10 febrero 2014

Pedro Valdo

Francisco Javier Bernad Morales

Amplios períodos de la vida de Pedro Valdo permanecen en la oscuridad, debido a la falta de documentación. Sabemos que era un rico mercader de Lyon, entre cuyos negocios posiblemente figuraba la usura, y que en 1173 experimentó una crisis espiritual, cuyas circunstancias exactas se desconocen. Una tradición afirma que mientras hablaba con un amigo, este murió de repente lo que lo produjo una grave conmoción. Fuera este u otro el desencadenante, lo cierto es que, tomando al pie de la letra las palabras de Jesús en Mateo 19, 21, vendió todos sus bienes y, tras entregar una parte a su esposa e hijas, repartió lo restante entre los pobres. A partir de ese momento se dedicó a predicar el Evangelio y pronto lo rodeó un numeroso grupo de seguidores.

Nada insólito hay en ello. Incluso pudiéramos decir que la conversión de Valdo no es muy distinta de la de Francisco de Asís, ocurrida unos treinta años después.  Tampoco es extraño que este tipo de actividad despertara los recelos del obispo, quien le prohibió la predicación. Ante eso, Valdo marchó a Roma (1179), donde fue acogido benévolamente por el papa Alejandro III, quien posiblemente vio en él a un reformador a quien podría integrarse quizá como fundador de una nueva orden monástica. Es tan solo una hipótesis, pues los acontecimientos se desarrollaron en una línea diferente, que condujo a la ruptura de Valdo con la Iglesia Católica.

El enfrentamiento con el obispo persistió y pronto Valdo comenzó a difundir ideas que chocaban con la ortodoxia, tales como la inexistencia del Purgatorio y, por tanto, la inutilidad de las indulgencias, el rechazo del culto a la Virgen y a los santos o la veneración de las reliquias. También, como harían más tarde todos los reformadores, defendió la necesidad de traducir la Biblia a lengua vulgar para ponerla al alcance de los fieles. Sus seguidores, denominados en un principio Pobres de Lyon y más tarde valdenses, propagaban estas doctrinas, que encontraban un gran éxito entre los sectores más humildes de la sociedad, a quienes probablemente seducía la figura del mercader acaudalado que voluntariamente había abandonado todo, para compartir la suerte de los menesterosos.

Condenados finalmente como herejes en 1184 por el papa Lucio III, fueron obligados a abandonar Lyon, lo que contribuyó a la difusión de sus doctrinas. Valdo marchó hacia el este y al parecer encontró refugio en Bohemia. Es muy poco lo que se sabe sobre su vida a partir de este momento, aunque pudiera haber muerto en Polonia hacia 1217.

Pese la persecución, se mantuvieron comunidades valdenses en diferentes lugares de Europa, en especial en zonas montañosas de Francia y de Italia, y también en Bohemia, donde se unirían más adelante al movimiento husita. Ya en el siglo XVI, todos los grupos supervivientes se insertaron en el gran árbol de la Reforma protestante. En la actualidad, sus continuadores ostentan el nombre de Iglesias Evangélicas Valdenses y están presentes en diferentes países europeos y latinoamericanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario