otros apologistas cristianos, podemos reconstruir su doctrina con cierta aproximación. Por el contrario apenas podemos afirmar nada acerca de su vida. Tan solo que hacia el año 140 parece haberse establecido en Roma procedente de Alejandría y que a su alrededor se forjó un numeroso grupo de discípulos. También que, al igual que muchos otros maestros gnósticos, llevó una vida sumamente austera.

En cuanto a sus ideas, presentan grandes similitudes con las de Basílides. Al igual que este, sostenía que el Dios supremo, al que denomina Bythos, término griego emparentado con abismo y profundidad, es absolutamente trascendente y, por tanto, incognoscible. De este Dios habrían emanado diferentes eones (eternidades) en número de treinta, que no son sino aspectos parciales de la divinidad inasible. El último de estos, Sophia (Sabiduría) es víctima de una pasión desordenada al desear conocer a Bythos, cuya contemplación solo es asequible al primero de los eones (Mente). Por este motivo, cae fuera del pléroma (plenitud) divino y queda expuesto a la tristeza, el temor, la desesperación y la ignorancia. De Sophia proceden las pasiones, que dan origen a la materia, y el demiurgo, que organiza el mundo.

Cristo habría sido creado a partir de los restantes eones que compadecidos de Sophia, desean liberarla de las pasiones y hacerla retornar así al pléroma. En la doctrina de Valentín, el ser humano aparece compuesto de tres sustancias, el cuerpo o materia, el alma o psique, y el espíritu o pneuma. Los dos pirmeros habrían sido creados por el demiurgo y están llamados a perecer, pero el tercero, inspirado directamente por Sophia aunque solamente en determinados individuos, es inmortal. El Cristo mítico que habría redimido a Sophia y que es obviamente pneumático (espiritual), se habría unido al Jesús psíquico (compuesto de cuerpo y alma) en el momento del bautismo o del nacimiento, pero se habría apartado de él antes de la crucifixión. Su misión en este mundo es liberar las chispas de pneuma presentes en los elegidos y conducirlas al pléroma divino.

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