18 abril 2016

“TRADITIO” Y LA DIVISION DE LA IGLESIA EN EL NORTE DE AFRICA: EL COMPLEJO FENÓMENO DONATISTA.

Nolasco Paskal Msemwa

Introducción

Aunque la doctrina sobre la Iglesia no es el núcleo del Cristianismo, en perspectiva  católica,  el hecho de ser Iglesia pertenece a la economía de la salvación como uno de sus elementos intrínsecos. El carácter de misterio designa a la Iglesia  en cuanto que provine de la Trinidad. El lugar teológico de la Iglesia es el tercer artículo del símbolo de Fe en estricta dependencia de la Cristología y de la neumatología. Ahora bien, en el ya referido tercer artículo del credo confesamos: “Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica”. La unidad, la santidad, la catolicidad y apostolicidad son señas de identidad de la Iglesia fundada por Cristo. Sin embargo, desde los comienzos, estos elementos intrínsecos y característicos de la Iglesia se han interpretado y comprendido de manera diferente y hasta divergente, lo que ha causado enfrentamientos y rupturas. El Concilio Vaticano II da testimonio de ello al afirmar que: ya desde los comienzos surgieron escisiones en esta única Iglesia de Dios… y en siglos posteriores nacieron descensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia Católica (UR I,3).
La historia de la Iglesia está, sin duda alguna, sembrada de divisiones; aunque frente a ellas no han faltado exhortaciones a la unidad. Siempre ha habido pastores celosos fieles a las palabras de Cristo, que con sus voces potentes y sus escritos han trabajado en bien de la unidad. El presente artículo se sitúa en ese contexto. Pretende presentar el fenómeno del donatismo y la división de la Iglesia del Norte de África los siglos IV-V. Para ello comenzará indagando las causas de la división limitándose al factor religioso (traditio). Luego, presentará brevemente las tesis eclesiológicas del donatismo. Finalmente mostrará el empeño singular de San Agustín en el combarte contra los donatistas para defender la unidad de la Iglesia. Desde ahí, la lección: ¿qué puede aprender la Iglesia hoy en su lucha por la unidad eclesial? Ya que lograr la unidad visible de la Iglesia sigue siendo el reto desafiante que hunde sus raíces en el mismo deseo Cristo en su oración: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (17,21).

1.      EL DONATISMO: SU HISTORIA

El diccionario San Agustín a través del tiempo describe al “donatismo” como el movimiento cismático que se produjo en la Iglesia del norte de África en algún momento entre los años 308 y 311, cuando no hubo acuerdo para cubrir la sede de Cartago y grupos enfrentados eligieron como obispos a Mayorino y de Ceciliano[1]. El cisma dividió a la Iglesia de África del Norte durante los siglos IV-VII. Algunos han ido lejos hasta calificar el donatismo como un complejo fenómeno religioso y madre de todas las divisiones[2]. El cisma tomó su nombre de Donato, sucesor de Mayorino. La división preocupó gravemente a Agustín durante gran parte de su episcopado y no se había extinguido aun en el momento de su muerte en el año 430.
Es cierto que no hay unanimidad sobre los acontecimientos históricos que dieron origen al donatismo, ya que la interpretación del movimiento ha sido objeto de controversia entre los especialistas modernos[3]. Sin embargo la mayoría señalan que, la división tuvo sus raíces en las condiciones que predominaban en la Iglesia africana durante la última persecución contra los cristianos por el edicto del emperador Diocleciano en los primeros años del siglo IV, y especialmente  a partir del momento en que cesó tal persecución[4]. Esta —corta, pero durísima persecusion— fue suspendida a principios del año 305. Durante ella, el emperador había ordenado a los cristianos, bajo pena de muerte entregar (traditare) a la autoridad civil los libros y objetos sagrados e incluso los templos para su destrucción.
Los cristianos reaccionaron con diferentes grados de determinación ante las medidas adoptadas contra ellos por las autoridades civiles. Algunos, prudentes, cumplieron el edicto sin más; los hubo que para limpiar su conciencia entregaron los libros heréticos en lugar de la Sagrada Escritura, y también hubo fanáticos rigoristas radicales que prefirieron enfrentarse a la pena máxima antes que ceder en lo que para ellos constituía una traición a la fe cristiana.
De hecho, tras la cese de persecución, se revelaron tensiones dentro de las comunidades cristianas. Es decir, hubo acusaciones mutuas entre los cristianos de tendencia moderada y rigoristas. Las facciones rigoristas y fanáticas consideraban que la entrega (traditio) de ejemplares de las Escrituras a las autoridades por el clero era apostasía y consiguientemente rechazaban a quienes lo habían hecho. Estos no podrían pertenecer a la Iglesia y mucho menos ejercer autoridad legítima dentro de ellas.  Eso quiere decir, el simple hecho de entregar (traditare) cobra ahora otro sentido, que se traduce en términos de traición. Los traditores se convierten en traidores.
Este conflicto entre los grupos opuestos se hizo patente en la sede de Cartago (311-312) a la muerte del obispo Mensurio[5], quien había adoptado una actitud prudente y conciliadora durante la persecución. Uno de sus diáconos, Ceciliano, que había compartido sus puntos de vista fue elegido como su sucesor. Algo que no fue bien acogido por los rigoristas, que lanzaron contra él diversas acusaciones, entre ellas la de haber sido consagrado por obispos culpables de traditio. Surge así un problema teológico sobre las condiciones necesarias para determinar la legitimidad de un acto eclesial[6].  Los cristianos rigoristas encabezados por el obispo Secundus de Tigis, primado de Numidia, convocaron otro concilio que condenó la ordenación de Ceciliano por haber sido conferida por los traditores, y procedieron a elegir a uno de los suyos, Maiorinus como primado de Cartago, lo que da lugar al cisma en la iglesia africana, que queda dividida entre dos obediencias enfrentadas. Optato de Mileto y San Agustín consideran este cisma como “levantar el altar contra altar”- altare contra altare o episcopus contra episcopum[7]. Este será largo comienzo de la dolorosa escisión de la Iglesia de África. Una experiencia que vivirá Agustín como pastor de la iglesia de Hipona y ante la que reaccionará luchando enérgicamente para restablecer la unidad a través de un diálogo basado en la verdad y en la caridad. Ahora bien, ¿cuáles son los principios teológicos de cisma donatista?

2.      LA  TEOLOGIA COJA DE LOS DONATISTAS

Se ha discutido mucho sobre la importancia del cisma[8]. Optato de Milevi  y Agustín de Hipona, que proporcionan la mayor parte de la información acerca del donatismo en su época clásica, el siglo IV, consideraron que aquel estaba motivado por el propio interés, la intriga y, sobre todo la falta de caridad[9]. No obstante señalaron también las cuestiones teológicas suscitadas por los cismáticos. Indico a continuación de las tesis principales de la teología donatista que se reducen a un problema esencialmente eclesiológico y sacramental[10].
Cabe indicar que los donatistas fueron herederos de San Cipriano y del montanismo representado por Tertuliano. De este último aprendieron con radicalidad que la Iglesia es morada del Espíritu Santo. La naturaleza espiritual de la Iglesia es el fundamento y condición de todos sus miembros y la santidad de los ministros es imprescindible para la validez de los sacramentos (bautismo, ordenación). Como Tertuliano, los donatistas seguirán a Cipriano al afirmar que la Iglesia es íntegra y pura; de hecho ningún sacerdote en pecado mortal podrá administrar válidamente un sacramento. Añadirá más todavía, que fuera de la Iglesia no habrá bautismo válido, y quienes lo reciban de herejes y cismáticos tendrán que ser rebautizados[11].
El problema eclesiológico de los donatistas se hallaba en la respuesta a la pregunta: ¿cuál es la verdadera naturaleza de la Iglesia de Cristo? Y, ¿dónde reside dicha Iglesia? Hay que señalar que los donatistas no ignoraban que al principio la Iglesia había sido universal, extendida hasta el ultramar. Lo que ocurre es que al mismo tiempo se obcecaban en afirmar que a raíz del cisma había quedado circunscrita a los límites de África. Los cristianos de Roma y países extranjeros habían acabado perdiéndose al convertirse en cómplices de los traditores católicos. De hecho, para los donatistas, el concepto “integridad” era más importante que el de la “universalidad” en cuanto prueba del catolicismo. Por tanto, los únicos cristianos verdaderos eran ellos. Ellos constituían la sola, única y verdadera Iglesia de Cristo. Y a la luz de la Sagrada Escritura, pretenderán concluir incluso que las características de la verdadera Iglesia católica residen solo en la Iglesia nacional y autónoma, la única rama verde de la Iglesia universal, la de Donato. La Iglesia  de los mártires, intacta y pura[12]. De hecho la norma de bastante obispos del partido era que un donatista jamás debía saludar a un católico, ni responder el saludo de este, ni permitirle usar la palabra hermano, ni darle su hija en matrimonio, ni prestarle ayuda. Como indica Agustín mismo en un famoso pasaje que cuando él llegó a Hipona, el predominio donatista sobre los católicos era tan grande que el obispo local, Faustino había prohibido amasar pan para los católicos[13]. Había que conservar la incolumidad y, de acurdo con la Sagrada Escritura, mantenerse  por completo al margen del trato social con los católicos para no contaminarse. De todos modos, resulta difícil comprender una Iglesia autocalificada no solo de santa, sino de santos, pudiera llegar a tales extremos de odio anticatólico.
Desde la eclesiología, postulando como una sola y única iglesia, la de ellos, (los donatistas) y considerando por consiguiente heréticas a la demás, incluida la católica, pensarán lo mismo del sacramento. Los donatistas entendían que hay un solo bautismo valido, el administrado por su propia iglesia, puesto que solo ella tiene potestad de purificar y santificar, al ser la única en que habita el Espíritu Santo. Tras sostener que los sacramentos dependían de la Iglesia y afirmar que los suyos eran los únicos válidos, reprobaban todo lo que venía de fuera. De ahí su insistencia en la rebautizacion[14] de los que querían entrar en su comunidad procedentes del exterior, así mismo su rechazo de la consagración episcopal efectuada por traditores.
Todo ello quiere decir que no reconocían validez a ningún sacramento de la Iglesia Católica sobre todo el bautismo y el orden. Cabe subrayar que eran la pureza y la santidad del ministro lo que los cismáticos reclamaban como rasgos esenciales del concepto de la Iglesia. Unos rasgos que la Católica habría perdido al mantener en su seno a los traditores. Como únicamente la Iglesia donatista contaba con esa eclesial puritas ella sola era, en consecuencia  el sujeto inmediato verdadero y sensible de los actos sacramentales. La teología donatista era peligrosa y por eso, Agustín dedico tanto esfuerzo a combatirla y presentar una eclesiología más ecuménica.  

3.      SAN AGUSTIN FRENTE AL DONATISMO

La división de la Iglesia en África causada por el cisma Donatista fue para San Agustín una dolorosa experiencia. Su propia diócesis de Hipona  estaba casi completamente en manos de la facción donatista cuando fue elegido y ordenado obispo. El santo Obispo de Hipona luchará energéticamente para restablecer la unidad de la Iglesia en Norte de África. El donatismo dejó una marcada huella en su vida y en sus obras. De hecho una parte considerable de sus escritos están dedicada a la controversia con los donatistas[15]. Los restantes tampoco están exentos de su influencia.
El cisma donatista fue para San Agustín la ocasión de investigar más profundamente la naturaleza de la Iglesia y de presentar una exposición más exacta de la misma[16].  San Agustín afirmará categóricamente que solo hay una única Iglesia de Jesucristo que es santa, católica y apostólica[17]. Pero no en sentido exclusivista como el de los donatistas. Para refutar el concepto “exclusivista” de la eclesiología donatista, San Agustín explica que esta una y única Iglesia existe en dos estados diferentes: eclesial qualis nunc est y Ecclesia tunc erit o sea eclesia communio sancramntorum y Societas sanctorum[18]. Es decir, La Iglesia presente como comunión de sacramentos y la Iglesia del futuro, la de los santos.  Para el Santo de Hipona, de la misma manera que solo hay un hombre aunque hoy sea mortal y mañana inmortal en la vida futura; lo mismo es la Iglesia no hay dos Iglesias, sino dos tiempos (presente y escatológico) de una misma única Iglesia. De esta manera Agustín fue capaz de resolver el problema de los pecadores y su pertenencia a la Iglesia y a la vez el del ministro y el sujeto de los sacramentos.
San Agustín defenderá la unidad de la Iglesia partiendo de la Sagrada Escritura[19], dando lugar con ello a un argumento teológico compacto y de gran alcance. Según nuestro autor, la Iglesia está compuesta por todos los hombres que han escuchado y secundado la llamada de Dios. La unidad eclesial se realiza siempre cuando los fieles forman juntos un solo cuerpo y guardan la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz. Una paz que consiste en la reciproca compresión en la concordia y cuyo principio es la caridad[20]. El Espíritu Santo es en este sentido el alma y principio que anima y dirige la unidad espiritual de la Iglesia. Dicho de otra manera, es la acción del Espíritu Santo lo que hace posible en la iglesia la  paz y la caridad que la congregan y unen en un solo Pueblo de Dios. Para San Agustín, por tanto, el primer sujeto de toda operación santificante de la Iglesia es Dios, que actúa en Cristo  por el medio del Espíritu Santo.
La gran aportación eclesiológica de San Agustín fue presentar una síntesis armoniosa entre la dimensión trinitaria como esencia de la Iglesia donde se entroncan sus notas de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Es decir, comprender la Iglesia en cuanto Pueblo de Dios y Cuerpo místico de Cristo animado por el Espíritu clave para la unidad, paz y comunión de la comunidad Eclesial. Y la unidad eclesial es fomentada por los Sacramentos.
Los sacramentos fueron otro campo de batalla entre Agustín y los donatistas. El santo de Hipona desarrollará la teología de los sacramentos estrechamente relacionada con su eclesiológica[21]. En contra los donatistas, el obispo de Hipona distingue el sacramento en términos de su origen, su uso y sus efectos, entre gracia sacramental y gracia en sí, entre potestas y ministerium[22]. Para Agustín Cristo es quien instituyó los sacramentos. La Iglesia los recibió como un don precioso y en calidad de tal los conserva. Los sacramentos son santos con santidad que dimana, de Cristo, su autor, sobre la que en nada puede influir la moralidad del ministro, ya que la santidad sacramental no depende ni del ministro ni de quien recibe el sacramento. Son santos porque su autor es santo,  de hecho en nada puede ser cambiada por el uso que de ellos haga el ministro o por la mayor o menor santidad de este. Es decir, la santidad de los sacramentos no depende del ministro como insistían los donatistas. El ministro del sacramento obra como instrumento de Cristo;  no es él sino Cristo  quine da eficacia al sacramento. Esto es, cuando Pablo o Pedro bautiza, siempre es Cristo quien bautiza. Con tal que el bautismo sea debidamente administrado como sacramento de la Iglesia, la indignidad del ministro no obsta a su validez. De aquí procede a conceder que el bautismo conferido por  un donatista es válido y que el que lo ha recibido, si va después a la Iglesia Católica no ha de ser rebautizado. Por eso San Agustín tajantemente rechaza la práctica donatista de rebautizar a los cristianos[23].
Para Agustín está claro que los sacramentos son de Dios, de Cristo y de la Iglesia, en el sentido de que esta los ha recibido de Cristo como un don divino. Dicho de otra manera, Cristo es el agente principal que comunica la santificación sacramental y, por consiguiente, el pecado posible del ministro humano no causa la nulidad del sacramento administrado ni mancha a la Iglesia en cuyo nombre y seno se administra, al contrario de lo que opinaban los donatistas. Eso sí, el sacramento solo no es suficiente, se requiere la gracia que el Espíritu Santo comunica a través de los sacramentos. De hecho para Agustín la plena eficacia sacramental solo se alcanza en la Iglesia[24].

4.       CONCLUSION: LA DIMENSION ECUMENICA DE LA CONTROVERSIA DONATISTA

Hagamos una conclusión de este estudio reafirmando que la defensa de la unidad eclesial fue la causa por la cual san Agustín luchó incasablemente contra el donatismo. La doctrina que san Agustín opuso a los donatistas puede servir aún de modelo hoy para la defensa de la unidad de las Iglesias. Los argumentos empleado por San Agustín contra sus adversarios, los donatistas: La verdad en la caridad, el vínculo fraterno que hunde sus raíces a la fe común en Cristo, los sacramentos, la Sagrada Escritura como testamento de Dios y árbitro de la herencia común, la unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad de la Iglesia para una misión común que garantiza  la credibilidad del Evangelio son temas que sobre los que el movimiento ecuménico hoy puede encontrar aún en Obispo de Hipona una fuente inagotable de inspiración teológica. Junto a todo ello Agustín, como amigo del diálogo paciente y sereno, leal y fraterno que nos lleva a la reconciliación pacífica, debe ser el camino preferido y adecuado hacia la unidad visible entre cristianos hoy. Lo que dijo san Agustín a los donatistas en su tiempo es válido hoy porque los cristianos: “Somos hermanos, invocamos al mismo  Dios, creemos en un solo Cristo, oímos el mismo Evangelio, cantamos el mismo salmo, respondemos con un solo amén, prorrumpimos un solo aleluya, Celebramos una sola Pascua, ¿por qué tú estás fuera y yo dentro?”[25] Es una pregunta de indiscutible actualidad, ya que apunta al corazón mismo del problema ecuménico que intenta a superar el escándalo de la división de los cristianos, siguiendo la oración de Cristo con su deseo ardiente: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21).
Por NOLASCO PASKAL MSEMWA




[1] Cf. A FITZGERALD, O.S.A (ed), Augustine through the ages. An encyclopedia, (Cambridge: UK 1999) 284.
[2] Cf. P. LANGA, “Historia del Donatismo”: Obras Completas de San Agustina Vol XXXII. Escritos antidonatistas I (BAC, Madrid 1988) 5-31.
[3] Cf. P. LANGA,  “Introducción general a los Escritos antidonatistas I”  en Las obras completas de San Agustín Vol. 32 de la BAC, (Madrid 1988)6-57.
[4] Cf. W. FREND, The Donatist Church. A movement of protest in Roman North Africa, (Oxford 1952) 1-24.
[5] Mensurio fue Obispo de Cartago el Primado de norte de África: autoridad distinguida dentro del ámbito eclesiástico en el siglo IV.
[6] Sobre el donatismo y recientes discusión d el mismo Cf. R. A MARKUS, “Donatus, Donatism” in Augustine through the ages, 384-387.
[7] Cf. R. DEFERRARI ( ed.),  St. Augustine Letters 1-82. The fathers of the Church ,Vol. I, (NY 1964)182-207.
[8] Cf. P. LANGA, “Interpretación de la Historia del Donatismo” en: Escritos antidonatistas, BAC 32, 31-62.
[9]Cf. A. JONES, “Were Ancient Heresies National or Social Movements in Disguise?”: Journal of theological studies 10 (1959) 280-98.
[10] Sobre este tema entre otros Cf. P. MONCEAUX, Histoire Littéraire de L’Afrique Chrétienne depuis les origines jusqu’a l’invasion Arabe. Le donatisme IV (Paris 1912)
[11]  Sobre esta problemática Cf. P. LANGA, “Historia del Donatismo”: Obras Completas de San Agustina Vol XXXII. Escritos antidonatistas.72-86. El autor presenta una detallada información sobre los principios de la eclesiología donatistas y sus limitaciones en relación con la Eclesiologia Ciprianica que defiende la unidad.
[12] Cf. SAN AGUSTIN, Cartas, 93,: en  BAC, VIII, 602-652.
[13] Cf. SAN AGUSTIN, Replica a las cartas de Petiliano, II 83. 184: en BAC, XXXIII, 220-223.
[14] Donato el Grande abordó en su carta: Epistula de Baptismo, la validez de los sacramentos, condicionada, según él, a la necesaria militancia dentro del Cisma. En ello indica que los católicos carecen la gracia divina y ni siquiera pueden considerarse cristianos tampoco tiene valor su bautismo de ahí la necesidad de ser rebautizado el que entre en la secta.  San Agustín replicó a esta carta  con la actualmente perdida Contra Epistulam  Donati Haeretici Cf. Retractatus I .20;   Escritos antidonatistas, BAC Vol. 32,  82.
[15] Cf. Las obras antidonatistas del obispo de Hipona son inmensas: Cartas, Sermones, tratados, etc. Basta recurrir al índice de bibliografía en los 3 tomos de los Escritos antidonatistas en las Obras Completas de San Agustín Vol. 32-34  de edición la BAC; The Fathers of the Church. St. Augustine letters 1-82 (CUA PRESS: Washington 1964)
[16] Cf. La tesis que defiende E. PRINA, La Controversia  Donatista alla luche della dottrina del Corpo Mistico de Gesù Cristo  nella opere antidonatistiche de S. Agostino (Roma 1942).
[17] Sobre la Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad de la Iglesia (Cf. Escritos antidonatistas en Obras Completas de San Agustin, Tomo XXXII, Vol. I de la BAC, pp 133-145.
[18] Cf.SAN AGUSTIN, Breviculus III,10,20; Cartas  93, 9, 28-33. 10.42; 108, 3,7-8. 6,10 etc.
[19] Cf. P. DE LUIS VIZCAINO, “La Sagrada Escritura como ‘Testamento’  de Dios en la obra antidonatista de san Agustun”: Estudio Agustiniano, 15 (1980)3-37.
[20] Cf. SAN AGUSTIN, “Cipriano y la unidad de la Iglesia” en Tratados sobre el Bautismo, BAC 32, 448s.
[21] Sobre la Teología de los sacramentos en San Agustín Cf. St. Augustine writings against the Manichean and against Donatists, edited by Philip Schaff (Eerdmans PC: Michigan 1887) 411-514.  En siete libros: De baptismo contra Donatistas, el Obispo de Hippona trata el tema con  rigor
[22] Cf. J. MORAN, “La concepción de Sacramento en San Agustín”: Estudio Agustiniano  4 (1969) 321-364.
[23] Cf. RJ. DEFERRARI, St. Augustine letters, Vol. I (1-82) pp 58-65. In the letter 23 directed to Maximus, a Donatist Bishop: “It is sinful to rebaptize a heretic who has received Christian baptism, but to rebaptize a Catholic is a criminal enormity. There is only one baptism in the Church which cannot be repeated”.
[24] To say, however, that  all baptism in the triune name is authentic is not to say that such authentic baptism always Works salvation. For Augustine, baptism alone does not save. The sacrament of baptism is one thing, the conversion is of the heart another; but that means salvation is made complete through the two together (De bapt 4.25.33). In other words, baptism is of no avail for salvation unless he who has authentic baptism be incorporated in the Church, correcting also his depravity (De bapt. 4.21.29). If baptism is not accompanied by the interior conversion, it is not redemptive.
[25] SAN AGUSTIN, Enarrationes in Psalmos 54,16  citado en P. Langa, Escritos antidonatistas, 68.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por publicar mi articulo. Que sigamos trabajando por la unidad de todos los cristianos siguiendo las sendas de nuestro Padre San Agustín que comprendió bien y asumió decididamente el Mandato del Señor:Que todos sean uno para que el Mundo Crea (Jn 17,21).

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